PERFECCIONANDO
LA SANTIDAD EN EL TEMOR DE DIOS
(2Co.7:1,2)
“Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado”.
La ofensa es como
un virus, contamina su lealtad y su propósito en Dios. No deje que el diablo le
robe la Palabra recibida para desarrollar la visión del ministerio. Esa es la
fuente de la esperanza.
Comience a
trabajar en la iglesia con gozo y entusiasmo, manteniendo una buena actitud y
un punto de vista positivo. Un panorama apostólico.
TENGA
EN CUENTA LO SIGUIENTE:
1.
Una relación de propósito y principios con resultados excelentes.
2.
Relaciones saludables.
3.
Evitar que algún virus o bacteria produzca una infección y el crecimiento se
detenga.
4.
Evitar que la buena salud se contamine y produzca fatiga, cansancio,
frustración.
Algo que
contamina: la ofensa. Esta puede destruirlo a usted.
Una
historia bíblica ilustra el efecto devastador de la ofensa: la historia de
Ahitofel
“Y
el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la
palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con
Absalón.” (2 Samuel 16:23)
Ahitofel era
reconocido por su sabiduría. Pero cuando Absalón se rebela contra su padre, el
rey David, Ahitofel también lo hace y se une a Absalón. Ahitofel tenía
sabiduría para aconsejar, pero no la practicaba.
Absalón se
infectó con la contaminación de la ofensa, porque David no hizo algo en contra
de Amón, quien abusó de Tamar. Entonces, le dio lugar al resentimiento, la
amargura y la ofensa. Aún cuando David se equivocó, él no tenía derecho a
rebelarse y ser influyente con la gente de David para que también se levantasen
en rebelión.
Ahitofel le
aconsejó a Absalón que atacara a David y su gente.
¿Por
qué? Porque le dio lugar a la OFENSA. Husaí,
quien era leal a David, le dijo a Absalón que no lo hiciera. El retraso causó
un sentimiento de rechazo en Ahitofel.
“Y
Ahitopel, viendo que no se había puesto por obra su consejo, enalbardó su asno,
y levantóse, y fuese á su casa en su ciudad; y después de disponer acerca de su
casa, ahorcóse y murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre.” (2 Samuel
17:23)
Ahitofel se dio
cuenta que estaba del lado equivocado, tendría que enfrentar la vergüenza y la
desgracia de la frustración y prefirió morir.
¿Y
Cuál fue la raíz de la ofensa? Ahitofel
era el abuelo de Betsabé. David cometió adulterio con ella y causó la muerte de
Urías. Esto trajo consecuencias a la familia. Ofendido por lo que David había
hecho, Ahitofel lo sirvió por dos años con la raíz de la ofensa guardada. En su
interior había una Infección que finalizó destruyéndolo.
¿QUÉ
PODEMOS APRENDER DE ESTA HISTORIA?:
1.
Debemos guardarnos a nosotros mismos de la ofensa.
Es peligrosa y contamina a otros. Nos hiere y hiere a los que nos rodean. Sea “justificable” o no, no es saludable
guardar una ofensa. A veces se
manifiesta en forma “pasiva” y otras en forma agresiva. Pero destruye siempre.
2.
“Nuestros consejos o enseñanzas, no siempre son aceptadas”.
Esto causó un impacto destructivo en el interior de Ahitofel.
Que
alguien nos oiga no significa que vaya a obedecer.
¿Y qué vamos a hacer? ¿Ofendernos? ¡No!
Debemos enfocarnos en los que eligen la lealtad, el éxito.
Para funcionar
como cuerpo saludable es importante mantener respeto y colaboración, ayuda y
apoyo. Aun cuando con alguna decisión
estemos en desacuerdo.
La
ofensa es una herramienta peligrosa del enemigo.
ESTUDIO
en Lerma por él:
Pr.
Víctor R. Preciado Balderrama
Les invito con
mucho respeto a visitar el BLOGSPOT
que Dios me ha regalado (Mat 10:8b) “…de
gracia recibisteis, dad de gracia”. Y que, con mucho amor he puesto algunos
estudios que Dios me ha revelado. (Efesios 3:8) “A mí, que soy menos que
el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre
los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. (Efesios 4:29) “Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.
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