ESTUDIO
BIBLICO: “RELACIONARSE CON EL
ESPÍRITU SANTO”
(Lucas11:46-52) “46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque
cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun
con un dedo las tocáis. 47 ¡Ay de vosotros, que edificáis los
sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! 48 De modo que
sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros
edificáis sus sepulcros. 49 Por
eso la sabiduría de Dios también dijo: Les
enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros
perseguirán, 50 para que se demande
de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la
fundación del mundo, 51 desde la
sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el
templo; sí, os digo que será demandada de esta generación. 52 ¡Ay de vosotros,
intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis”.
LO CIERTO
ES QUE EL ESPÍRITU SANTO YA ESTÁ AQUÍ. El bajó del cielo
en la Aposento Alto en Pentecostés. ¡Y
el nunca se ha ido!
JESÚS
PROMETIÓ,
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo
conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros”. (Juan
14:16-17).
Considera
una frase que Jesús usa aquí: “PERO
VOSOTROS LO CONOCÉIS”. Recientemente, mientras leía esas palabras en mi
estudio al preparar este mensaje, me
hace vibrar y me sacude todo mi Ser. Me doy cuenta que realmente no sabemos
mucho del Espíritu Santo.
LA IGLESIA HABLA
MUCHO ACERCA DEL ESPÍRITU. Enseñamos
una doctrina de Jesús sana porque toda es inspirada por el Espíritu Santo. Hablamos acerca de ser llenos
con el Espíritu, caminar y vivir en el Espíritu, tener los dones del Espíritu,
recibir consuelo del Espíritu, y redargüidos por el Espíritu Santo.
Pero es posible conocer todas las enseñanzas del
Espíritu Santo y aun no conocerle a Él. Si yo te preguntara, “¿Recibiste el Espíritu Santo?” ¿Cómo
contestarías?
Algunos dirían, “Si,
yo recibí el Espíritu cuando Jesús me salvo. Fue el Espíritu Santo quien me
trajo al reino de Cristo.” Otros contestarían, “Si, he recibido el Espíritu, porque hable en lenguas cuando el entro a
mi vida. Yo oro en el Espíritu, y las lenguas son la evidencia que le he
recibido.”
Sin embargo, recibir el Espíritu es más que una sola
experiencia. La palabra “recibir”
significa “echar mano de aquello que es
dado,” “hablar con denuedo la
Palabra de Dios,” “es que las
personas entiendan las enseñanzas sanas de Jesucristo” “es que exista evidencias
de cambios por haberse encontrado y recibido al Espíritu Santo”.
EN RESUMEN,
recibir es desear una capacidad expandida PARA MAYOR CONOCIMIENTO DE QUIEN ES
EL ESPÍRITU y de que se trata su ministerio, (1Pedro2:6-10) “6 Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en
Sion la principal piedra del ángulo, escogida,
preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado. 7 Para vosotros, pues, los
que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los
edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; 8 y: Piedra de tropiezo, y roca que
hace caer, porque tropiezan en la
palabra, siendo desobedientes; a lo
cual fueron también destinados. 9 Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros
que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que
en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”. De hecho, el Espíritu
Santo no es recibido por alguien hasta que se le permite tomar completo control
del templo de esa persona.
Pablo le pregunto a los Gálatas, “¿Cómo recibieron el
Espíritu? ¿No lo recibieron por fe?” Entonces el declara, “Ustedes declararon
por fe que lo que recibieron del Espíritu lo recibieron por fe. Así que, ¿ha
habido un continuo ‘ministerio del Espíritu’ a ustedes por fe? ¿Están
ejercitando la fe para ir más profundo en el Espíritu?” (Galatas3:1-5)
“1 ¡Oh
gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros
ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como
crucificado?
2Esto solo quiero saber de vosotros:
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de
la ley, o por el oír con fe? 3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el
Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4 ¿Tantas cosas habéis padecido en
vano? Si es que realmente fue en vano. 5
Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros,
¿lo hace por las obras de la ley, o por
el oír con fe?”.
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Aquí
tenemos algo sorprendente: Dios nos ha dado el gran regalo de su Espíritu, quien
toma residencia en nuestros corazones, pero nosotros actuamos como que él no está
aquí.
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Sabemos que el Espíritu Santo esta aquí en la tierra y
que él nunca se ha ido. Sabemos que él mora en nosotros, haciéndonos su morada,
nuestros cuerpos convirtiéndose en su templo. Sin embargo, la mayoría del
tiempo vivimos como si el Espíritu
estuviera en algún lugar en el cosmos o en algún templo, no en nuestro medio o dentro de nosotros.
