DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA SEMANA # 2
DEVOCIONALES CON LA FAMILIA DÍA 1 (JUAN 2:1-11)
1
Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre
de Jesús. 2 Y fueron también
invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. 3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. 4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo,
mujer? Aún no ha venido mi hora. 5
Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. 6 Y estaban allí seis tinajas de piedra
para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de
las cuales cabían dos o tres cántaros. 7
Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y
llevadlo al maestresala. Y se lo
llevaron. 9 Cuando el maestresala
probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los
sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, 10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya
han bebido mucho, entonces el inferior; más tú has reservado el buen vino hasta
ahora. 11 Este principio de señales
hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron
en él.
Vv.
1-11. Es muy deseable que cuando haya un
matrimonio Cristo lo reconozca y lo bendiga. Los que quieran tener a Cristo
consigo en su matrimonio deben invitarlo por medio de la oración y Él vendrá.
Mientras estamos en este mundo nos hallamos, a veces, en aprietos aun cuando
creemos estar en abundancia. Había una necesidad en la fiesta de bodas. Los que son dados a preocuparse por las
cosas del mundo deben esperar problemas y contar con el desencanto. Cuando
hablamos a Cristo debemos exponer con humildad nuestro caso ante Él y, luego,
encomendarnos a Él para que haga como le plazca. No hubo falta de respeto
en la respuesta de Cristo a su madre. Usó la misma palabra cuando le habló con
afecto desde la cruz, pero es testimonio presente contra la idolatría de las
épocas posteriores que rinde honores indebidos a su madre.
Su hora llega
cuando no sabemos qué hacer. La tardanza de la misericordia no es una negación
de las oraciones. Los que esperan los favores de Cristo deben obedecer sus
órdenes con prontitud. El camino del deber es el camino a la misericordia, y no
hay que objetar los métodos de Cristo.
El primero de los
milagros de Moisés fue convertir agua en sangre, Éxodo 7:20; el principio de los milagros de Cristo fue convertir
agua en vino, lo cual puede recordarnos la diferencia que hay entre la ley de
Moisés y el evangelio de Cristo. Él demuestra que beneficia con consuelos de la
creación a todos los creyentes verdaderos y que a ellos los convierte en
verdadero consuelo. Las obras de Cristo son todas para bien. ¿Ha convertido tu
agua en vino, te dio conocimiento y gracia? Es para aprovecharlo; por tanto,
saca ahora y úsalo. Era el mejor vino. Las obras de Cristo se recomiendan por
sí mismas aun ante quienes no conocen a su Autor. Lo que es producido por
milagro siempre ha sido lo mejor de su clase. Aunque con esto Cristo permite el
uso correcto del vino, no anula en lo más mínimo su advertencia de que nuestros
corazones, en ningún momento, se carguen con glotonería ni embriaguez, Lucas 21:34. Aunque no tenemos que ser
melindrosos para festejar con nuestras amistades en ocasiones apropiadas, de
todos modos, toda reunión social debe realizarse de tal modo que podamos
invitar a reunirse con nosotros al Redentor, si ahora estuviera en la tierra;
toda liviandad, lujuria y exceso le ofenden.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 2 (JUAN 2:12-22)
12
Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus
discípulos; y estuvieron allí no muchos días. 13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
14 y halló en el templo a los que
vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y
los bueyes; y esparció las monedas de
los cambistas, y volcó las mesas; 16
y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de
mi Padre casa de mercado. 17
Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me
consume. 18 Y los judíos
respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? 19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid
este templo, y en tres días lo levantaré. 20
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y
tú en tres días lo levantarás? 21
Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22
Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho
esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Vv.
12-22.
La primera obra pública en que hayamos a
Cristo es expulsar del templo a los cambistas que los codiciosos sacerdotes y
dirigentes apoyaban para que convirtieran en mercado sus atrios. Los que ahora
hacen de la casa de Dios un mercado, son los que tienen sus mentes llenas con
el interés por los negocios del mundo cuando asisten a los ejercicios
religiosos, o los que desempeñan oficios divinos por amor a una ganancia.
