Predica; 6 de Octubre de 2019
CÓMO
RESISTIR LA TENTACIÓN POR MEDIO DEL SOMETIMIENTO A DIOS
¿QUÉ
ES LA TENTACIÓN? La
tentación es el impulso que nos mueve a hacer algo, especialmente algo malo.
Por ejemplo, mientras usted va de compras, ve algo que le gusta y piensa que
sería fácil robarlo sin que nadie lo viera. Pero El Espíritu Santo, (muchos lo entienden como la conciencia)
le dice que no lo haga, así que rechaza este pensamiento y se va. En este momento, le has ganado la
batalla a la tentación. Debido
a que el tentador gana existen: Familias destrozadas, enfermedades,
y una conciencia atormentada... estas son solo algunas de las
consecuencias de ceder al tentador que sabe cómo poner delante de nosotros la
tentación seductora. Pero… ¿Cómo
podemos evitar caer en ella? (Mateo 4:3) “Y vino a ÉL el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí
que estas piedras se conviertan en pan”. Si
hacemos gala de nuestra propia fuerza, desafiamos al diablo a tentarnos, y provocamos a que Dios, para que nos deje libres a nosotros
mismos. (1 Tesalonicenses 3:5) “Por lo cual también yo, no pudiendo
soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro
trabajo resultase en vano”. Cómo
cristianos corremos un grave peligro de ser tentados
por esta razón la advertencia;
Porque así seremos mejor resguardados para
no ser conmovidos con algunas artimañas del tentador. Esto es lo que
dicen las Sagradas Escrituras. Que alguna vez
nos sintamos tentados a hacer algo malo no nos convierte en malas personas. Las Sagradas Escrituras reconocen
que todos nos enfrentamos a tentaciones (1 Corintios 10:13) “No
os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; Pero fiel es
Dios, que NO os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar”. Lo que de verdad importa es cómo reaccionamos ante las tentaciones.
Algunas personas se recrean en este mal deseo y, tarde o temprano, terminan
cediendo; Mientras que otras lo
rechazan de inmediato porque saben que está mal. (Santiago 1:14) “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado
por su propio deseo”. El
origen del mal y de las tentaciones está en nuestros propios corazones.
¿Por
qué debemos actuar con rapidez ante una tentación? Las Sagradas
Escrituras explican los pasos que llevan al pecado.
(Santiago 1:15) dice: “Entonces la
concupiscencia, después que ha
concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado,
da a luz la muerte”. El deseo,
cuando se ha hecho fecundado, comienza el proceso
de gestación, entonces podemos
todavía abortarlo para que no dé a luz la muerte. En pocas palabras,
cuando no rechazamos un mal deseo, llega un punto en el que llevarlo a cabo es
tan inevitable como que una mujer embarazada dé a luz. Sin embargo, no somos
esclavos de los malos deseos; Podemos
dominarlos: (2Corintios 10:5) “Derribando argumentos y toda altivez que
se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
¿Cómo nos ayuda las Sagradas Escrituras? Del
mismo modo que podemos alimentar la mente con deseos incorrectos, también podemos arrancarlos de raíz.
Para lograrlo, concentrémonos en otras cosas por ejemplo: Realizar alguna
actividad, conversar con un amigo o reflexionar en pensamientos buenos (Filipenses 4:8) “Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de
buen nombre; Si hay virtud alguna, si
algo digno de alabanza, en
esto pensad”. También es útil meditar en las consecuencias emocionales,
físicas o espirituales de caer en la tentación (Deuteronomio 32:29) “¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto,
y se dieran cuenta del fin que les espera!”. Por otra parte, la oración puede ser de gran ayuda, Jesucristo
dijo: (Mateo 26:41) “Velad y
orad, para que no entréis en
tentación; El Espíritu a la Verdad está dispuesto, pero la carne es
débil”. En otras palabras, Oremos de continuo, para que no entremos en
tentación, y de esta manera no extraviarnos queriendo recibir algo que no hemos
sembrado: (Gálatas 6:7,8) “7 No
os engañéis; Dios no puede ser burlado: Pues todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará. 8
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; Mas el que
siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Nuestro
tiempo es tiempo de siembra; En el otro mundo segaremos lo que sembramos ahora.
Hay dos clases de siembra, una para la carne, y otra para el Espíritu: Así será la rendición de cuentas en el
más allá. Los que llevan una vida sensual y carnal, no
deben esperar otro fruto de este camino que no sea miseria y ruina.
