lunes, 30 de noviembre de 2015

APRENDAMOS EN LA SANA DOCTRINA DE CRISTO QUE EN EL PERFECTO AMOR ECHA FUERA EL TEMOR

APRENDAMOS EN LA SANA DOCTRINA DE CRISTO
QUE EN EL PERFECTO AMOR ECHA FUERA EL TEMOR
(1 Juan 4:18-21) “18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 19 Nosotros le amamos a ÉL,  porque ÉL nos amó primero. 20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de ÉL: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.

LA SITUACIÓN DE UN ALMA DESPERTADA: El temor tiene pena. En la Biblia se mencionan dos clases de temor, siendo muy opuestos el uno del otro. El uno es el temor que se respira en la misma atmósfera del cielo, mientras que el otro es el que se respira en el ambiente del infierno.
1. HAY EL TEMOR DEL AMOR. - Es el temor que se halla en la manera de ser del niño: el temor de Dios, (Prov 1:7) “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Amonestaciones de la Sabiduría”.  (Prov 9:10) “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”. (Salmos 111:10) “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor permanece para siempre”. Es el mismo Espíritu que había en el Señor Jesús. Sobre Él posaba "el espíritu del temor de Jehová Dios".
2. HAY TAMBIÉN EL TEMOR DEL TERROR. - Es el que caracteriza la manera de ser de los demonios: (Santiago 2:19) “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Este temor es el que hubo en Adán después de la caída. Junto con Eva huyó de Dios al oír su Voz y trató de esconderse tras alguno de los árboles del huerto del Edén. Éste fue el temor del carcelero de Filipos: (Hechos 16:28-32) “28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29 El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; 30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa”. Éste es el temor a que nos estamos refiriendo, el temor del tormento. El temor tiene -pena. ¿Algunos de Ustedes han tenido alguna vez este temor que tiene pena? Permitidme explicarles cómo se produce en el alma.

PRIMERO: El hombre natural se desentiende de él y lo ahuyenta absteniéndose de presentarse delante de Dios y evitando todo aquello que -dice- le ocasiona complicaciones. (Jer.48:11) “Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado,  y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado”. El hombre natural es como un campo que nunca ha sido removido con el arado y que se encuentra completamente cubierto de espinos y cardos. ¿Hay entre nosotros alguien que nunca ha temblado por su alma? Muchos de nosotros pensamos que somos mejores que nuestros vecinos. ¡Ay! que nuestro dulce, pero funesto sueño bien pronto será roto y despertaremos a la triste realidad. (Jer 48:12) “Por eso vienen días,  ha dicho Jehová, en que yo le enviaré trasvasadores que le trasvasarán; y vaciarán sus vasijas, y romperán sus odres”. Lot no entendió la transición de Dios para él.
Y Dios le envió trasvasadores, menos mal que ellos fueron trasvasadores de misericordia. Antes, en el capítulo 13 de Génesis, encontramos a Lot negándose a entender otra transición de Dios para su vida. En está ocasión Jehová Dios usó otro trasvasador de misericordia y este fue Abraham. Podemos encontrar que Abraham sí entendía las transiciones de Dios para su vida. Los líderes moabitas son los que resisten los cambios. Se niegan a ser dirigidos por el Espíritu Santo porque no disciernen que es el Espíritu Santo, y se aferran a lo conocido por no entrar a lo desconocido. Por lo cual se estancan en su desarrollo.

