Predica; 31 de Marzo de 2019
¡¡EMPATÍA
ES EL SEGUNDO
MANDAMIENTO!!!
Es el segundo mandamiento que nos
habla nuestro Señor Jesucristo: (Mateo
22:39) “36 Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley? 37 Jesús
le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente. 38 Este es el primero
y grande mandamiento. 39 Y el
segundo es semejante: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. 40
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Sera que podemos
mostrar compasión, que somos movidos a la acción cada vez que vemos a nuestro
alrededor, cada vez que vemos la necesidad ajena, que vemos el dolor de los
demás, la autodestrucción y soledad que el individualismo provoca. Será que hay
dolor en nuestro corazón y una urgente necesidad de acudir en ayuda ante un
mundo que se corrompe, que se muestra desolado y sin esperanza. ¡¡Ante un mundo
caído que no encuentra la salida, que no tiene solución a sus problemas
humanos, que muere lentamente!!! “LA
EMPATÍA ES SENTIR CON LA GENTE”. A veces usamos las palabras empatía y piedad
como si fueran sinónimos, cuando nos “SENTIMOS
MAL” por alguna situación difícil que está pasando alguna otra persona.
Sin embargo, ambos términos denotan cosas distintas. Lo mejor que podemos
compartir con alguien que no está en el mejor momento es la EMPATÍA. Voy a poner un ejemplo
para comprender mejor, acerca de cuando uno se siente mal, tiene la similitud a
un gran agujero oscuro en el que alguien se siente atrapado. La empatía sería tomar una escalera y bajar a lo profundo, diciendo
¡¡SÉ LO QUE SE SIENTE ESTAR AQUÍ,
NO ESTÁS SOLO!!! Por otro lado, la piedad sería mirar desde afuera del agujero diciendo “¡Oooooh! ¡Qué mal! Por lo menos no…”. Empatía es crear una
conexión con algo en ti mismo para conectar después con otra persona. Es sentir
al lado de alguien más. El mejor ejemplo lo tenemos con nuestro Señor
Jesucristo: (Filipenses 2:6 al 8) “6 El
cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 Y estando en la condición de hombre,
se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
¡¡Rara vez una respuesta puede hacer
sentir mejor a alguien!!! ¡¡Lo que hace sentir mejor a alguien es una
conexión!!!
Seguramente
nos hemos dado cuenta de lo sencillo que es en este mundo egoísta
CERRAR LA PUERTA de las tiernas
COMPASIONES y pasar por alto las NECESIDADES AJENAS
(1 Juan 3:17) “17 Pero el que tiene
bienes de este mundo y ve a
su hermano tener necesidad, y cierra
contra él su corazón, ¿Cómo mora el amor de Dios en él? 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Aun así, a los cristianos se nos manda amar al
prójimo y tenernos amor intenso
unos a otros (Mateo 22:39) “Y el
segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”; (1
Pedro 4:8) “”. Sin embargo, es probable que también estemos al tanto de
esta realidad: aunque nuestra firme intención es amarnos unos a otros, solemos
pasar por alto las oportunidades de mitigar el sufrimiento de los demás. La
razón tal vez sea sencillamente que no conocemos sus necesidades. La empatía es la llave que abre la
puerta de la bondad y la compasión.
En
las Sagradas Escrituras,
no contienen la palabra empatía, más bien lo dice explícitamente de
manera indirecta. Por
medio del apóstol Pedro nuestro Padre Celestial nos aconsejó a todos los
cristianos que siguiéramos (1
Pedro 3:8,9) “8 Finalmente, sed todos de un mismo
sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos,
amigables; 9 no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que
fuisteis llamados para que heredaseis bendición”. También por medio del apóstol Pablo nuestro Padre Celestial nos
recomendó manifestar sentimientos similares: (Romanos 12:14 al 16) “14
Bendecid a los que os persiguen; Bendecid,
y no maldigáis. 15 Gozaos
con los que se gozan; Llorad
con los que lloran. 16 Unánimes
entre vosotros; No altivos,
sino asociándoos con los humildes.
