LA INCREDULIDAD ES
UN PECADO CONTRA LA DOCTRINA DE CRISTO
Esto es una verdad en la actualidad,
y si hoy vemos epidemias sobre la tierra, enfermedades contagiosas e
incurables, la peor epidemia que profetizo el Señor Jesús para este último
tiempo, se llama “incredulidad”. (Marcos 16:14) “Finalmente se apareció a los once mismos,
estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de
corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”. Jesús
dijo: (Lucas 18:8) “Cuándo venga el Hijo del hombre, ¿hallara fe en la tierra?”. La pregunta
implica no solo falta de fe en la tierra sino también en el pueblo de Dios. ¿Por
qué Jesús diría esto? La fe es uno de los temas más hablados en la iglesia. Entonces,
¿Qué nos está diciendo Jesús cuando pregunta, ¿encontrare algo de fe?
Nuestra identidad, como cristianos
creyentes debemos de estar caracterizados por la fe. Un creyente sin fe sería una contradicción de la Doctrina de Cristo. Sin
embargo, la enseñanza de las Escrituras y nuestra honestidad nos llevan a
admitir que la presencia de la incredulidad es muy real en los creyentes.
Ciertamente es una misericordia divina el hecho de que nuestra salvación no
dependa de la cantidad de nuestra fe, sino del objeto de la misma. Si tú puedes
venir a Cristo y descansar en Él no será en vano. No llegues a pensar que es el
vigor de la fe lo que justifica. No, no;
nuestra justificación es en Cristo y gracias a su justicia, la cual se
recibe por la fe.
En varias ocasiones describió a los
discípulos como “hombres de poca fe”
(Mt.6:30; 8:26; 14:31; 16:8; 17:20). Obviamente
hubiera preferido que se caracterizaran por ser hombres de mucha fe. La debilidad en la fe nos expone a
ansiedades y temores, a derrotas espirituales y a una vida de oración
infructífera.
Los discípulos que iban camino a
Emaús estaban muy tristes (Luc.24:17). Humanamente hablando tenían razones para
sentirse así. Su maestro había muerto. Pero lo peor era que sus esperanzas
habían muerto también. Observemos cómo hablan de sus expectativas en tiempo
pasado: “Esperábamos que él era el que
había de redimir a Israel” (v.21).
Oyen el reporte de que estaba vivo, y no se produce un cambio de actitud en
ellos. ¿Qué mensaje tenía Cristo para
ellos? “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho!” (v.25). Sabemos que los once apóstoles fueron culpables de la misma
falta de incredulidad. Y Cristo resucitado se dirigió a los once y (Mr.16:14) “Finalmente se apareció a
los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían
creído a los que le habían visto resucitado”.
Jesucristo no se limitó a ver la
tristeza de sus discípulos, sino que habló de la raíz del problema; su
incredulidad y falta de fe, porque no comprendían el conocimiento vivido con
Jesús durante los tres años que vivieron con Él, y no lo podían entender hasta
que Jesucristo les abrió el entendimiento, (Lucas
24:45) “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las
Escrituras”.
(Hebreos 3:12-15,19)
“12 Mirad,
hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los
otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado. 14
Porque somos hechos participantes de Cristo,
con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del
principio, 15 entre tanto que se
dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación. 19 Y vemos que no
pudieron entrar a causa de incredulidad”.
La
Doctrina de Cristo nos dicen que debemos reconocer la
incredulidad en nosotros mismos cuando nos “apartamos
del Dios vivo”. Sin embargo, ¿qué
significa apartarse del Señor? Esto pasa por nuestra duda acerca de la
fidelidad de Dios. Si permitimos crecer aun pequeñas semillas de
incredulidad en nuestro corazón, terminaríamos en una condición penosa. Este
pasaje nos advierte, que velemos, y no permitamos que nada de incredulidad eche
raíz en nosotros. La incredulidad tiene que ver con rechazar
la relación de amistad que quiere Dios establecer y mantener con el hombre a
través de su hijo, Jesucristo y es por eso que nos dio una instrucción y se llama
Doctrina de Cristo.