Lo cierto es que el Padre no envió su Espíritu para
demostrarnos cuan interesado está él en cada aspecto de nuestras vidas. El
Espíritu Santo fue enviado como nuestro
amigo que nos habla con verdad aunque nos duela, nuestro consolador,
nuestro guía. En vista de este sorprendente hecho, la pregunta para cada uno de
nosotros es, “¿Cuán bien conozco yo al
Espíritu? ¿Realmente lo conozco en estas formas?”
Jesús aclara que el Espíritu Santo debe ser para
nosotros todo lo que Cristo fue a sus propios discípulos cuando él estaba aquí
en la tierra. Considera:
Jesús le dice a todo aquel que le sigue, “No los dejare sin consuelo.” El nos está
diciendo, en otras palabras, “Les envío a Uno quien los defenderá y guardara.
No los dejare impotentes, vulnerables a los engaños de Satanás. Regocíjense,
porque les estoy enviando a Uno que el poder del cual es mayor que cualquier
otro poder en el universo.” (Juan
16:7-14) “7Pero yo os digo la
verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; mas si me fuere,
os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de
pecado, de justicia y de juicio. 9
De pecado, por cuanto no creen en mí;
10 de justicia, por cuanto voy al
Padre, y no me veréis más; 11 y de
juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. 12 Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él
os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 El
me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Jesús dice que no tan solo el Espíritu esta aquí,
viviendo en mí. El también dice que yo lo conozco. Por lo tanto, tengo que
preguntarme: ¿Cómo conozco yo al
Espíritu? ¿Cuáles son las marcas, la evidencia, que me hace conocerle, que
me haga reconocer su presencia permanente, para
experimentar su cercanía? (Lucas
6:46) “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”
Simplemente,
yo conozco el Espíritu Santo por los cambios que él está obrando en mí. Yo no
conozco el Espíritu meramente al mirar los cambios que el ha hecho en otros.
Puedo verlo reflejado en mis hermanos y hermanas, pero yo conozco al Espíritu
solo por su obra en mi propia vida.
Como puedes ver, la obra que el Espíritu Santo hace en
nosotros es tan personal. Mi cuerpo es su templo, y en mi, el ministra
diariamente nuevas revelaciones de Cristo. Es su obra que me ha hecho volverme
del mal, a tener hambre y sed de justicia, a ansiar continuamente, “Ven, Señor Jesús.” (Rev 22:17-21) “17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del
agua de la vida gratuitamente. 18 Yo
testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios
traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y
de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. 20 El que da testimonio de estas cosas
dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí,
ven, Señor Jesús. 21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo
sea con todos vosotros. Amén”.
Permíteme hablarte ahora acerca de los dos ministerios
primordiales del Espíritu. Cuando nosotros conocemos su ministerio y creemos
que él está obrando en nosotros, entonces somos capaces de elevarnos por encima
de las pruebas y los temores. Su ministerio hasta nos permite mirar la muerte
de frente y mantenernos llenos de esperanza y gozo.
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1.
Considera primero el ministerio de consuelo del Espíritu Santo.
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Jesús llama
al Espíritu Santo “El Consolador.” Es una cosa conocer al Espíritu
Santo como nuestro Consolador. Pero
también debemos saber como el nos consuela, para que podamos distinguir cual consuelo es de la carne y cual es del
Espíritu.
POR EJEMPLO, considera
al hermano o hermana en Cristo quien esta abrumado por la soledad. Esta persona
ora por el consuelo del Espíritu Santo y espera que ese consuelo venga como un
sentimiento. Él lo imagina como un suspiro
repentino del cielo, como un sedante espiritual a su alma. En su pensar, el
consuelo viene como un dulce adormecer de la mente, trayendo unas pocas horas
de alivio.
PERO A LA
MAÑANA SIGUIENTE, EL SENTIMIENTO DE PAZ SE HA IDO.
Como
resultado,
el o ella comienza a creer que el Espíritu Santo ha negado su pedido. ¡No, nunca! El Espíritu Santo no nos
consuela manipulando nuestros sentimientos. Su forma de consolar es
vastamente diferente y es detallada claramente en la Escritura. No importa cuál
sea el problema, prueba o necesidad, su ministerio y el consuelo es llevado a
cabo al traer verdad: “… el Espíritu de
verdad…” (Juan 14:17a).
