TODOS PODEMOS Y DEBEMOS SERVIR
(Ef.4:11-12)
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
El apóstol
Pablo dice en Efesios 4:11 que el
mismo Señor Jesucristo, resucitado y exaltado, ha constituido en su iglesia a
algunos como apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores
y maestros, “a fin de perfeccionar a los santos”.
LA TAREA de los apóstoles, de los profetas, de los evangelistas, pastores y
maestros. Note que dice también de
los evangelistas, aunque a nosotros nos parece que éstos tienen como primer
llamado predicar el evangelio, es
perfeccionar a los santos.
“Perfeccionar” quiere decir “capacitar”, “entrenar”,
“equipar” a los santos. Obviamente, la pregunta es: ¿Para qué los santos tienen que ser
edificados, perfeccionados? Pablo lo dice: “Para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo
de Cristo”.
Está revelación del Señor está clarísima. Es como si el Señor Jesucristo hubiese reclutado a estos
sus ministros de la palabra y les hubiese dicho:
Yo quiero que ustedes vayan y capaciten a mis santos.
Entrénenlos, equípenlos, perfecciónenlos. Y aquí está el punto, hermanos, porque –el apóstol Pablo
nos explica– que son los santos los que deben hacer la obra del ministerio, los
que deben llevar a cabo la edificación del cuerpo de Cristo.
DESAFORTUNADAMENTE, lo que ha ocurrido en la cristiandad ha sido
completamente al revés. Es como cuando
tú quieres aprender otro idioma, y empiezas aprendiendo la escritura cuando lo
natural del idioma es a través del oído y comenzar hablarlo primero y después
escribirlo.
Así han sido
los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros los que han hecho la
obra del ministerio, los que han llevado adelante la edificación del cuerpo de
Cristo y claro que hay resultados pero abría muchísimo más si dejamos que el
Espíritu Santo se mueva con poder de Dios porque estamos entendiendo y
obedeciendo lo que nuestro Señor Jesucristo nos dice en su palabra.
¿Y QUÉ HA PASADO CON LOS SANTOS? Éstos, en general, han estado observando cómo unos pocos
sirven a Dios. Y no ha sido culpa de ellos; el pecado ha sido primeramente
nuestro. (1Co 1:2-8) “2 a la iglesia de Dios que está en
Corinto, a los santificados en Cristo
Jesús, llamados a ser santos con
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro: 3 Gracia
y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. 4 Gracias doy a mi Dios siempre por
vosotros, por la gracia de Dios que os
fue dada en Cristo Jesús; 5
porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en
toda ciencia; 6 así como el testimonio acerca de Cristo ha sido
confirmado en vosotros, 7 de tal
manera que nada os falta en ningún don,
esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; 8 el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro
Señor Jesucristo”.
LOS ASUNTOS DE LA IGLESIA desafían a los obreros una y
otra vez a alentar el servicio de todos los santos: Si cuando invitamos y
regresamos de la evangelización, y no logramos poner en pie a cada uno de
los hijos de Dios para que se levante a servir, habremos fracasado.
Y EL PROPÓSITO DE ESTA PREDICACIÓN ES: hacer un especial llamado a lograr que sirvan al Señor los hermanos de un
talento, que sean los cristianos anónimos, que están como escondidos,
que quizá piensan en su corazón que no saben hacer nada y que no sirven para
nada. (Mat 25:24,25) “Pero llegando también el que había
recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas
donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por lo cual tuve miedo, y
fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.
AMADOS HERMANOS, la iglesia de Cristo no está compuesta exclusivamente
por apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. No hay dos
clases de cristianos en la iglesia. La iglesia no consiste en unos
pocos que sirven a Dios y una mayoría que no le sirve. LES DIGO ALGO MÁS TODAVÍA: De aquí en adelante, no debemos
pensar que la iglesia está compuesta por el total de gente que asiste a nuestras
reuniones. De aquí en adelante, la
iglesia está compuesta por el número de servidores que ella tenga. Cuantos
sirven a Dios son, entonces, los que componen la iglesia. Porque no
puede haber un miembro del cuerpo de Cristo que no tenga una función.
AMADOS HERMANOS, yo creo que esta es una palabra que todavía necesitamos.
Necesitamos seguir trabajando en esto.
Los ministros de la palabra necesitamos seguir concentrados en perfeccionar a
los santos, en corregir nuestro ministerio, en enfocar bien nuestra misión. Y nuestra tarea consiste en hacer que
absolutamente todos los hijos de Dios –niños, jóvenes, adultos, ancianos–, se
levanten a servir a Dios.