¿Cómo
podemos prepararnos para vencer la tentación? La
realidad acerca del tentador el diablo, NO nos engañemos: La tentación es su arma preferida del diablo, para tendernos trampas
y sabe muy bien que carnada poner, además la apropiada para cada uno de los
seres humanos, según sus pasiones y los más propensos a caer atrapados en el
anzuelo que pone en peligro son los ingenuos, inexpertos y confiados (Santiago 1:14) “…al ser provocado y cautivado por su propio deseo”. Esto es especialmente cierto en el caso
de las tentaciones relacionadas con la inmoralidad sexual, que producen
consecuencias terribles (Proverbios 7:21-23)
“21 Lo rindió con la suavidad de
sus muchas palabras, le obligó con la ZALAMERÍA
(Demostración de
cariño exagerada y a veces empalagosa, generalmente para conseguir algo) de
sus labios. 22 Al punto se marchó
tras ella, Como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para
ser castigado; 23 Como el ave que se
apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa
su corazón”.
En este punto, por ejemplo, nos pueden
ayudar las Sagradas Escrituras, porque, Jesucristo dijo: (Mateo 5:29) “Por tanto, si
tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; Pues mejor te es que se pierda uno de
tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”.
Obviamente, Jesús no hablaba en sentido literal. Quería decir que, si deseamos
agradar a Dios y obtener la vida eterna, debemos controlar nuestro cuerpo para
no pecar (Colosenses 3:5-7) “5 Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 Cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,
7 en las cuales vosotros también
anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas”. Todo esto debemos de rechazarlo con mucha firmeza porque esto
significa rechazar con firmeza una tentación. Tenemos un buen ejemplo
en esta versión del Libro: (Salmo 119:37
NVI) “Aparta mi vista de cosas
vanas, dame vida conforme a TU Palabra”. Claro que, controlarse no es fácil porque, como dicen las
Sagradas Escrituras, “la carne es débil” (Mateo 26:41) “Velad y orad,
para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. De modo
que todos estamos expuestos a fallar. No obstante, si nos arrepentimos de
corazón y procuramos que esta mala acción no se convierta en una práctica,
nuestro Creador, Jehová Dios, será “Misericordioso y Clemente” con nosotros (Salmo 103:8) “Misericordioso y Clemente es Jehová; Lento para la
ira, y Grande en Misericordia”. ¡¡Cómo
nos consuelan estas palabras!!! Porque si nuestro Padre Celestial estuviera
vigilando nuestros pecados, ¿quién podría estar de pie? (Salmo 130:3,4) “3 JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? 4 Pero
en TI hay perdón, para que
seas reverenciado”. Jesucristo
es el gran Rescate;
Él es siempre nuestro Abogado y, por medio de Él, esperamos
obtener perdón.
Comprendamos
un poco más acerca de la tentación, por medio del
Libro de Santiago: (Santiago 1:12) “Bienaventurado el varón que soporta la
tentación; Porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona
de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. La verdadera felicidad, si
se quiere emplear este término, sin duda
es la que el cristiano obtiene por ser más que vencedor en las diversas pruebas
o tentaciones (Romanos 8:37) “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó”. Esta felicidad, jamás quedará exenta de sufrimiento
en su proceso de victoria, por lo tanto, será una felicidad conforme a Dios; Nada
tendrá que ver con el placer de la carne, o meramente el aspecto natural de la
misma.
De
esta manera se cumple lo que dice nuestro Padre Celestial en este Salmo que
tenemos este
ejemplo de la vida de David que le llegó a agradar la Voluntad de Dios, no en
base al placer sensorial, sino según el Espíritu:
(Salmo 40:8) “El hacer tu Voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en
medio de mi corazón”. Sabemos por la Palabra Escrita, que Job padeció en su
propia carne para ganar, no para perder, y la tentación fue parte de todo su
proceso espiritual. Con todo ello, él
alcanzó la corona de vida. Si como creyente has pasado por tus pruebas
con éxito y victoria, lo cual indica que eres genuino porque tu fe ha resistido
la prueba como la de Job. Entonces,
podemos entender la tentación como una oportunidad de hacer lo correcto ante
Dios, siempre rechazándola. La
tentación en sí misma no es pecado, pero es el vehículo para llevar a uno al
pecado. La tentación es lo que está peleando contra nuestra alma, y
casi siempre es así, porque conlleva un elemento más o menos intenso de
atracción. Nos podrá parecer más o
menos vergonzoso, pero lo cierto es que el poder de la tentación radica en el
aspecto atractivo que conlleva.