La injusticia es una de las
características de nuestro mundo, y por eso la esperanza del cristiano no está
en esperar que este mundo se torne mejor, sino
en el retorno glorioso de Jesucristo al final de la historia. Mientras tanto, es el deber de los
cristianos mantenerse suplicando en oración que Dios haga justicia. Sólo la fe nos inspirará a persistir a
pesar de las dificultades, los obstáculos y la oposición. Es una fe que
debemos pedir a Dios que nos dé, y una que también debemos ejercitar cada día,
de modo que no vivamos tanto por la vista, sino en la práctica continua de la
confianza en Jehová Dios y sus promesas. La
incredulidad está muy cimentada en nuestro mundo. Y cuando Cristo vuelva, la fe
estará en su nivel más bajo. La pregunta de Jesús implica que tal fe no
será hallada en la tierra a menos que sus discípulos aprendan a orar siempre y
no desmayar. Propongámonos, en
dependencia de Dios, que con nosotros como pequeño remanente será diferente.
(Heb. 10:39) “nosotros no somos de los
que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.
La incredulidad en el hombre se
manifiesta con actitudes de rebeldía frente a la Doctrina de Cristo porque es
muy fácil cuando alguien te dice que pertenece a una religión, pero cuando
nosotros decimos que somos de la Sana Doctrina de Cristo no creen que sea de
parte de Dios. Si
nosotros permitimos que crezcan aunque sean pequeñas semillas de incredulidad
en nuestro corazón, respecto si estamos con la Doctrina de Cristo a la mejor
mal entonces, terminaremos en una condición muy lamentable, dolorosa y triste.
En
la Doctrina de Cristo con mucha seguridad nos enseña lo siguiente: (Hebreos 11:6) “Sin fe es imposible
agradar a Dios: Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan”. ¿Cuál era, sin embargo, el tipo de cosas que llamaban la atención del
Señor Jesucristo? Mencionare solo ocho pasajes donde la fe siempre le llamó la
atención a Jesús.
1. Cuando los amigos
del paralítico le bajaron por el tejado, se nos dice que el Señor observó su
fe: (Lucas 5:20) “Al ver él la fe de
ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados”.
2. Podemos mencionar
igualmente aquella ocasión cuando Cristo sanó a la mujer enferma de flujo por
doce años: (Mateo 9:22) “Ten ánimo,
hija; tu fe te ha salvado”.
3. Encontramos el
caso de la mujer cananea. ¿Qué escuchó del Señor? (Mateo 15:28) “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como
quieres”.
4. Vemos la pregunta
que hizo a los discípulos: (Mateo 16:8)
“¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?”.
5. Cuando confrontó a
los escribas y fariseos, les recriminó el haber dejado lo más importante de la
ley: (Mateo 23:23) “la justicia, la
misericordia y la fe”.
6. Recordemos también
a los discípulos en medio del mar en tempestad. De todas las cosas que Cristo
les pudo preguntar, la fe tuvo la preeminencia: (Marcos 4:40) “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis
fe?”.
7. Fue la fe del
centurión lo que más le llamó la atención: (Lucas
7:9) “Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le
seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”.
8. Cuando de los diez
leprosos sanados, uno regresó dando gracias, lo que Jesús mencionó
explícitamente no fue su gratitud, sino su fe: (Lucas 17:19) “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
Sin duda, la santísima
fe ocupa un lugar central en la escala de valores de nuestro Señor Jesucristo y
por falta de fe viene la incredulidad.
Déjenme mostrarles
cuan seriamente Jehová Dios toma nuestro pecado de incredulidad. La
incredulidad es el pecado que irrita a Dios. En Éxodo 17, Israel llegó al
desierto llamado Sin. No había señal de agua para beber, y el pueblo reprendió
amargamente a Moisés: “Danos agua para
que podamos tomar” (Éxodo 17:2). Ellos
trataron al escogido de Dios como si fuera su obrador personal de milagros.