DOS ÁREAS DE SERVICIO
Tanto en español,
como en el texto griego de esta cita de Efesios 4, aparece dos veces la
expresión “PARA”: “...perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio”, y “... para la edificación del cuerpo
de Cristo”. La edificación del
cuerpo de Cristo claramente tiene que ver con la edificación interna de
los hijos de Dios, en tanto que el término “para la obra del ministerio” tiene
que ver con la acción de la iglesia hacia fuera, hacia el mundo. Pablo
dijo: “Perfeccionen a los santos para
la obra”, en singular. Para la
obra del servicio, para la obra del ministerio.
Yo no digo que
ésta sea la interpretación más exacta, pero creo que tiene que ver con lo que
dijo Pablo en (2Corintios 5:18-20) “18
Y todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. 20
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio
de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios”.
Voy a
referirme, entonces, a las dos grandes áreas en que los servidores de Dios –que
son todos los hijos de Dios– deben levantarse a servir. Lo primero es “para la obra del ministerio”; lo segundo
es “la edificación del cuerpo de Cristo”.
EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN
En (2Corintios 5:18-20), el apóstol dice: “…nos dio el ministerio de la
reconciliación”. Aquí “MINISTERIO”
también está en singular. Es el ministerio común a todos los hijos de Dios,
aunque no todos tenemos los mismos dones ni la misma medida de gracia. No obstante, a todos nos ha sido dado un
solo ministerio, algo que es común a todos los hijos de Dios: el ministerio
de la reconciliación. ¿En qué
consiste este ministerio de la reconciliación? (V-19) “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a NOSOTROS la
palabra de la reconciliación”.
Por supuesto
que aquí, cuando hemos estado usando el NOSOTROS,
se está refiriendo primeramente a los apóstoles, pero lo que tenemos que hacer ahora es poner la responsabilidad de
la obra sobre toda la iglesia. Y eso no quiere decir que los obreros no
harán su labor; sin embargo, su labor consistirá precisamente en poner la
responsabilidad de la obra sobre toda la iglesia.
TODA LA IGLESIA DEBE HACER OBRA DE EVANGELISTA. No todos somos evangelistas, pero toda la iglesia debe
hacer esta obra. El ministerio de la
reconciliación, en el (V-19),
se traduce en que nos encargó a nosotros
la palabra de la reconciliación. Y esta no es una palabra complicada
que haya que pasar meses estudiándola. Dice el siguiente versículo que es una
palabra muy simple, pero lo que importa aquí es que la palabra de la
reconciliación se nos encargó a nosotros.
Es una palabra que Dios ha puesto en los labios de cada
hijo de Dios, de cada servidor del Señor. ¿En qué consiste esa palabra? (V-20):
“Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio
de nosotros; os rogamos en el nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.
Dios ha puesto en sus labios la responsabilidad de
llevar esta palabra, y debe salir en nombre de Cristo, y decirle a su vecino, a su compañero de
trabajo, de colegio y de universidad: ¡Reconcíliate
con Dios! ¡En nombre de Cristo, reconcíliense con Jehová Dios! ESTO LO DEBE PROCLAMAR TODA LA IGLESIA.
Nuestro primer ministerio, amados hermanos, es hacia
aquellos que no son hijos de Dios. Y ENTONCES, PREGUNTO: ¿Habrá algún hijo de Dios que no tiene algo
que decirles a aquellos que están sin Cristo? Y Ustedes dicen: Yo no sé predicar. A lo mejor es verdad, pero
estamos hablando de usted y de aquél que no tiene nada del Señor.
Lo que usted tiene es una riqueza que él no tiene; lo que usted tiene es una palabra de Dios que él no tiene. Y ustedes tienen que comunicarla en su
medida, de manera natural, sin complicarse.
NO SALGA A DECIR MENTIRAS. No diga a su vecino: Conviértase a Cristo y se le van a terminar todos sus problemas,
porque es probable que con Cristo hasta vengan más problemas; pero sí puede decirle que no es lo mismo
pasar los problemas sin Cristo que pasarlos con Cristo. Y eso sí es
verdad, eso proclame.
No necesita saber mucho de la Biblia, ni hacer un curso
de predicación. Abra su boca, dé testimonio, comparta lo que tiene.
Estos días he
estado compartiendo Palabra de Poder de Dios, de mucha unción y muchos me comentan después de las reuniones
de la iglesia que sienten mucha paz.
Y lo dicen así: Desde que entré a
esta sala, siento paz.
Y quiero
compartirles que esta palabra, dicha en la congregación, la misma que usted
dijo aquí, ya se lo puede decir a otros; salga a contar eso que ha dicho aquí. Porque afuera no hay paz. Es una buena noticia que le digan a
alguien: Estuve en un lugar donde sentí paz. Así que, si hay algún lugar donde
hay paz, ¿quién no se interesaría por ir allí?