Entonces, la pregunta es, ¿por qué una tentación es una prueba?
La tentación es una prueba porque requiere del tomar una decisión. Siempre habrá que tomar una decisión
cuando nos veamos ante la tentación. Esa decisión, como cristianos,
deberá ser la correcta ante Dios: (Joel
3:14) “Muchos pueblos en el valle
de la decisión; Porque cercano está el día de Jehová en el valle de la
decisión”. Por otra parte, la tentación nos sirve para saber cómo en realidad
somos, y como estamos ante Dios: (Deuteronomio
30:19,20) “19 A los cielos y a
la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición
y la maldición; ESCOGE, pues, la vida, para que
vivas tú y tu descendencia; 20 Amando a Jehová tu Dios,
atendiendo a su voz, y siguiéndole a ÉL; Porque
ÉL es vida para ti, y prolongación de tus días; A fin de que habites
sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les
había de dar”. La fuerza de la tentación es una atracción, que opera si fuera
un imán que se pone de acuerdo con el corazón del ser humano como lo dice en: (Santiago 1:13,14) “13 Cuando
alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios
no puede ser tentado por el mal, ni
ÉL tienta a nadie; 14 Sino
que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y
seducido”. La fuerza de la
tentación, y el poder de la
misma tentación,
radica básicamente en dos bases y aspectos fundamentales: 1) La concupiscencia de la persona. 2) La necesidad y el deseo legítimo de la persona. LO PRIMERO tiene que ver con la carne
del individuo (veremos más sobre esto); LO SEGUNDO no tiene que
ver con algún aspecto pecaminoso en sí, sino con lo inherente en la
naturaleza humana y su consecuente debilidad.
Ahora
veamos la tentación
y la debilidad humana; Por la necesidad y deseo legítimos.
Nos será siempre necesario tomar decisiones en esta vida. Busquemos
las que sean conforme a la voluntad de Dios, y nos daremos cuenta de
cuántas veces esas decisiones contradecirán nuestra carne, con sus
deseos y “sueños”. Contemplando el
ejemplo cuando Jesús fue tentado en el desierto: (Mateo 4:1,2) “1 Entonces
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta
días y cuarenta noches, TUVO HAMBRE”.
Jesús en su naturaleza humana fue ahí
tentado, por tanto, estuvo bajo el poder de la tentación, nada más y nada menos
que por obra y mano del mismo diablo, el tentador. Jesús jamás pecó, y
jamás participó de la naturaleza caída como todos nosotros, y sin embargo
también fue tentado, esta vez, basándose
el poder de esa tentación sobre todo en su necesidad y debilidad como
criatura, pero también –(error del diablo)– en su
inexistente concupiscencia. Por esta razón las Sagradas Escrituras nos
aseguran que Jesús nos dejó su ejemplo para que sigamos sus pisadas:
(1Pedro 2:21) “Pues para esto fuisteis llamados; Porque también Cristo padeció
por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”. En este
versículo del Libro de Hebreos, leemos que Jesús fue tentado en todo, y que el
poder real de la tentación radicó en su semejanza de hombre, es decir, en la
nuestra. (Hebreos 4:15) “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Conforme
a estos dos primeros versículos de Mateo 4,
vemos que Jesús fue tentado en tres
aspectos básicamente: 1) Según su necesidad natural (Mateo 4:3) “Y vino a ÉL el tentador,
y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan”. En
cuanto a su necesidad de comer, la tentación fue clara y expresa; Jesús tuvo hambre (V-2). Esta
fue una tentación dirigida a su naturaleza humana, pero el diablo –osadamente–
fue más lejos, e intentó también tentarle acerca de su poder, por Jesús ser
Dios, al decirle: “…di que estas
piedras se conviertan en pan” (V-3). Aquí
aprendemos un principio fundamental para cada uno de nosotros: Que, aunque tenga la apariencia de
bueno, pero que provenga de parte del diablo, y no importa que NO tenga un
motivo malo. Jesús fue tentado en todo, pero salió victorioso en todo.