No seáis sabios en vuestra propia
opinión”. Sin que me contesten quiero hacerles esta pregunta: ¿Acaso no estamos de acuerdo con el
hecho de que nos resultaría casi imposible amar al prójimo como a nosotros
mismos si no nos pusiéramos en su lugar? La mayoría de nosotros tenemos,
CIERTA EMPATÍA natural como seres humanos. Les pregunto sin
que me contesten: ¿Quién no se ha
sentido conmovido al ver las desgarradoras imágenes de niños hambrientos o
refugiados afligidos? ¿Qué madre puede pasar por alto el llanto de su hijo?
Pero no todo sufrimiento se percibe con facilidad. Resulta muy difícil entender
los sentimientos de quienes tienen ansiedad (depresión), un defecto físico
oculto e incluso un trastorno del apetito, si nunca hemos padecido estos
problemas. Sin embargo, las Escrituras indican que podemos y debemos compartir
los sentimientos de aquellos cuyas circunstancias no son las mismas que las
nuestras.
Ahora
veamos algunos ejemplos
de EMPATÍA, en las Sagradas Escrituras: Nuestro principal
modelo de empatía es Jehová Dios, nuestro Padre Celestial. Aunque
es Perfecto, no espera que nosotros también lo seamos, (Salmo 103:14) “Porque ÉL conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo”; (Romanos 5:12) “Por tanto, como el
pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Además, como está
al tanto de nuestras limitaciones, (1
Corintios 10:13) “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;
Pero fiel es Dios, que no os dejará
ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Mediante sus siervos que predicamos su
Palabra y el Espíritu Santo, nos ayuda a encontrar la salida
(Jeremías 25:4 al 6) “4 Y
envió Jehová a vosotros todos sus siervos los profetas, enviándoles
desde temprano y sin cesar; Pero no
oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar 5 cuando
decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de
vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y
a vuestros padres para siempre; 6 y
no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de
vuestras manos; Y no os haré
mal”; (Hechos 5:32) “Y
nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el
cual ha dado Dios a los que le obedecen”. Por
supuesto que Jehová Dios; Porque es nuestro Padre Celestial, siente
el dolor que experimentamos sus hijos. Veamos un ejemplo en las
Sagradas Escrituras, por favor acompáñenme al Libro de: (Zacarías 2:8,9) “8 Porque así ha dicho Jehová de los Ejércitos:
Tras la gloria me enviará ÉL a las naciones que os despojaron; Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo. 9 Porque
he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que Jehová de los Ejércitos me
envió”. Los que nos
encontramos entre los hijos de Dios, debemos salvarnos de este mundo, (Hech 2:40) “Y con otras muchas palabras testificaba y les
exhortaba, diciendo: Sed salvos de
esta perversa generación”. Lo que Jesucristo va a hacer por su iglesia,
será una prueba evidente de la atención y el afecto de Dios. El que nos toca, toca a la niña
de su ojo. Esta es una fuerte
expresión del amor de Dios para su iglesia. Toma lo que se hace en contra de ella como se hizo en contra de la
parte más tierna del ojo, a
lo que el menor contacto es una gran ofensa. Jesucristo es enviado para
ser el protector de su iglesia. En el
Libro de los Salmos, nuestro Padre Celestial nos da a conocer bien su EMPATÍA,
por medio de un ejemplo en la vida de David: (Salmo 56:8) “Mis
huidas tú has contado; Pon mis
lágrimas en tu REDOMA; ¿NO
ESTÁN ELLAS EN TU LIBRO?”. Es
muy reconfortante saber que Jehová Dios recuerda, como si estuvieran
escritas en un libro, las lágrimas que derraman sus hijos fieles al
tratar de mantener integridad. Como a nuestro Padre Celestial, y a
Jesucristo como nuestro Rey les importan nuestros sentimientos de cada uno de
nosotros, (Isaías 25:8) “Destruirá a
la muerte para siempre; Y enjugará
Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; Y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; Porque
Jehová lo ha dicho”. Veamos la EMPATÍA
de Jesucristo, cuando sanó a un sordo, lo llevó aparte, probablemente
para que su curación milagrosa no lo avergonzara ni sobresaltara (Marcos
7:32 al 35) “32 Y le trajeron un
sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. 33 Y
tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y
escupiendo, tocó su lengua; 34 y levantando los ojos
al cielo, GIMIÓ(Expresar naturalmente, con sonido y
voz lastimera, la pena y el dolor), y le dijo: EFATA, es decir: Sé
abierto. 35 Al momento
fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”.