Ustedes conocen el resto de la historia. Dios dijo a Moisés que se pare delante
de una roca y la golpee. Cuando lo hizo, fluyeron ríos de agua, mas que
suficiente para calmar la sed del pueblo. Pero Jehová Dios puso un nombre a
este episodio de incredulidad. Él llamó
aquel lugar Masah y Meriba, que
significa provocación, exasperado, harto, irritado. Sin embargo, Jehová Dios no
fue provocado solamente con las quejas del pueblo. Era mucho peor que eso. Ellos lo habían acusado de abandonarlos en
su prueba. Ellos habían dicho a Moisés: (Éxodo 17:3,7) “3 Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y
dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a
nuestros hijos y a nuestros ganados? 7 Y
llamó el nombre de aquel lugar Masah y
Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a
Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?”.
La deducción de
ellos es como la de muchos ahora que siguen pensando así: sí Dios está con
nosotros, ¿Dónde está ahora? Nosotros no vemos ninguna señal de su presencia o
poder pues estoy enfermo(a). ¿Está el Señor vivo o muerto? ¿Cómo podemos creer
en un Dios que permite cosas tan terribles?
No,
Dios estaba exasperado por una buena razón. La razón la encontramos después en
las Escrituras, mientras Moisés recordó el episodio en Masah. Él dijo, (Deut. 9:23,24) “También fuisteis rebeldes
al mandato de Jehová vuestro Dios, y no le creísteis, ni obedecisteis a su voz.
Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco”. Ellos como
muchos ahora nunca se han comprometido totalmente en confiar en Jehová Dios. De
hecho, así como estos israelitas habían albergado ídolos todo el tiempo muchos
que no se comprometen tienen ídolos en sus corazones todavía.
Y
así como ellos conservaron pequeños dioses ocultándolos en sus tiendas de
campaña, para regresar a ellos en caso que Dios falle así muchos los ocultan es
sus corazones y se les nota porque siempre tienen buenas escusas pero la verdad
nunca le sirven a Jehová Dios en su obra. Jesucristo dijo: (Hechos 7:42-43) “… me ofrecisteis víctimas y sacrificios…en el
desierto… (Pero) llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro
dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas”.
¿Por
qué Jehová Dios no ha respondido muchas oraciones? Porque nuevamente ahora
mismo existen muchos con excelentes pretextos, y es por eso que no están aquí
en esta predicación, iguales que en el desierto, ellos se volvían a dioses
extranjeros para que los ayuden. El enojo de Dios aquí; es un estruendoso
llamado al arrepentimiento.
Hoy mismo Ustedes
han introducido ídolos extraños a su casa que es de Dios. Y es tu música impía, y telenovelas, e
ídolos de flojera los cuales saben que Dios detesta. Y ahora han corrompido a
todo el rebaño con eso. Saquen dice Jehová Dios esos ídolos de sus corazones, y
aléjenlo de sus casas. Entones Dios se manifestara en medio de ustedes. Pero
si todavía eres un incrédulo y falto de fe nunca vas a obedecer de sacar inmediatamente
y desacerté de esa música y en su lugar poner música de adoración y dejar tus
telenovelas y de activarte en su obra. Esto
es exactamente lo que Dios quiere hacer en nosotros. Jehová Dios está diciendo
al pueblo, acerca de las cosas ocultas en nuestra vida.
¿Ustedes creen que
Dios ve nuestras cosas ocultas? ¿Ustedes creen que Jehová Dios bendice a
los cristianos que tratan de servirle mientras esconden cosas en su corazón? Ese
es el verdadero crimen de la incredulidad:
muchos piensan que como no pasa nada porque ven que Dios los sigue bendiciendo
a pesar de que oyen y ven telenovelas y disfrutan de la flojera, piensan que el
exagerado soy yo igual como pensaron de Moisés en el desierto (Eclesiastés 8:11) “Por cuanto no se
ejecuta luego la sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los
hombres esta en ellos dispuesto para hacer el mal”. Ellos dieron por supuesto
la declaración de Jeremías: (Lamentaciones
3:22) “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca
decayeron sus misericordias”.