El hecho es
que, nuestro consuelo viene de lo que sabemos, no del que sentimos. Solo la verdad sobresale a los sentimientos.
Y el ministerio consolador del Espíritu Santo comienza con esta verdad
fundamental: Dios no está enojado contigo. El te ama.
“Y LA
ESPERANZA NO NOS DEFRAUDA, PORQUE EL AMOR DE DIOS HA SIDO DERRAMADO EN NUESTROS
CORAZONES POR EL ESPÍRITU SANTO QUE NOS FUE DADO.” (Romanos 5:5). El
significado griego aquí es aun más fuerte que lo que la traducción sugiere.
Dice que el amor de Dios “SALE A
CHORROS” en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
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LA IMAGEN
AQUÍ ES DE UN CORAZÓN QUE ESTA SOBRECARGADO
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Una carga insoportable puede ser ocasionada por temor,
vergüenza, tristeza, aflicciones, tentaciones, desanimo, muerte de un Ser
querido que es tan grande el espacio en nuestro corazón que nadie lo puede
llenar, solo la grandeza del Espíritu Santo. Pero, sin importar la causa, el
consuelo es necesario.
Ahora, repentinamente, se escucha una voz, haciendo eco
a través de cada pasillo del alma. Es la
voz del Espíritu Santo, declarándole a esa alma, NADA PUEDE SEPARARTE DEL AMOR DE DIOS, como dice en: (Rom 8:38,39) “Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Mat 26:41) “Velad
y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil”.
ESTA VERDAD
– UNA VEZ CREÍDA – rápidamente se convierte en un chorro de agua viva,
llevándose cada tropiezo. “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo
lo que yo os he dicho.” (Juan 14:26).
En esta forma, el Espíritu Santo juega una parte
central en nuestra adopción de hijos al Padre. El Espíritu es el maestro en nuestro diario caminar con Cristo, y
nosotros somos sus estudiantes. Y él nos enseña que somos adoptados. Nosotros
somos la familia de Dios, sus hijos e hijas.
¿Cómo trae el Espíritu esta verdad a la memoria? El nos
recuerda la más gloriosa proclamación jamás dicha por Jesús: “Yo soy el Hijo de
Dios. Yo tengo un Padre en el cielo. Y mi Padre me ama.” (Joh 14:21-24) “21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése
es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él. 22 Le dijo
Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a
nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará;
y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis
palabras; y la palabra que habéis oído
no es mía, sino del Padre que me envió”.
Las palabras de Jesús aquí se hacen nuestras palabras,
al ser adoptados en la familia del Padre, haciéndonos hermanos y hermanas en
Cristo. “Y por cuanto sois hijos, Dios
envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba,
Padre!” (Gálatas 4:6).
Es el Espíritu Santo quien clama de nosotros, “Recuerda
lo que Jesús dijo: tu eres un hijo, una hija del Dios Todopoderoso. Tú tienes
un Padre en el cielo que te ama. Así que recuerda quien eres. Tú no estás solo.
Mantén las palabras de Jesús en tu mente: ‘Dios te ha amado, tal como me ama a mí.”
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Esta verdad,
que el Espíritu del Hijo mora en mi se ha convertido
en una gran
fuente de paz y consuelo en mi caminar con el Señor.
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El enemigo puede entrar como una inundación sobre mí,
llevándome bajo temor, culpa o ansiedad. Pero yo puedo invocar esta oración
inmediatamente: “Espíritu Santo,
minístrame ahora, enséñame, hazme recordar. Recuérdame las promesas de Jesús
acerca de mi seguridad como hijo de Dios.”
El Espíritu entonces clama en mi y en tí, “Recuerda a
Abba, tu Padre. Tú eres justificado, y tienes acceso a él por medio de nuestro
Señor Jesucristo. Ahora, clama de tu alma esta proclamación: “Yo soy hijo de
Dios. ¡Ahora yo camino en el Espíritu del Hijo de Dios!”
“Mas a
todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). “Todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, son hijos de Dios…” (Romanos 8:14).
De igual manera, Pablo nos dice que como hijos e hijas
de Dios, nos es dado el mismo Espíritu que estaba en Cristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de
los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en
vosotros.” (Romanos 8:11).
¿VEN CUÁN
IMPORTANTE ES ESTE PAPEL DEL ESPÍRITU? A veces yo me
puedo sentir espiritualmente muerto. Puedo sentirme frío en mi corazón, sin
vida, como si el fuego en mi es tan solo una chispa ahora, un llama
parpadeante. Pero la realidad es, hay una fuerza de vida que siempre está
obrando en mí.