En otra ocasión, se fijó en
una viuda que estaba a punto de enterrar a su único hijo. Enseguida Jesús
sintió la EMPATÍA, en su corazón, el dolor que la embargaba, se
acercó al cortejo fúnebre y devolvió la vida al joven (Lucas 7:11 al
16) “11 Aconteció después, que
ÉL iba a la ciudad que se llama Naín, e
iban con ÉL muchos de sus discípulos, y una gran multitud. 12
Cuando llegó cerca de la puerta de la
ciudad, he aquí que llevaban
a enterrar a un difunto, hijo
único de su madre, la cual
era viuda; Y había con ella mucha gente de la ciudad. 13 Y cuando el Señor la vio, se
compadeció de ella, y le dijo:
No llores. 14 Y
acercándose, tocó el féretro; Y los que lo llevaban se
detuvieron. Y dijo: Joven, a
ti te digo, levántate. 15 Entonces
se incorporó el que había muerto, y
comenzó a hablar. Y lo dio
a su madre. 16 Y todos
tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha
levantado entre nosotros; Y: Dios ha visitado a su pueblo”. Otro ejemplo es cuando Jesucristo, después
de resucitar, se apareció a Saulo en el camino que iba a Damasco y le
dijo cómo le afectaba la sanguinaria persecución de Sus discípulos: (Hechos
9:3 al 5) “3 Mas yendo por el camino, aconteció
que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un
resplandor de luz del cielo; 4 y
cayendo en tierra, oyó una voz que le
decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? 5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le
dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; Dura cosa
te es dar coces contra el aguijón”. Jesucristo
sentía dentro de sí el dolor de sus discípulos, igual que a una madre
le duele el sufrimiento de su hijo enfermo. Del mismo modo, en su calidad de
Sumo Sacerdote Celestial, Jesucristo se “condolerse de nuestras debilidades”; (Hebreos 4:15) “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado”.
El apóstol Pablo aprendió a tener en
cuenta el sufrimiento y los sentimientos de los demás. Preguntó (2 Corintios 11:29) “¿Quién enferma, y
yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?”. Cuando un
ángel liberó milagrosamente de sus cadenas a él y a Silas en una cárcel de
Filipos, lo primero en lo que Pablo pensó fue en avisar al guardia de que nadie
había escapado. Se puso en su lugar y llegó a la conclusión de que era probable
que se suicidara, pues sabía que la costumbre romana era castigar con severidad
al carcelero si se fugaba un prisionero, sobre todo si se le había mandado que
lo vigilara bien (Hechos 16:24 al 28)
“24 ¿Quién enferma, y yo no enfermo?
¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? 25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban
himnos a Dios; Y los presos los oían. 26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera
que los cimientos de la cárcel se sacudían; Y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de
todos se soltaron. 27 Despertando el carcelero, y viendo abiertas las
puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos
habían huido. 28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo:
No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí”. Al carcelero le impresionó esta muestra
de bondad, que le salvó la vida, y tanto él como su casa tomaron medidas para
hacerse cristianos (Hechos 16:30
al 34) “30 y sacándolos, les dijo: Señores,
¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu
casa. 32 Y le hablaron la
Palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33
Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; Y en seguida se bautizó él con todos los
suyos. 34 Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; Y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”.
Las
Sagradas Escrituras nos instan en repetidas ocasiones a imitar a nuestro Padre
Celestial y a
su Hijo, Jesucristo, por lo que es necesario que cultivemos
EMPATÍA. ¿Cómo? Hay tres
maneras principales de ser más sensibles a las necesidades y sentimientos
ajenos: OÍR, OBSERVAR e IMAGINAR.
OÍR. Al oír con atención, nos
enteramos de las dificultades de los demás. Y cuanto mejores oyentes seamos,
mayores serán las probabilidades de que abran su corazón y nos revelen sus
sentimientos: (Marcos 4:15 al 20) “15 Y éstos son los de junto al camino: En quienes se
siembra la Palabra, pero después que
la oyen, en seguida viene satanás, y quita la Palabra que se
sembró en sus corazones. 16 Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la Palabra, al
momento la reciben con gozo; 17
pero no tienen raíz en sí, sino
que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la
persecución por causa de la Palabra, luego tropiezan. 18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos: Los que oyen la Palabra, 19 pero los afanes de este siglo, y el
engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran
y ahogan la Palabra, y se hace infructuosa. 20 Y éstos son
los que fueron sembrados en buena
tierra: Los que oyen la
Palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta,
y a ciento por uno”. El saber oír, se trata de entrenar nuestro oído,
porque es muy importante.