SEGUNDO: Cuando el Espíritu Santo de Jehová Dios abre los ojos del hombre natural, hace que tiemble aun cuando sea el más osado y desvergonzado de los pecadores. El Espíritu Santo le muestra el número de sus pecados y hasta diríamos que no le muestra el número de ellos porque no pueden ser contados. Antes de la obra del Espíritu Santo tenía una memoria que fácilmente olvidaba sus pecados; las blasfemias se desbordaban por su lengua y ni siquiera se enteraba. Cada día que transcurría añadía nuevos pecados en la negra lista que llena las páginas del libro de Dios y él ni se daba cuenta. Sin embargo, ahora el Espíritu de Dios le ha hecho sentir el Peso de ellos y la visión de ellos está siempre presente delante de él. Todos los pecados no perdonados, todas las barbaridades cometidas hace ya mucho tiempo -aunque. Hasta ahora completamente olvidadas, se levantan ante él acusándole y produciendo el temor de que estamos hablando. (Salmo 40:12) “Porque me han rodeado males sin número;  Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla”.
TERCERO: El Espíritu Santo hace sentir al hombre la grandeza de su pecado y la tremenda pecaminosidad del mismo. Antes consideraba al pecado como si fuese algo de escasa importancia, como un fantasma producto de una mente débil y supersticiosa, pero ahora se yergue ante él como. Un diluvio en el que habrá de perecer anegado. Siente que la ira de Dios pesa sobre él, le parece que un tremendo sonido de condenación azota sus oídos. Entonces no sabe qué hacer y su temor tiene pena. El pecado aparece ahora como una tremenda ofensa contra un Dios tres veces Santo, contra un Dios que es amor y contra el Señor Jesucristo y su amor. (2Ped 2:15-17) “15  Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, 16 y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. 17  Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre”.
CUARTO: Una tercera cosa que atormenta tremendamente al alma es el descubrimiento de la corrupción que hay en su corazón. Frecuentemente las personas que han sido redargüidas de pecado por el Espíritu Santo, son llevadas a experimentar la espantosa obra que se mueve en su corazón. A menudo la tentación y la convicción de pecado aparecen tan íntimamente relacionadas que producen un tremendo tormento que llena de pena el corazón, la pena del temor, pena que destroza el corazón. (2Tim 4:1-4) “1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.
QUINTO: Otra cosa que atormenta horriblemente al alma radica en el hecho de la convicción que el Espíritu Santo obra en la conciencia haciéndole ver su completa incapacidad para salvarse a ¡sí misma, su total incapacidad para ayudarse a sí misma. Al principio de la experiencia de un hombre -que habiendo estado muerto en delitos y pecados es despertado-, éste piensa: "Pronto saldré de esta horrible situación, pues de ahora en adelante me mejoraré". Traza entonces muchos planes para reformarse y justificarse así a sí mismo. Cambia entonces ¡su vida, trata de arrepentirse e inicia una vida de piedad con oración y asistencia a SERVICIOS en la iglesia.
Sin embargo, pronto descubre que "sus justicias son como trapos de inmundicia" que está intentando cubrir sus miserias con trapos también inmundos; pronto es guiado por el Espíritu Santo a descubrir que cuanto él pueda hacer no significa nada que pueda justificarle, y que de él, sucio por naturaleza, nunca podrá salir nada limpio.
Entonces su alma se hunde en una horrible desesperación. Éste es el temor que tiene tormento. (Efesios 4:22-29) “22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. 25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.

SEXTO: Teme entonces que nunca podrá ser hallado en Cristo. Ya algunos de nosotros quizá sabemos cuánto tormento produce este temor. El libre ofrecimiento de Jesucristo es el hecho que hace todavía más hiriente el temor que lastima nuestro corazón. Han oído predicar acerca de Dios, que está lleno de misericordia, qué invita a los pecadores a acudir a Jesucristo, que Jesucristo nunca echa fuera a los que a Él acuden pero temen que nunca llegar a ser uno de ellos. Temes que han pecado demasiado, que se han excedido, que han pecado más allí de la medida de la gracia. ¡Ah!, este temor tiene un gran tormento. (Mat 11:28) “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Algunos han negado a pensar que no es buena cosa haber sido despertados.

CONSIDERACIÓN 1. - Éste es el único camino que conduce a la paz que excede a todo conocimiento. Es el método que Jehová Dios ha escogido con miras a llevarnos a sentir la urgentemente la necesidad que tenemos de Jesucristo antes de que venga a nuestros corazones. La paz que antes habíamos tenido era la paz de un sueño, una paz irreal; ahora que han sido despertados, comprenden que realmente era así. Preguntar ahora a las otras almas despiertas -y salvarlas después, si ellas se volverían a su antiguo sueño, el sueño de la paz que ahora han hallado será falso.
CONSIDERACIÓN 2. - Aun cuando no lo querías, habrías de ser despertado algún día. Si no lo son ahora, lo serán después en el infierno. En el infierno no habrá ni siquiera un alma que no haya sido despertada; allí todas temblarán llenas de espanto. Los demonios tiemblan, como también tiemblan las almas condenadas. (Santiago 2:19)  “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. ¿No sería mejor temblar ahora que tenéis tiempo de refugiarnos en Jesucristo? Es ahora que Jesucristo está aguardándonos para poder tener misericordia de nosotros.
EL CAMBIO QUE SE PRODUCE EN EL CREYENTE
(1Jn 4:18)En el Amor no hay temor, sino que el perfecto Amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. El amor de que se nos habla aquí, no es el amor que nosotros tenemos para con Dios, sino el amor que Él tiene para con nosotros. Todo lo que hay en nosotros o puede brotar de nosotros es imperfecto. Una vez que hayamos cumplido cuanto nos haya sido mandado habremos de decir: (Luc 17:10) “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”. El pecado se mezcla con todos nuestros pensamientos y con todas nuestras obras.