Habiendo
purificado el templo, Cristo dio una señal a los que le pidieron que probara su
autoridad para actuar: Anuncia su muerte por la maldad de los judíos.
Destruid este templo. Yo os permitiré destruirlo. Anuncia su resurrección por
su propio poder: En tres días lo
levantaré. Cristo volvió a la vida por su poder. Los hombres se equivocan cuando entienden literalmente cuando las
Escrituras hablan figuradamente. Cuando Jesús resucitó de entre los
muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto. Mucho ayuda a nuestro
entendimiento de la palabra divina que observemos el cumplimiento de las
Escrituras.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 3 (JUAN 2:23-25)
23
Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre,
viendo las señales que hacía. 24
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25 y no tenía necesidad de que nadie le
diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
Vv.
23-25. Nuestro Señor conocía a todos los
hombres, su naturaleza, sus disposiciones, sus afectos y sus intenciones, de
una manera que nosotros no conocemos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Conoce a sus astutos enemigos, y todos sus proyectos secretos; a sus amigos
falsos y su verdadero carácter. Él sabe quiénes
son verdaderamente suyos, conoce su rectitud, y conoce sus debilidades. Sabemos
lo que los hombres hacen; Cristo sabe lo
que hay en ellos, Él prueba el corazón. Cuidado con una fe muerta o una
profesión de fe formal: No hay que confiar en los profesantes carnales y
vacíos, y aunque los hombres se impongan a otros o a sí mismos, no pueden
imponerse al Dios que escudriña el corazón.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 4 (JUAN 3:1-8)
1
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los
judíos. 2 Este vino a Jesús de
noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces,
si no está Dios con él. 3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne
es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y
oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel
que es nacido del Espíritu.
Vv.
1-8. Nicodemo temía, o se avergonzaba de
ser visto con Cristo, por tanto, acudió de noche. Cuando la religión está fuera
de moda, hay muchos Nicodemos, pero aunque vino de noche, Jesús lo recibió, y
por ello nos enseña a animar los buenos comienzos, aunque sean débiles. Aunque
esta vez vino de noche, después reconoció públicamente a Cristo. No habló con
Cristo de asuntos de estado, aunque era un gobernante, sino de los intereses de
su propia alma y de su salvación, hablando al respecto de una sola vez.
Nuestro Salvador
habla de la necesidad y naturaleza de la regeneración o nuevo nacimiento y, de
inmediato llevó a Nicodemo a la fuente de santidad del corazón. El nacimiento
es el comienzo de la vida; nacer de nuevo es empezar a vivir de nuevo, como los
que han vivido muy equivocados o con poco sentido. Debemos tener una nueva
naturaleza, nuevos principios, nuevos afectos, nuevas miras. Por nuestro primer
nacimiento somos corruptos, formados en el pecado; por tanto, debemos ser
hechos nuevas criaturas. No podía haberse elegido una expresión más fuerte para
significar un cambio de estado y de carácter grande y muy notable. Debemos ser
enteramente diferentes de lo que fuimos antes, como aquello que empieza a ser
en cualquier momento, no es, y no puede ser lo mismo que era antes. Este nuevo
nacimiento es del cielo, capítulo 1:13, y tiende al cielo. Es un cambio grande
hecho en el corazón del pecador por el poder del Espíritu Santo. Significa que
algo es hecho en nosotros y a favor de nosotros que no podemos hacer por
nosotros mismos. Algo obra por lo que empieza una vida que durará por siempre.
De otra manera no podemos esperar un beneficio de Cristo; es necesario para
nuestra felicidad aquí y en el más allá.
Nicodemo entendió
mal lo que dijo Cristo, como si no hubiera otra manera de regenerar y moldear
de nuevo un alma inmortal que volver a dar un marco al cuerpo. Sin embargo,
reconoció su ignorancia, lo que muestra el deseo de ser mejor informado.