La incredulidad
impide toda liberación del poder y dominio de Satanás.
Estoy
convencido que todo pecado no sometido es causado por la incredulidad. Y ahora
mismo, multitudes de cristianos están peleando una batalla perdida con su
pecado. De hecho, muchos ya se han dado por vencidos en la pelea. Ellos están
convencidos que algún poderoso espíritu demoníaco ha levantado fortaleza en
ellos y no puede ser expulsado. Y por
esto, ellos viven infelices, atados por un pecado que los acosa. Pablo expresa
el clamor de su corazón: (Romanos 7:24) “¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de este cuerpo de muerte?”.
Pero
Pablo responde a su propia pregunta en el próximo versículo: (Romanos 7:25) “Gracias doy a Dios por
Jesucristo Señor nuestro”. En otras palabras, Jesucristo me hace libre
del poder y el domino del pecado. La respuesta es tan sencilla, que a veces
no la entendemos. Los judíos también rechazan esta verdad, prefiriendo guardar
630 reglas y estatutos, esperanzados en equilibrar los libros por sus pecados. Aun muchos cristianos preferirían añadir
algunas reglas de confianza en sí mismos a su liberación. Ellos hacen promesas
a Dios y tratan de vencer todo los deseos de su carne con su propia fuerza. Pero
aquí está el extracto y nada complicado Evangelio: Donde hay
arrepentimiento genuino, hay perdón instantáneo. Y hay limpieza instantánea,
como también continuo acceso al trono de Dios. Si creemos estas verdades, somos
hechos libres. El pecado hace querer
ocultarnos de la presencia de Dios.
Aquí está la
esencia de la incredulidad entre los cristianos: Cuando nosotros
pecamos, fallándole a Dios, tendemos a huir de su presencia. Pensamos que Él está
demasiado enojado para querer comunicarse con nosotros.
Así que dejamos de
orar.
En nuestra vergüenza, pensamos, Yo no
puedo ir a Dios en esta condición. Esto es una incredulidad malvada, y es
un crimen a los ojos de Dios. Cuando confesamos nuestros pecados, incluyendo
los hábitos que nos persiguen, Dios no nos interroga. Cuando Jesús nos
reconcilio con el Padre en la Cruz, fue por siempre. Eso significa que si peco,
ya no tengo que reconciliarme con Dios una y otra vez; no soy cortado de la
presencia de Dios, repentinamente no reconciliado con Él. No, el velo de
separación fue rasgado permanentemente en la Cruz, y nosotros por siempre tenemos
acceso al trono de Dios, a través de la sangre de Cristo. La puerta nunca está
cerrada para nosotros; (Efesios 3:12)
“En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en Él”.
La Doctrina de
Cristo expresa claramente que si alguno de nosotros peca, tenemos abogado con
el Padre en Cristo Jesús. Pero si
permanecemos ahí, rehusando entrar, no estamos siendo humildes; estamos
actuando en incredulidad. (Hebreos
4:16) “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Aún más, no tenemos
que esperar a tener nuestras almas limpias. (1 Juan 1:9) “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad”. La misma fe
que nos salva y perdona, es también la fe que nos guarda. Pedro dice que (1 Pedro 1:5) “somos guardados por el poder
de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero”. Que
verdad tan increíble ¿Verdad?.
Lucas 1 incluye uno
de los casos más revelantes de la gravedad de la incredulidad. Recuerdan la historia
del piadoso Zacarías, el padre de Juan el Bautista. Zacarías fue un fiel
sacerdote que sufrió a causa de un
episodio de incredulidad. Su
historia ilustra precisamente cuan seriamente Dios toma este pecado. La
escritura dice que Zacarías fue (Lucas 1:6) “Justo delante de Dios, y
andaba irreprensible en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor”. En resumen, Zacarías fue fiel y obediente,
un siervo que ansiaba la venida del Mesías. Dios envió al ángel Gabriel a
decirle que su esposa tendría un hijo. De pronto, la mente de este hombre devoto
se llenó de duda, y se rindió a una terrible incredulidad. Él le preguntó al
ángel, (Lucas 1:18) “¿En qué
conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. Dios no tomó amablemente la duda de Zacarías,
y él dictó sentencia al sacerdote: (Lucas 1:20) “Y ahora quedarás mudo y no
podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”.