OBSERVAR.
No todos nos dirán abiertamente cómo
se sienten o qué están experimentando. No obstante, un observador perspicaz se dará cuenta de que su
hermano cristiano tiene ansiedad y está deprimido, de que un
adolescente se ha vuelto reservado o de que un ministro celoso ha perdido el
gozo y el entusiasmo. (Deuteronomio
6:25) “Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios,
como ÉL nos ha mandado”. Esta capacidad de percibir los problemas: (Lucas 10:30 al 37) “30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó
en manos de ladrones, los cuales le despojaron; E hiriéndole,
se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió
un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo
un levita, llegando cerca de
aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia; 34 y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino;
y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de
él. 35 Otro día al partir,
sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo
lo que gastes de más, yo te
lo pagaré cuando regrese. 36
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos
de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo: Vé,
y haz tú lo mismo”.
USAR
LA IMAGINACIÓN. La manera más efectiva de cultivar
más empatía consiste en plantearse algunas preguntas: Si yo me encontrara en
esa situación, ¿Cómo me sentiría? ¿Cuál sería mi reacción? ¿Qué necesitaría? Veamos un ejemplo de que Jehová Dios
escudriña los corazones para buscar cualesquiera de las imaginaciones: (1 Crónicas 28:9) “Y tú, Salomón, hijo
mío, reconoce al Dios de tu padre,
y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los
pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; Más si lo dejares, ÉL te
desechará para siempre”. Otro ejemplo lo tenemos en la vida de Job y sus tres
amigos: (Job 16:2 al 5) “2 Muchas veces he oído cosas como
estas; Consoladores molestos sois todos vosotros. 3 ¿Tendrán fin las palabras vacías? ¿O qué te anima a responder? 4 También yo podría hablar como
vosotros, Si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; Yo podría hilvanar
contra vosotros palabras, Y sobre vosotros mover mi cabeza. 5 Pero yo os alentaría con mis
palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor”. Los tres falsos consoladores de Job
fueron incapaces de ponerse en su lugar y, por ello, lo condenaron por los pecados que
suponían debía haber cometido. Normalmente,
a los seres humanos imperfectos nos resulta más fácil juzgar errores que
comprender sentimientos. No obstante, hacer lo posible por imaginarnos
la angustia que está experimentando una determinada persona nos ayudará a
comprenderla en lugar de condenarla. “Doy
mejores consejos cuando oigo con atención y trato de comprender toda la
situación antes de ofrecer sugerencias”. Esta información oportuna nos ayuda a todos nosotros para ser más
sensibles a los sentimientos de quienes sufren de este modo.
La
EMPATÍA es muy ÚTIL en todas las actividades cristianas. Pocos pasaríamos
por alto la difícil situación de un niño hambriento si dispusiéramos de comida
para compartir con él. Si
tenemos empatía, percibiremos también el estado espiritual de la gente.
Las Sagradas Escrituras, nos dicen lo siguiente sobre Jesús: (Mateo 9:36) “Al ver las muchedumbres,
se compadeció de ellas, porque estaban
desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. Hoy, millones de
seres humanos se encuentran en una condición parecida y necesitan ayuda. Igual que en los días de Jesús, seguramente debemos vencer prejuicios o
tradiciones arraigadas para llegar al corazón de algunas personas. El
ministro que tiene EMPATÍA
procura hallar puntos en común con su interlocutor o hablar de temas que
preocupan a este a fin de hacer más atrayente el mensaje (Hechos 17:22,23) “22
Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos;
23 porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL
DIOS NO CONOCIDO. Al que
vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”; (1 Corintios 9:20 al 23) “20
Me he hecho a los judíos como judío, para
ganar a los judíos; A los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté
sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para
ganar a los que están sujetos a la ley; 21 A los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no
estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. 22 Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.
23 Y esto hago por causa del EVANGELIO, para hacerme copartícipe de ÉL”. Las acciones bondadosas impulsadas por la EMPATÍA también pueden
contribuir a que nuestros semejantes cristianos estén más dispuestos a oír el
mensaje de la Sana Doctrina de Cristo, como
ocurrió en el caso del carcelero de Filipos.