Entonces, el Señor Jesús explica más. Muestra al Autor de este bendito cambio.
No es obra de nuestra sabiduría o poder propio, sino del poder del bendito
Espíritu. Somos formados en iniquidad, lo que hace necesarios que nuestra
naturaleza sea cambiada. No tenemos que maravillarnos de esto, porque cuando
consideramos la santidad de Dios, la depravación de nuestra naturaleza, y la
dicha puesta ante nosotros, no tenemos que pensar que es raro que se ponga
tanto énfasis sobre esto.
La
obra regeneradora del Espíritu Santo se compara con el agua. También es
probable que Cristo se haya referido a la ordenanza del bautismo.
No se trata que sean salvos todos aquellos bautizados, y sólo ellos; pero sin
el nuevo nacimiento obrado por el Espíritu, y significado por el bautismo,
nadie será súbdito del reino del cielo.
La misma palabra
significa viento y Espíritu. El viento sopla de donde quiere hacia nosotros;
Dios lo dirige. El Espíritu envía sus influencias donde, y cuando, y a quien, y
en qué medida y grado le plazca. Aunque las causas estén ocultas, los efectos
son evidentes, cuando el alma es llevada a lamentarse por el pecado y a
respirar según Cristo.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 5 (JUAN 3:9-13)
9
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no
sabes esto? 11 De cierto, de cierto
te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no
recibís nuestro testimonio. 12 Si os
he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las
celestiales? 13 Nadie subió al
cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el
cielo.
Vv.
9-13. La exposición hecha por Cristo de
la doctrina y la necesidad de la regeneración pareciera no haber quedado clara
para Nicodemo. Así, las cosas del Espíritu de Dios son necedad para el hombre
natural. Muchos piensan que no puede ser probado lo que no pueden creer.
El
discurso de Cristo sobre las verdades del evangelio, versículos 11-13, muestra
la necedad de aquellos que hacen que estas cosas sean extrañas para ellos; y
nos recomienda que las investiguemos. Jesucristo es capaz en toda forma de
revelarnos la voluntad de Dios; porque descendió del cielo, y aún está en el
cielo. Aquí tenemos una nota de las dos naturalezas distintas de Cristo en una
persona, de modo que es el Hijo del Hombre, aunque está en el cielo. Dios es “EL QUE ES” y el cielo es la
habitación de su santidad. Este conocimiento debe venir de lo alto y solo puede
ser recibido por fe.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 6 (JUAN 3:14-18)
14
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo
del Hombre sea levantado, 15 para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 16 Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios.
Vv.
14-18. Jesucristo vino a salvarnos
sanándonos, como los hijos de Israel, picados por serpientes ardientes fueron
curados y vivieron al mirar a la serpiente de bronce, Números 21:6-9. Obsérvese en esto la naturaleza mortal y
destructora del pecado. Pregúntese a conciencias vivificadas, pregúntese a
pecadores condenados, quienes dirán que, por encantadoras que sean las
seducciones del pecado, al final muerde como serpiente. Véase el remedio
poderoso contra esta enfermedad fatal. Cristo nos es propuesto claramente en el
evangelio. Aquel a quien ofendimos es nuestra Paz, y la manera de solicitar la
curación es creer. Si alguien hasta ahora toma livianamente la enfermedad del
pecado o el método de curación de Cristo, y no recibe a Cristo en las
condiciones que Él pone, su ruina pende sobre su cabeza. Él dijo: Mirad y sed
salvos, mirad y vivid; alzad los ojos de la fe a Cristo crucificado. Mientras
no tengamos la gracia para hacer esto, no seremos curados, sino seguiremos
heridos por los aguijones de Satanás, y en estado moribundo.