La incredulidad
cierra nuestros oídos a Dios, aun cuando Él nos está hablando claramente. Esto nos corta de
una revelación fresca. Y nos impide una comunión íntima con el Señor. No
importa cuán fieles o diligentes podamos ser. Como Zacarías, traemos sobre
nosotros mismos una parálisis de ambos, oídos y lengua.
Somos confrontados
en Hebreos:
(Hebreos 3:19) “Y vemos que no
pudieron entrar a causa de incredulidad”. Solo
un pecado mantuvo a Israel lejos de la tierra prometida: La incredulidad.
Canaán representa un lugar de reposo, paz, fruto, seguridad, plenitud,
satisfacción, todo lo que un cristiano desea. Es también un lugar donde el
Señor habla claramente a su pueblo, dirigiéndolos a través del Espíritu Santo.
Todos estos pecados
como: ira, celos, pereza, duros de corazón, idolatría secreta son el resultado
de la incredulidad.
Este pecado, incredulidad, que estorbó al pueblo de Dios a entrar a Canaán. Por
lo tanto, Hebreos nos insta hoy, (Hebreos
4:11) “Procuremos, pues, entrar en
aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”.
El siervo cristiano,
creyente en la Doctrina de Cristo se apega a la promesa del Nuevo Pacto de
Dios:
(Ezequiel 36:27) “Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra”. Él también se aferra a esta Palabra: (Jeremías 30:21, 31:9) “Y le haré
llegar cerca, y él se acercará a mí…y los haré andar junto a arroyos de aguas,
por camino derecho en el cual no tropezarán”. Pero todavía hay muchos que están inseguros, inquietos, cuestionando la
guía de Dios a través de mi vida, preocupados por su futuro. ¿Por qué? Porque
muchos tienen una habitual levadura de incredulidad. Toda su devoción y
actividad han sido inefectivas por esa razón.
De
todas las cosas que Jesús enseñó acerca de la incredulidad, hay tres que quiero
destacar ya para terminar:
1.
La incredulidad deja al creyente a merced del miedo y el temor.
El temor al futuro es un problema de
fe. Es en el contexto del afán de los hombres ante el porvenir que Cristo
calificó a sus oyentes como (Mt.6:30) “hombres
de poca fe”. La ansiedad generada ante la incertidumbre de la vida sólo
puede ser contrarrestada por medio de la fe. En la medida en que tenemos
nuestra confianza depositada en las promesas del Dios que nunca miente, en esa
medida nos libraremos de la ansiedad. ¿Creen de todo corazón en las palabras de
Jesucristo cuando dijo: (Mt.6:33) “Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”? La fe hace la
diferencia cuando en condiciones que normalmente incitan al afán y a la
ansiedad, vemos al hijo de Dios disfrutar de una paz incomprensible para el
hombre natural.
(Fil.4:6-7)
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. La
fe nos lleva a poner el asunto en las manos del Dios Todopoderoso, y si ya está
en sus manos, entonces podemos descansar. Esa es la fe en acción.
¿De dónde brotó el miedo de los
discípulos en alta mar? En los evangelios resaltan el punto de que para Cristo
el problema fue la falta de fe. (Mr.4:40)
“¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”. Lucas tiene una pregunta más directa: (Luc.8:25) “¿Dónde está vuestra fe?”. Para nuestro Señor la fe debió elevarles por encima de las
circunstancias a esperar refugio seguro en medio de la tempestad. Jesucristo no
está exigiendo de la fe algo imposible de lograr. Esa bendita virtud es capaz de eso y de mucho más. Pero la realidad
es que tenemos un problema de falta de fe, de poca cantidad de fe, no tenemos
ni siquiera la fe del tamaño de una semilla de mostaza. Es, pues, la fe la
solución para muchos de nuestros problemas de temores, dudas y ansiedades. (Isaías 26:3) “Tú guardarás en completa
paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
2.