No nos significaría consuelo alguno que se nos dijera que si amamos a Dios perfectamente, entonces nuestro temor sería echado fuera, porque ¿cómo podemos nosotros obrar tal amor en nuestros corazones, cómo podemos nosotros producir este sentimiento en su perfección? Es el amor del Padre para con nosotros. Lo que echa fuera el temor. (1Juan 4:18) “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. Dios es perfecto y todas sus obras son perfectas. No puede hacer nada que no sea perfecto. Su conocimiento es un conocimiento perfecto, su ira es una ira perfecta, ¡su amor es un amor perfecto. Y es este amor perfecto el que echa fuera el temor.

Pero ¿de dónde procede este amor, o en dónde radica? Se halla y radica plenamente en Jesucristo. En dos ocasiones habló Dios desde el cielo para, decir: (Mat 3:17) “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (Mat 17:5) “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”. Dios está perfectamente complacido con su obra consumada completamente. El corazón infinito del Dios también infinito se desborda en amor para con nuestro Señor Jesucristo. Hubo un tiempo en que exclamó: (Salmos 88:15,16) “15 Yo estoy afligido y menesteroso; Desde la juventud he llevado tus terrores, he estado medroso. 16 Sobre mí han pasado tus iras, y me oprimen tus terrores”. Sin embargo, ahora se halla disfrutando del perfecto amor de Dios, y ese perfecto amor echa fuera el temor.

Jesús es el Salvador de los desesperanzados. Cristo es, no sólo el Salvador de los desnudos y vacíos y de los que no tienen nada bueno y que puedan servirles de recomendación, sino que también es el Salvador de aquellos que se sienten incapacitados para darse a sí mismos. Es completamente imparable que nuestra situación sea, una situación demasiado desesperada para Cristo. Mientras permaneces en la incredulidad, la ira perfecta de Dios se halla amenazadora sobre nosotros. La ira de Dios es tan sorprendente como sorprendente es su amor. Ambos sentimientos brotan del mismo seno. Pero en el mismo instante en que miráis a Cristo, venía a ser hallados en la posición segura de su perfecto amor, amor que no conoce tibieza de ninguna clase, luz sin mezcla de sombra, amor sin nube ni montaña alguna que se oponga como un obstáculo. El amor de Dios echa fuera todos los temores.

EL AMOR NOS DARÁ CONFIANZA EN EL DÍA DEL JUICIO (1Jn 4:17) “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo”.
Existe un día grande del que muy a menudo se habla en la Escritura: es el día del juicio, el día en que Dios juzgará lo oculto de los corazones de los hombres por el Señor Jesucristo. Toda alma no cristiana no podrá mantenerse en el día del juicio. Los impíos no permanecerán en el día del juicio. Actualmente, los pecadores son muy atrevidos y desvergonzados; su cuello se mantiene erguido como si su nervio fuese de hierro, y su frente parece de duro metal. La mayoría de ellos no se avergüenzan cuando son sorprendidos en pecado. Hablando entre nosotros, ¿no es extraordinaria la osadía con que los pecadores participan muchas veces de los actos religiosos, con hipocresía, como si realmente sintiesen lo que no sienten? ¡Con qué desfachatez y sarcasmo juran a veces y hacen sus votos! ¡Con cuánta osadía algunos impíos se acercan a la mesa de Jesucristo! Ah, pero ello durará sólo muy poco tiempo.
Pero cuando vuelva nuestro Señor Jesucristo, nuestro Santo Rey Jesús en toda su gloria, entonces los pecadores, de rostro endurecido por la desvergüenza, serán humillados. Quienes nunca han orado, empezarán a inclinar su rostro en actitud de reverencia y rendición. Los pecadores que presurosos corrían al pecado y también resueltamente a participar de la Cena del Señor o de cualquier otro acto religioso, empezarán a temblar llenos de flaqueza y chocarán sus rodillas entre sí.

¿Quién vivirá el día de la venida de nuestro Señor Jesucristo y quién podrá permanecer en el día del juicio? Cuando los libros se abran, por un lado el Libro de la Vida y por otro la Biblia, los muertos todos serán juzgados por las cosas escritas en ellos. Entonces el corazón de los impíos desfallecerá dentro de ellos y entonces empezará su vergüenza y perdición eternas. Muchos impíos se consuelan ahora pensando que su pecado no es conocido, que ningún ojo humano les ha visto; pero en aquel día los más secretos e íntimos pecados de cada uno serán sacados y llevados a la luz. "Toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". ¡Cómo deberían de temblar y caer cubiertos de vergüenza, oh hombres impíos que se introducen hipócritamente en las congregaciones!