Hermanos, la iglesia del Señor Jesucristo está
establecida en esta localidad; pero no podemos negar que hay miles de habitantes en esta ciudad que están
perdidos, que no tienen al Señor. Y
LES PREGUNTO, ¿con quién cuenta el Señor para evangelizarlos? ¿No es con la
iglesia?
(Romanos 10:11-18) dice: “11
Pues la Escritura dice: Todo aquel que
en él creyere, no será avergonzado. 12
Porque no hay diferencia entre judío y
griego, pues el mismo que es Señor
de todos, es rico para con todos los que le invocan; 13 porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo. 14 ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados? Como está escrito: ¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas
nuevas! 16 Mas no todos
obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios. 18 Pero
digo: ¿No han oído? Antes bien, Por
toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y
hasta los fines de la tierra sus palabras”.
“porque no hay diferencia
entre judío y griego...” Para Dios no hay diferencia entre rico y pobre, entre
joven y anciano, entre hombre y mujer, entre educado e ignorante. “...pues el
mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan.” Porque nuestro Dios es un Dios rico,
abundante, lleno de misericordia, deseoso de salvar a los perdidos y alcanzar a
los que no tienen el conocimiento de Cristo. “Porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo”.
¡Miren qué
glorioso: “Todo aquel”! Como diciendo: “No me importa quién sea: un drogadicto,
un borracho, un ateo”. No importa: “Todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo”. PERO no olviden que
invocar al Señor es obedecerlo.
(Lucas 6:46) “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no
hacéis lo que yo digo?”
ASÍ QUE, ¿CUÁL ES NUESTRA TAREA? Tenemos que lograr que invoquen el nombre del Señor. El
Señor nos dice: Si ustedes logran que
ellos invoquen su nombre de Cristo, Jesucristo los salvará. Hagan ustedes su
parte y Jesús hará su parte.
¿QUÉ ES INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR? en (Romanos 10:9), el apóstol Pablo dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. tenemos que
lograr que los pecadores confiesen con su boca que Jesús es el Señor, y crean
en su corazón que Dios le levantó de los muertos. Entonces, serán salvos, “porque todo el que invocare el nombre del
Señor, será salvo”. Y hacer todo lo que Jesús Nuestro Señor dice (Lucas 6:46).
Obediencia es la clave de la salvación, que nos lleva al arrepentimiento y a
una nueva vida en Cristo Jesús.
AQUÍ ESTÁ EL PUNTO DONDE ENTRAN USTEDES Y YO, HERMANOS:
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han
creído?”. ¿Por qué la gente no invoca el nombre del
Señor JESUCRISTO? porque no cree en el Señor. ¿Cómo uno va a invocar a alguien
en el cual no cree? Es verdad.
La gente no
invoca el nombre del Señor para ser salva, porque no cree en el Señor. “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído?”. Es verdad que no invocan porque no creen; pero también es verdad que no creen porque no han oído de Cristo.
Y sigue la
Palabra de Dios diciendo: “¿Y cómo oirán
sin haber quien les predique?”. ¿Va notando la cadena? El último eslabón
es: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?”.
ENTONCES, MIRA EL ORDEN: El Señor Jesucristo nos ha constituido sus apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros todos sus siervos de Jesucristo. Ahora, sus santos se ponen en
pie, capacitados, entrenados. Tenemos la palabra de Dios por mucho tiempo
su fresca revelación para el entendimiento de su palabra. Pastos verdes para
que maduremos.
Estamos
entrenados, capacitados para salir a ministrar a todos los pecadores que vengan
al arrepentimiento se reconcilien con
Jehová Dios. (2Co 3:14-17) “Pero el
entendimiento de ellos se embotó; porque
hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es
quitado. 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo
está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17 Porque el Señor es el Espíritu; y
donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”.
LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
En (Efesios 4:16), “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por
todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, SEGÚN LA ACTIVIDAD PROPIA DE CADA MIEMBRO, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”
Las frases
intercaladas en este versículo, que están entre comas, muestran cómo tiene que
estar el cuerpo para que, de la cabeza –Cristo–,
reciba el crecimiento y se vaya edificando en amor. El cuerpo tiene que estar “...bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se
ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro”.
Noten el énfasis de esta frase: “según la actividad propia de cada
miembro”. No todos hacemos lo mismo; pero todos hacemos algo. No todos
tenemos el mismo don, pero todos tenemos algún don. No todos tenemos la misma
función, pero todos tenemos una función. Y
tu aporte a la edificación del cuerpo de Cristo consiste en esta mutualidad en
que nos ayudamos según la actividad propia de cada miembro.
Así fluye el
crecimiento de la cabeza a todo el cuerpo, y el cuerpo va edificándose en amor.
Estamos hablando del ministerio entre nosotros, en cómo somos edificados como
el cuerpo de Cristo, cómo nos ayudamos mutuamente –cada uno según su actividad propia.