2)
En cuanto a su fe y confianza en su
Padre (Mateo 4:5,6) “5 Entonces el diablo le llevó a la
santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; Porque ESCRITO ESTÁ: A sus
ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no
tropieces con tu pie en piedra”. La
treta del tentador aquí era doble. Por una parte, el diablo al
desafiarle de esta manera, pretendía que Jesús dudará de su confianza y fe en
su Padre; Algo así como: “Veamos si eres capaz de confiar tanto en tu Padre,
lanzándote al vacío, creyendo que Él enviará a Sus ángeles”. Fue una tentación
a su naturaleza humana, donde la “FE”
de Jesús debía ser “PROBADA”;
pero esto no fue una prueba de Dios, sino del diablo, justamente –por otra
parte- para lo siguiente: Al desafiarle de este modo, satanás
pretendía que cualquier soberbia, altivez, presunción, vanidad,
ostentación de poder, autosuficiencia, etc. fueran puestas en acción por Jesús,
al tentarle de esta manera. De
una u otra manera, el diablo
pretendía que Jesús se desvinculara de su obediencia al Padre. En
cuanto al segundo aspecto, también se equivocó el diablo en cuanto a Jesús. Se equivocó, porque pretendió
tentar a Jesús en su NATURALEZA DIVINA. Por esta razón Jesús le
respondió: (Mateo 4:7) “Jesús le
dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”. Claramente aquí
Jesús habló como Dios que es.
3)
En cuanto a su dependencia (si
del Padre, o del diablo). (Mateo 4:8,9) “8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares”. Vemos que el diablo, como tentador, fue
perdiendo poder conforme Jesús resistía las tentaciones. Este mismo
principio se aplica a nosotros, cada vez que resistimos una tentación, frente a
la siguiente. En su desesperación,
directamente el diablo le quiso llevar a que renunciará a su dependencia y amor
al Padre, para depender del maligno, tentándole con lo valioso material
de este mundo (esto el diablo lo conseguirá con el Anticristo). No tuvo en
cuenta ya ninguna estrategia de engaño, considerando la naturaleza doble de
Jesús, sino que lo atacó con su última andanada. Como dije, esta fue señal de su impotencia como tentador. El deseo
carnal aceptado es la jaula de oro que encierra a los que así viven. El tentador se extralimitó en su afán de
tentar. El diablo sabía que Jesús no sólo era un hombre como todos
nosotros, sino que también tenía la NATURALEZA
DIVINA. Era verdadero Hombre
y Verdadero Dios (Filipenses 2:6,7)
“6 EL cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres”. Aun y con
esto, el área de su tentación abarcó mucho más que la simple y rutinaria acción
con la que el maligno tienta a los hombres. El diablo se equivocó porque las Sagradas Escrituras claramente
aseguran que Dios no puede ser tentado: (Santiago 1:13) “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado
de parte de Dios; Porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni ÉL tienta a nadie”. Así que vemos que
el tentador y su poder son limitados por su propia naturaleza caída, siendo
como es, además, UNA CRIATURA.
La otra razón por la cual sabemos que su poder para el mal es inferior al PODER de Jehová Dios, es porque nuestro Señor Jesucristo nos ha prometido que bajo la
condición de arrepentimiento: (Romanos
5:20,21) “20 Pero la ley se
introdujo para que el pecado abundase; Más
cuando el pecado abundó, sobreabundó la GRACIA; 21 Para que así como el pecado reinó
para muerte, así también la GRACIA
reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. Fue
muy tonto, por parte del diablo buscar el tentar a Jesús como Hijo de Dios,
pero sabemos que el diablo a pesar de en su día haber conocido y visto a Dios
cara a cara.
Ahora
veamos la TENTACIÓN
y CONCUPISCENCIA: (Santiago
1:14) “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido”. Este es el primer motivo peligroso de la tentación: LA CONCUPISCENCIA. Por ella se
produce la atracción que pretende llevarnos a ser seducidos. La seducción según el diccionario se
describe así: (Fascinación o atracción de una cosa o una
persona que provoca su deseo).
La
seducción es una jaula de oro y brillantes… ¡¡PERO ES UNA JAULA!!!