Jesucristo vino a
salvarnos perdonándonos, para que no muriéramos por la sentencia de la ley. He
aquí el evangelio, la verdadera, la buena nueva. He aquí al amor de Dios al dar a su Hijo por el mundo. Tanto amó Dios
al mundo, tan verdaderamente, tan ricamente. ¡Mirad y maravillaos, que el gran
Dios ame a un mundo tan indigno! -Aquí, también, está el gran deber del
evangelio: creer en Jesucristo. Habiéndolo dado Dios para que fuera nuestro
Profeta, Sacerdote y Rey, nosotros debemos darnos para ser gobernados y
enseñados, y salvados por Él. He aquí el gran beneficio del evangelio, que
quienquiera que crea en Cristo no perecerá mas tendrá vida eterna. Dios estaba
en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, y de ese modo, lo salvaba. No
podía ser salvado sino por medio de Él; en ningún otro hay salvación.
De todo esto se
muestra la dicha del creyente verdadero: el que cree en Cristo no es condenado.
Aunque ha sido un gran pecador, no se le trata según lo que merecen sus
pecados.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 7 (JUAN 3:19-21)
19
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más
las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas. 20 Porque todo
aquel que hace lo malo, aborrece la luz
y no viene a la luz, para que sus obras
no sean reprendidas. 21 Mas el que
practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son
hechas en Dios.
Vv.
19-21. ¡Cuán grande es el pecado de los
incrédulos! Dios envió a Uno que era el más amado por Él, para salvarnos; ¿y no
será el más amado para nosotros? ¡Cuán grande es la miseria de los incrédulos!
Ya han sido condenados, lo que habla de una condenación cierta; una condenación
presente . La ira de Dios ahora se desata sobre ellos; y los condenan sus
propios corazones. También hay una condenación basada en su culpa anterior;
ellos están expuestos a la ley por todos sus pecados; porque no están
interesados por fe en el perdón del evangelio. La incredulidad es un pecado
contra el remedio. Brota de la enemistad del corazón del hombre hacia Dios, del
amor al pecado en alguna forma. Léase también la condenación de los que no
quieren conocer a Cristo. Las obras pecadoras son las obras de las tinieblas.
El mundo impío se mantiene tan lejos de esta luz como puede, no sea que sus
obras sean reprobadas. Cristo es odiado porque aman el pecado. Si no odiaran el
conocimiento de la salvación, no se quedarían contentos en la ignorancia
condenadora.
Por
otro lado, los corazones renovados dan la bienvenida a la luz. Un hombre bueno
actúa verdadera y sinceramente en todo lo que hace. Desea saber cuál es la
voluntad de Dios, y hacerla, aunque sea contra su propio interés mundanal. Ha
tenido lugar un cambio en todo su carácter y conducta. El amor a Dios es
derramado en su corazón por el Espíritu Santo, y llega a ser el principio
rector de sus acciones. En la medida que
siga bajo una carga de culpa no perdonada, solo puede tener un temor servil a
Dios, pero cuando sus dudas se disipan, cuando ve la base justa sobre la cual
se edifica su perdón, lo asume como si fuera propio, y se une con Dios por un
amor sin fingimiento. Nuestras obras son
buenas cuando la voluntad de Dios es la regla de ellas, y la gloria de Dios, su
finalidad; cuando se hacen en su poder y por amor a Él; a Él, y no a los
hombres.
La regeneración,
o el nuevo nacimiento, es un tema al cual el mundo tiene aversión; sin embargo,
es el gran ganancia en comparación con la cual todo lo demás no es sino
fruslería. ¿Qué significa que tengamos
comida para comer con abundancia, y una variedad de ropa para ponernos, si no
hemos nacido de nuevo? ¿Si después de unas cuantas mañanas y tardes pasadas en
alegría irracional, placer carnal y desorden, morimos en nuestros pecados y
yacemos en el dolor? ¿De que vale que seamos capaces de desempeñar nuestra
parte en la vida, en todo otro aspecto, si al final oímos de parte del Juez Supremo:
“Apartaos de mí, no os conozco, obradores de maldad?”
ESTUDIO
en Lerma por él
Pr.
Victor R. Preciado Balderrama
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