En muchos
versículos del Nuevo Testamento encontramos la expresión “unos a otros”. AHÍ ESTÁ LA
MUTUALIDAD. No que algunos hacen lo
que otros reciben, sino todos con todos. Esta expresión aparece cien veces
en el Nuevo Testamento griego, y sesenta de ellas se refieren a la relación
entre los miembros del cuerpo de Cristo. Como algunas de ellas están repetidas,
si sólo mencionamos una vez cada una de ellas, quedan 27 expresiones de cosas
diferentes que se producen entre los creyentes.
POR EJEMPLO:
“Tened paz los unos con los otros”. “Debéis lavaros los
pies unos a otros”. “En cuanto a honra, prefiéranse los unos a los otros”.
“Unánimes unos con otros”. “La edificación de unos a otros”. “Recibíos los unos
a los otros”. (Si eres mi hermano, te tengo que
recibir).
“Podéis amonestaros los unos a los otros”. “Saludaos los
unos a los otros con ósculo santo”. (Esto no es una cuestión
cultural; es algo de Dios).
“Esperaos unos a otros”. “Todos los miembros se preocupan
los unos por los otros”. “Servíos por amor los unos a los otros”. “Sobrellevad
los unos las cargas de los otros”. “Sed benignos unos con otros”. “Perdonándoos
unos a otros”. “Soportándoos con paciencia los unos a los otros”. “Someteos
unos a otros en el temor de Dios”. “Estimándoos unos a otros como superiores”.
(¡Qué precioso es esto!).
“Alentaos los unos a los otros con estas palabras”. (¿De
quién es la tarea de alentarse, hermanos? De la iglesia, no de los
pastores).
“Animaos unos a otros”. (Lo necesitamos. No sólo debe
hacerlo quien recibe a los hermanos en la puerta. Usted también).
“Seguid siempre lo bueno unos para con otros y para con
todos”. “Considerémonos unos a otros”. “Confesaos vuestras ofensas unos a
otros”. “Orad unos por otros para que seáis sanados”. “tened comunión unos con
otros”. “Sumisos unos con otros, revestíos de humildad”. “Hospedaos los unos a
los otros sin murmuraciones”.
Y, la que más aparece –diecisiete veces–, “amaos
los unos a los otros”. En el amor están encerradas todas las demás
acciones.
ESO ES LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO. ¿Se da cuenta? Cada santo, con su actividad propia. Su sonrisa, hermanos, tu buen humor, tu
alegría, tu paz, tu seriedad, tu formalidad, todo se necesita. Todo
hace un equilibrio, todo hace una armonía, todo hace una belleza. Según el don
que has recibido, ministra a los demás.
Santos del Señor Jesucristo, ¿hay alguno de
nosotros que todavía no se levanta a servir? Si usted no está sirviendo,
quiere decir que usted va a las reuniones, entrega algunas contribuciones, y
esa es toda su vida cristiana.
NO PUEDE SER. Cada hijo de Dios
debe levantarse a testificar de Cristo a los pecadores. Y entre los santos, es
tarea de todos los santos la edificación del cuerpo de Cristo. Aporte con su
gracia, aporte con su don. Deje que Dios lo use. Sea natural, sea espontáneo, dé lo que tiene. Y eso
pongámoslo al servicio del Señor, para que aparezca la gloria de Cristo, la
plenitud de Cristo entre nosotros.
La Biblia, en (Efesios 4:12,13) dice: “a fin de perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio, para
la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; después de:
“perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo”, dice: “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y
del conocimiento del Hijo de Dios”. Me gusta cómo lo dice: “a fin de”. ¿De cuál fin? De ministros de la palabra que
perfeccionan a los santos y de santos que se levantan todos a hacer la obra del
ministerio y la edificación del cuerpo de Cristo.
“De este fin y con este único fin”, dice Pablo, todos
llegaremos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios; lo
cual quiere decir que si no lo hacemos así, va a ocurrir lo que ocurre hoy: LOS
MENOS LLEGAN A LA UNIDAD DE LA FE Y DEL CONOCIMIENTO DEL HIJO DE DIOS, Y LA
GRAN MAYORÍA NO.
En otras palabras muy pero muy pocos llegan a la unidad
de la fe y este no es el propósito de Jesucristo porque nuestro Señor quiere
que todos alcancen a la unidad de la fe y el punto aquí es que necesita el
pueblo más revelación fresca de la Palabra de Dios para que entienda y
comprenda mejor su Palabra escrita.
PERO SI LO HACEMOS DE ESTE MODO, TODOS LLEGAREMOS. Desde el primero hasta el último, todos llegaremos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. Porque no hay crecimiento si no hay servicio; y si no hay servicio, no
hay crecimiento.
PREDICA
en Lerma por:
Pr.
Víctor R. Preciado Balderrama
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