La incredulidad nos hace más vulnerables ante la tentación.
Es de mucha ayuda observar que
cuando Jesucristo a través del apóstol Pablo describe la armadura del
cristiano, la fe desempeña un papel muy importante en la defensa contra los
ataques de Satanás.
(Ef.6:16)
“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno”, y se refiere a (1 Tes.5:8) “…la coraza de la fe…” con que podemos permanecer firmes en un
mundo de tinieblas. Somos vulnerables; pero la incredulidad nos hace más
vulnerables todavía.
La
clave de esto está en: Lucas 22. El diablo pidió el poder zarandear a los discípulos en el
momento que está aprendiendo la Doctrina de Cristo. En un instante de tanta
tristeza, el enemigo aprovecha para lanzar un ataque demoledor. ¿Cuál era la
esperanza? ¿Qué dice Cristo? (Lucas
22:31,32) “31 Dijo también el Señor:
Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe
no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. La fe es ese escudo y esa coraza que nos defenderán contra estos
ataques del enemigo. ¿Y nosotros hoy? ¿Cómo podremos tener victoria? Si
caemos, ¿cómo podremos levantarnos? La fe es la respuesta. Es la Doctrina de
Cristo a través se Pedro que, después de describir al diablo como un león
rugiente, dice: (1 Pedro 5:9) “Al
cual resistid firmes en la fe…”. Por
la fe podemos hacer que sea el León de la tribu de Judá quien luche contra ese
león rugiente y maligno. (1Jn 5:4) “Porque
todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe”.
3.
La incredulidad lo primero que golpea es la vida de oración del cristiano.
La oración y la fe son inseparables.
Hablando de la oración eficaz: (Sant.5:15)
“Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere
cometido pecados, le serán perdonados”.
Es Dios mismo quien ha colocado la fe como un requisito indispensable. ¿Cómo
hemos de obtener sabiduría? El mismo nos dice que es necesario pedirla con fe. (Sant.1:5-7) “Y si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que
duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada
de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna
del Señor”.
Observe el énfasis en la Doctrina de
Cristo que es enseñanza general de la Palabra de Dios. (Sal.37:3,4) “Confía en Jehová… y él te concederá las peticiones de
tu corazón”.
Es la enseñanza de Jesucristo en los
evangelios. La incredulidad es señal de la presencia del padre de la mentira en
los corazones cristianos que produce los pecados y se encuentra en todo pecado.
Es el pecado más difícil de dominar y el
último en ser removido. Sigue a todos los hombres desde la cuna hasta la tumba.
Ningún cristiano está libre de su escalofriante influencia. Es el espíritu del
mundo y sus tradiciones. No conoce la vergüenza, pero se burla de Dios, arroja
dudas sobre la verdad de la Sana Doctrina de Cristo, niega todo lo que Cristo
ha dicho o hecho, escarnece la bondad y convierte el amor en veneno… La mayor
necesidad del cristiano es creer más de lo que ya cree. A la luz de todo esto
que hemos visto, debemos identificarnos con la petición que los apóstoles le
hicieron al Señor: (Lucas 17:5) “Auméntanos
la fe”, y con la del padre del muchacho endemoniado: (Mr.9:24) “Creo; ayuda mi incredulidad”.
PREDICA en Lerma
por: PASTOR Víctor Ramón Preciado Balderrama
Hola
hermanos les saludo con mucho amor en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y
con un solo propósito de que sean edificadas sus vidas y sus ministerios, me
gozo el saludarles y el que Dios me dé la oportunidad de servirles, y con todo
respeto a su doctrina o denominación, mi único interés es que corra la Sana Doctrina de Cristo.
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