Si yo creo la Palabra de Dios, y yo confío en Cristo,
entonces sin importar como me siento –sin importar como yo pueda juzgarme a mí
mismo o me sienta condenado – el Espíritu de Cristo en mi aun esta respirando
vida a mi alma. Dios aun me está amando,
y el Espíritu Santo esta aun obrando.
Piensa por un momento acerca de un precioso ser querido
que conoces, alguien que quizás esté sufriendo o en su cama de muerte.
El cuerpo mortal de ese ser querido se está gastando. Pero nosotros sabemos que todos los que
están en Cristo están en un proceso de resurrección. Ciertamente, el mismo
Espíritu que invadió el templo de Cristo en la tumba también viene a levantar a
tu preciado Ser querido a vida eterna. En el punto de profundo sufrimiento,
el Espíritu dice esta consoladora verdad en él: “Vas a tu Abba Padre.” “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas
4:6). (Forma enfática del arameo ab
(padre), usada por lo general para expresar una relación íntima con Dios).
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Otra fuente
de consuelo es saber y creer que el Espíritu Santo ha venido
a hacer
guerra contra las lujurias y atractivos de nuestra carne.
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“… porque
el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la
carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.”
(Gálatas 5:17).
Una guerra interna aun ruge dentro de nosotros. Cada
cristiano puede decir, “Yo sé que Dios
me ama. Lo conozco como mi Padre, y yo sé que soy su hijo. Yo sé que soy
justificado a los ojos de Dios, y tengo acceso a mi Señor. Pero aun hay una
guerra dentro de mí. Aun lucho contra pensamientos carnales, contra horribles
tentaciones. Y esta guerra nunca parece terminar.”
Amado, esta
guerra es una realidad para cada cristiano. Pensamos cosas que
no son dignas de Cristo. MIRAMOS COSAS
QUE NO DEBEMOS, somos tentados por cosas que no debiéramos ser tentados, ESCUCHAMOS COSAS A LAS CUALES NO DEBEMOS
PRESTAR OÍDO. Y todo esto nos hace
sentir indignos e impuros.
Estas batallas pueden ser tan intensas y tan
frecuentes, que a veces sentimos como que estamos perdiendo la guerra. Hasta el
apóstol Pablo se sintió así, gritando en angustia: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”
(Romanos 7:24).
Sin embargo, en contesta a nuestro clamor, el Espíritu
Santo viene con verdad que trae consuelo: “No os ha sobrevenido ninguna prueba
que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo
que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida,
para que podáis soportarla.” (1 Corintios 10:13). En resumen, Pablo dice, tú estás peleando la misma guerra que es
experimentada por santos piadosos por todo el mundo. Tu prueba no es algo
peculiar o especifico a ti. El apóstol Pedro nos asegura también: “Amados, no os sorprendáis del fuego de
la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera.”
(1 Pedro 4:12).
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Dios dice
que hay poder en mi que es mayor que mi carne.
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“Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4).
LA RAZÓN
POR LA CUAL TU CARNE SE HA LEVANTADO EN TU CONTRA – la razón por la cual
Satanás te ha inflamado—es porque tú has invitado al Espíritu dentro de ti y
que tome control. Es tan simple como eso: tú estás siendo tentado porque el
Espíritu ha estado haciendo cosas maravillosas en ti. Y su obra ha despertado
la ira de Satanás.
CIERTO, QUE
TU CARNE ES ENEMISTAD CONTRA EL ESPÍRITU. Pero el Espíritu
Santo es más que vencedor sobre tu carne. Nosotros sencillamente tenemos que
darnos cuenta que esta batalla nunca va a terminar en nuestra vida. Por eso es
que Pablo nos da estas palabras: (1Corintios
10:11-14) “11 Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a
quienes han alcanzado los fines de los
siglos. 12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no
caiga. 13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar. 14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría”.
Aquí otra vez esta la verdad del Espíritu Santo que nos
trae consuelo: Tenemos un escape de cualquier temor de ser vencidos.
Esta verdad nos muestra tres cosas importantes, cosas que debemos pedirle al
Espíritu que nos recuerde:
1) “Mi
guerra interna es una lucha común para todos. Por lo tanto, no voy a
tragarme la mentira de que soy un extraño, impuro hijo de Dios.”