¿No os avergonzaría el que yo ahora descendiese del púlpito y delante de esta congregación los acusara de todos los pecados que han cometido durante la semana transcurrida, sacando a luz, todas las inmoralidades secretas, todo el rencor y malicia que está fuertemente sellado en lo más íntimo de nuestra conciencia? ¿No quedarían llenos de confusión y se taparían el rostro por la vergüenza? ¡Cuánto más en aquel día, cuando los pecados más secretos de toda nuestra vida serán sacados a luz y puestos al descubierto ante todo el mundo! ¡En qué eterna confusión se verá sumida muchas de nuestras almas en aquel día! Nos sentiremos morir de vergüenza, todo nuestro orgullo y vanidad habrán quedado para siempre, -aunque vivos---mortalmente heridos.

SIN EMBARGO, TODOS LOS QUE ESTÉN EN CRISTO JESÚS TENDRÁN CONFIANZA.
1. Porque Jesucristo será el juez. Cuánta paz inundará nuestros corazones aquel día cuando vean, creyentes, que Jesucristo es el juez, aquel que derramó su sangre por nosotros, aquel que es nuestro refugio, nuestro Pastor; nuestro todo. Todos los temores desaparecerán. Exclamaremos entonces: ¿Quién nos condenará? Porque Cristo es el que murió, En la misma bendita mano que contemplasteis abrió los libros, veréis las heridas que sufrió en la cruz cuando llevó sobre el vuestros pecados. Cristo, para vosotros, será el mismo en el día del juicio que es ahora.
2. Porque el Padre mismo os ama. Jesucristo y el Padre son uno. El Padre no haya pecado en vosotros porque como es Cristo, así somos nosotros en el mundo. Seremos juzgados en conformidad a lo que es nuestro refugio, así es que el amor de Dios será en nosotros en aquel día. Sentiremos la tranquilizadora sonrisa del Padre posándose sobre nosotros en tanto oiremos la voz de Jesucristo decir: "Venid, benditos de mi Padre".
Aprendamos a no tener ningún temor ahora en tanto vivimos aquí en la tierra, si en verdad somos de Jesucristo, porque tampoco lo tendremos en aquel día No temas, sino aguarda al Señor Jesucristo y tengamos buen ánimo.

LAS CONSECUENCIAS DE ESTAR EN EL AMOR DE DIOS.
(1Jn 4:19) “Nosotros le amamos a él,  porque él nos amó primero”. Cuando un pobre pecador se acerca a Jesús y halla en Él todo el amor perdonador de Dios, siente que nace de su corazón un sentimiento de gratitud y de amor que no puede ocultar. Cuando el hijo pródigo regresó a su hogar y sintió los brazos de su padre abrazándole fuertemente, sintió nacer tan vigoroso como el abrazo un sentimiento tierno de gratitud y amor para con su ofendido, pero amante Padre. Y del mismo modo cuando los rayos del Sol de Justicia se derraman sobre un alma, hace nacer y elevarse de lo más íntimo de ella sentimientos de amor para con Dios nunca antes conocidos.

Algunos de nosotros nos estamos esforzando por amar más a Dios. Vengamos, pues, a Dios. Y dejémonos amar por Él, aunque nos sintamos cuán indignos somos. Es mucho mejor ser amado por Él que incluso amarle, y, además, es el único y eficaz camino por el que podemos aprender a amarle. Él amor de Jesucristo nos constriñe. "Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero" El único remedio que puede curar nuestros corazones de su fría dureza es mirar el corazón de Jesús.
Algunos de nosotros no teníamos el amor a Dios porque amábamos algún ídolo. Tengamos por cierto que nosotros nunca habíamos acudido al amor de Dios, y saben que ¡sobre nosotros descansa la maldición de Dios: (1Co 16:22) “El que no amare al Señor Jesucristo,  sea anatema. El Señor viene”.


PREDICADORA DE LA SANA DOCTRINA DE CRISTO: ASUCENA ALAMILLO;
Hola hermanos les saludo con mucho amor en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y con un solo propósito de que sean edificados sus vidas y sus ministerios, me gozo el saludarles y el que Dios me dé la oportunidad de servirles si me lo permiten, y con todo respeto a su doctrina o denominación, mi único interés es que corra la Sana Doctrina de Cristo.
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