Es la trampa del diablo, en la que uno cae, y cuando alguien es atrapado
significa que, ha sido, ligado, yugado, encarcelado y encadenado, y queda a
merced de las consecuencias de la misma. Moralmente esta consecuencia es el
pecado, con sus consecuencias. Las ligaduras,
(Salmo 18:4,5) “4 Me rodearon ligaduras de muerte, y torrentes de
perversidad me atemorizaron. 5 Ligaduras del Seol me rodearon, me
tendieron lazos de muerte”. El diablo usa mucho a la mujer insensata para
atrapar a un hombre de Dios: (Eclesiastés
7:26) “Y he hallado más amarga
que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus
manos ligaduras. El que
agrada a Dios escapará de ella; Más
el pecador quedará en ella preso”. El yugo es opresión en la cual uno
vive en su propia casa: (Gálatas 5:1) “Estad,
pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra
vez sujetos al yugo de esclavitud”. Cuando
se cae en la tentación el diablo lo encadena: (Lam 3:6-9) “6 Me dejó
en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo. 7 Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas
mis cadenas; 8 Aun cuando clamé y di
voces, cerró los oídos a mi oración; 9 Cercó
mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos”. El tentador no pierde el
tiempo porque inmediatamente al que cae en la tentación lo meta en la cárcel: (Isaías 14:16,17) “16 Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán,
diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los
reinos; 17 Que puso el mundo como un
desierto, que asoló sus ciudades, que
a sus presos nunca abrió la cárcel?”. Todo esto sucede cuando uno es
atraído por la tentación. En cuanto
al asunto de la atracción concupiscente de la mujer necia, es una
mujer que no teme a Dios, que es soberbia y desperdiciadora, se da a la
comodidad, ciertamente arruina a su
familia, como si derribara su casa: (Proverbios 14:1) “La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba”.
Para describir la tentación en animales para cazarlos se necesita poner algo
irresistiblemente atractivo, en la trampa para que sean seducidos y caigan en
diversas trampas. Y el tentador el
diablo, sabe muy bien la debilidad que existe en el ámbito sexual de los seres
humanos, por esta razón pone en su trampa la mejor carnada que como tentador
sabe que con nuestra concupiscencia caeremos otra vez más. Así como una
presa puede ser llevada a una muerte, cierta por medio de carnadas atractivas,
la tentación promete algo bueno al ser humano, que en realidad es dañino. Es evidente que el poder de la tentación
radica en la concupiscencia de cada uno. (Santiago 1:15,16) “15 Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. 16 Amados hermanos míos, no erréis”. El
asunto de la tentación es menester entenderlo en toda su dimensión, para estar mejor preparados ante los
ataques del tentador el diablo, la carne y el mundo, enemigos estos,
que sin duda y mientras existan, no cejarán en su empeño de destruirnos. Se refiere a los deseos pecaminosos que brotan del alma
humana para disfrutar o adquirir algo que satisfaga a la carne.
La naturaleza caída del hombre tiene
la propensión fuerte a desear cualquier pecado que la deje satisfecha. Y así es.
En este caso, la tentación actúa
directamente por la concupiscencia, y por la concupiscencia del individuo.
Evidentemente, esa concupiscencia o estimación lujuriosa, variará de individuo
a individuo, en función a las tendencias heredadas (y eso tiene mucho que con
la acción de espíritus inmundos y sus estímulos). Tendrá que ver también con el ambiente donde esté o haya estado
dicho individuo; Lo que recibiera como niño; Y sobre todo, con sus
elecciones por sus preferencias personales: (2 Juan 1:10,11) “10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta
doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido!
participa en sus malas obras”. Nuestro padre Celestial quiere que nos guardemos
de toda tentación al cuidar mucho con quienes nos juntamos: (2 Tesa 3:14) “Si alguno no obedece a
lo que decimos por medio de esta carta, a
ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence”.
Y por último esta advertencia de parte
de nuestro Creador, porque son muchas las justificaciones que debido a nuestra
concupiscencia se manifiestan: (1Corintios 5:9 al 13) “9 Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; 10 no absolutamente con los fornicarios
de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues
en tal caso os sería necesario salir del mundo. 11 Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que,
llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o
borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. 12 Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera?
¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? 13 Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. Los
cristianos tienen que evitar la familiaridad con los que desprestigian el
nombre cristiano. Los tales son compañía apta para sus hermanos de pecado, y en
esa compañía deben ser dejados, cada vez que sea posible hacerlo. ¡Ay, que haya
muchos llamados cristianos cuya conversación es más peligrosa que la de los
paganos! Predicador de la Sana Doctrina de Cristo: Víctor Preciado. Si usted no tiene la intención de guardar esta hoja, tenga la amabilidad de
entregarla a otra persona interesada. Para la difusión gratuita entre
cristianos, se permite fotocopiar esta hoja (por favor no cambiar el texto).
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