2) “Debo
siempre estar consiente – debo mantener un sentir continuo – que
Dios me ama tanto que el me ha dado su propio Espíritu. El es tan tierno y se
preocupa tanto por mí, que él ha enviado el Espíritu Santo para que pelee mis
guerras. El Espíritu no ha venido como
algún espía, investigándome para encontrar iniquidad. El solo tiene mi
bien, mi beneficio, en mente.”
3) “Debo
echar fuera toda condenación. Tengo que pedirle al Espíritu que traiga a
mi mente las palabras de Pablo: (Romanos
8:1) “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Ahora considera otro aspecto del ministerio del
Espíritu Santo.
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2. El
Espíritu Santo ha venido a guiarnos a una vida de oración.
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(Romanos
8:26) “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué
hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede
por nosotros con gemidos indecibles”.
Considera lo que Pablo está diciendo aquí acerca del
papel del Espíritu Santo en nuestra vida de oración. Nos confundimos acerca de la oración, haciéndola parecer tan
complicada. Si vas a cualquier librería cristiana, encontraras muchos
libros sobre este tema, con fórmulas detalladas sobre como orar.
Esta
multitud de teorías y fabulas pueden traer confusión, trayendo toda clase de
preguntas acerca de la oración: ¿Cuándo es que la oración se convierte en
intercesión? ¿La intercesión es medida por fervor, o bullicio, o el tiempo que
paso de rodillas? Me instruyen a orar según la voluntad de Dios, pero ¿Cómo
conozco su voluntad? ¿Y cómo puedo orar? ¿Cuentan las oraciones mentales?
Exactamente, ¿Por qué cosas oro?”
Tal
confusión puede ser molesta, y hace que pocos oren. Pero nunca hubo un
tiempo cuando las oraciones del pueblo de Dios son más necesitadas que ahora. Vivimos en un mundo enloquecido. Aun en su
tiempo antiguo, Pablo dijo de la tierra, “Toda la creación ahora gime.”
LOS
ECÓLOGOS (Ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con
el medio en que viven) nos dicen que las capas de hielo del mundo
están derritiéndose, que diluvios inundaran la ciudad de México y la mayor
parte de la costa del Pacifico. En el futuro, nos dicen, que el calentamiento
global matara toda vida vegetal. Predicen que la tierra quedara desolada,
totalmente inhabitable.
Las cargas de ansiedades
y (estrés para el mundo) causadas por tales reportes ahora están abrumando
a la gente mundialmente. Y los cristianos no están exentos del estrés. Pablo
dice, (Rom 8:23) “y no sólo ella, sino
que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros
también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención
de nuestro cuerpo”. Mientras los eventos globales empeoran, conspirando
robarle la paz a la gente, sociedades en todas partes están buscando una fuente
de consuelo. Pero no lo están encontrando en psicoterapia, en religión muerta,
en cause, ni aun en caridad.
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Nuestra
única fuente para tal tiempo es la oración de fe.
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La Biblia nos dice, (Juan 14:17) “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede
recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora
con vosotros, y estará en vosotros”. EN
ESTA ETAPA DE MI VIDA Y MINISTERIO, una de mis mayores preocupaciones tiene
que ser que yo mantenga mi vida de oración. Cuando descuido la oración, contristo
el Espíritu de Dios en mí. Si, es posible para nosotros contristar al Espíritu
Santo. Pablo alude a esto cuando escribe: (Efesios
4:26-31) “26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino
trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir
con el que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra
boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia
a los oyentes. 30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el
cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”.
Ciertamente, el Espíritu comparte el dolor de Dios por
la incredulidad y falta de oración de su pueblo. Considera solo unas cuantas
maneras poderosas en que el Espíritu Santo juega un papel en nuestras
oraciones:
- Es durante la
oración que el Espíritu Santo manifiesta la presencia de Cristo en
nosotros.
- Es durante la
oración que el Espíritu sella las promesas de Dios en nuestros corazones.
- Es durante la
oración que el Consolador pronuncia esperanza a nosotros.
- Es durante la
oración que el Espíritu suelta ríos de consuelo, paz y descanso en nuestra
almas.
Estos días, mi oración es esta, “Espíritu Santo,
mantenme en comunión cercana con Jesús. No me permitas descuidar mi tiempo a
solas con Aquel que ama mi alma. Mantenme sobre mis rodillas en humillación
ante ti intercediendo por mis hermanos en la fe, mantenme en rema con tu
palabra, dame sabiduría para guiar a tus ovejas en tus sanas enseñanzas y así entonces
conocer tu consuelo.”
Te animo: haz esta tu oración también.
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