La
empatía es una ayuda inestimable para que pasemos por alto los errores de otros
miembros de la congregación y también de otras congregaciones.
Si tratamos de comprender los sentimientos
de quien nos haya ofendido, lo más probable es que nos resulte más fácil
perdonarlo. Es posible que nosotros hubiésemos reaccionado igual de
habernos encontrado en su situación y de haber tenido sus mismos antecedentes.
Si a Jehová Dios, cómo nuestro Padre Celestial; LA EMPATÍA le hace ‘acordarse de que somos polvo’, (Salmo 103:14) “Porque él conoce
nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo”; ¿No debería impulsarnos a
nosotros a ser indulgentes con las imperfecciones de los demás y perdonarlos ampliamente?
De la manera que nuestro Señor Jesucristo nos pide que nos comparemos con Él: (Colosenses 3:13) “Soportándoos unos a
otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la
manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. En caso de que debamos aconsejar a
alguien que ha errado, es muy probable que lo hagamos de manera mucho más
bondadosa si comprendemos sus sentimientos y sensibilidad. El siervo cristiano que tiene EMPATÍA se recuerda a sí mismo que él podría haber cometido ese error y
encontrarse también en esa situación. Por esta razón, nuestro Padre Celestial
por medio del apóstol Pablo nos hace eta recomendación: (Gálatas 6:1) “Hermanos, si
alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de
mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también
seas tentado”. LA EMPATÍA nos
impulsará, además, a ofrecer ayuda práctica si está en nuestra mano hacerlo,
incluso en el caso de que nuestro hermano cristiano sea desobediente, rebelde,
remolón e incluso resistente a pedir la ayuda. Cualquiera que tiene los medios de este mundo para el sostén de la
vida, y contempla a su hermano pasar necesidad, y sin embargo le cierra la
puerta de sus tiernas compasiones: (1
Juan 3:17,18) “17 Pero el que
tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra
él su corazón, ¿cómo mora el amor de
Dios en él? 18 Hijitos míos,
no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad”.
A fin de amar “EN HECHO Y VERDAD”,
primero hemos de percibir las necesidades particulares de los hermanos.
¿Observamos con atención qué precisa nuestro prójimo con miras a ayudarlo? EN ESO CONSISTE LA EMPATÍA.
LA
PERSONA HÁBIL EN EMPATÍA, por tanto, es
aquella capaz de ponerse en los zapatos ajenos sabiendo en todo momento cómo
acompañar en ese proceso sin dañar y sin actuar como un espejo donde se
amplifique el dolor. Porque a veces no es suficiente con comprender, hay que
saber ACTUAR. La auténtica empatía
deja a un lado los juicios. Nuestros juicios diluyen nuestra capacidad
de acercamiento real hacia los demás. Nos sitúan en un bando, en un lado del
cristal, en una perspectiva muy reducida: LA
NUESTRA. Cabe decir, además, que no resulta precisamente fácil escuchar
a alguien sin emitir juicios internos, sin poner una etiqueta, sin valorar a
esa persona como hábil, torpe, fuerte, despistada, madura o inmadura. Todos lo hacemos en mayor o menor grado,
sin embargo, si fuéramos capaces de
despojarnos de este traje, veríamos
a las personas de una forma más auténtica, empatizaríamos mucho mejor y
captaríamos con más precisión la emoción del otro. Es algo que deberíamos practicar a diario. Una habilidad que
según varios estudios suele llegar a medida que nos hacemos mayores, puesto que la empatía, así como la capacidad de oír sin juzgar,
es más común a media que acumulamos experiencias. Las personas con empatía disponen de una buena conciencia emocional.
La empatía forma parte indispensable de la Inteligencia Emocional. Sabemos
que este enfoque, ¿Hemos aprendido de verdad a ser buenos gestores de nuestro
mundo emocional?
Predicador de la Sana Doctrina de Cristo: Víctor. Si usted no tiene la
intención de guardar esta hoja, tenga la amabilidad de entregarla a otra
persona interesada. Para la difusión gratuita entre cristianos, se permite fotocopiar
esta hoja (por favor no cambiar el texto).
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