LA
AYUDA IDONEA
“Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus
dioses; vuélvete tú tras ella. Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me
aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo,
y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios
mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga
Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras
dos.” (Ruth 1:15-17)
LA AYUDA IDONEA
“HAZME SABER, OH TÚ A QUIEN AMA MI ALMA, DÓNDE APACIENTAS, DÓNDE SESTEAS
AL MEDIODÍA; PUES ¿POR QUÉ HABÍA DE ESTAR YO COMO ERRANTE JUNTO A LOS REBAÑOS
DE TUS COMPAÑEROS? SI TÚ NO LO SABES, OH HERMOSA ENTRE LAS MUJERES, VÉ, SIGUE
LAS HUELLAS DEL REBAÑO, Y APACIENTA TUS CABRITAS
JUNTO A LAS CABAÑAS DE LOS PASTORES.”
(CANTAR DE LOS CANTARES 1:7, 8).
La esposa,
con santo pudor, exclama: “No reparéis
en que soy morena, porque el sol me miró.” Le espantan de igual manera la
curiosidad, la admiración, la misericordia y el escarnio de los hombres, y se vuelve a su Amado,
sabiendo que Su mirada está tan llena de amor, que su bronceado no le causará
ningún dolor, aun cuando esté plenamente bajo su análisis.
Este es un índice de un alma piadosa: que mientras que los impíos corren de aquí para allá
sin saber dónde buscar el consuelo, el corazón creyente naturalmente vuela a su
Bienamado Salvador, sabiendo que únicamente en Jesús está su descanso.
Da la
impresión, por el versículo precedente, que la esposa tenía problemas
relacionados con cierta tarea que se le había asignado, que la agobiaban, y en
el cumplimiento de esa tarea se había vuelto negligente de sí misma.
Ella dice: “Me pusieron a guardar las viñas,” y
habría deseado guardarlas bien, pero sentía que no lo había hecho, y que, además,
había fallado en un deber más apremiante: “Y
mi viña, que era mía, no guardé.”
Bajo este
sentido de doble indignidad y fracaso, sintiendo que sus omisiones y sus
comisiones la estaban angustiando, se volvió a su Amado y le pidió Sus
instrucciones.
Esto estuvo bien. Si no hubiese amado a su Señor, habría evitado verle estando su
hermosura desmejorada, pero los instintos de su afectuoso corazón le sugirieron
que Jesús no la desecharía por sus imperfecciones.
Además,
actuó con sabiduría al apelar a su Señor contra sí misma.
Amados
hermanos y hermanas, no permitan nunca que el pecado los aparte de Jesús. Bajo un sentido de pecado, no huyan de Él;
eso sería una insensatez.
El pecado
puede ahuyentarlos del Sinaí,
pero debe acercarlos al Calvario.
“Porque está escrito que Abraham tuvo
dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava
nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una
alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí,
el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí
en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos,
está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos
nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no
das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de las desolada, que de la que tiene marido. Así
que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como
entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según
el Espíritu, así también ahora. Más ¿qué
dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el
hijo de la esclava con el hijo de la libre” (Gal 4:22-31).
De
manera, hermanos, que no somos hijos de
la esclava, sino de la libre. Cuando sintamos que estamos sucios, debemos
acudir a la fuente con mayor prontitud La Ayuda idónea; y cuando sintamos que
nuestra alma está enferma, aún cuando temamos que nuestra enfermedad sea
mortal, debemos recurrir con mayor denuedo a las amadas heridas de Jesús, de
donde provienen toda nuestra vida y salud.
La esposa,
en el presente caso, lleva a Jesús sus problemas, su angustia por ella misma, y
su confesión en cuanto a su trabajo.
Ella
presenta delante de Jesús su doble encargo, la guarda de su propia viña y la
guarda de los viñedos de otros.
Yo sé que, através
de este mensaje, me estaré dirigiendo a muchas personas que están ocupadas en
servir a su Señor; y pudiera ser que sientan una gran ansiedad porque no pueden
guardar sus propios corazones cerca de Jesús: no sienten ardor ni vigor en el servicio divino; prosiguen con su
trabajo laborioso, pero se encuentran sumidos en la condición de aquellos que
son descritos como: “Cansados, mas
todavía pretendiendo.” Cuando Jesús está presente, el trabajo hecho para Él
es un gozo, pero, en Su ausencia, Sus siervos se sienten como obreros que
trabajan bajo tierra, porque están desprovistos de la luz del sol.
No pueden renunciar a trabajar para Jesús; lo aman demasiado para hacer eso, pero anhelan
vehementemente contar con Su compañía mientras trabajan para Jesús, y al igual
que los jóvenes profetas que fueron al bosque para cortar cada uno una viga
para su nueva casa, le dicen a su Maestro: “Te
rogamos que vengas con tus siervos.”(2 Reyes 6:3).
Nuestro más
sincero deseo es que podamos gozar de una dulce comunión con Jesús mientras
estamos activamente involucrados en Su Obra y su causa.
En verdad,
amados hermanos, esto es sumamente
importante para todos nosotros. (Hechos 5:29) “Respondiendo Pedro y los
apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”;
(Gálatas 5:7) “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la
verdad?”. No sé de ningún otro punto en el que los obreros cristianos
necesiten pensar con mayor frecuencia, que el tema de guardar su trabajo y sus
personas cerca de la mano del Señor.
Nuestro
texto nos ayudará a hacer esto, bajo tres encabezados.
Tenemos
aquí, primero, una
pregunta formulada: “Hazme saber, oh
tú a quien ama mi alma, ¿dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía?”
En segundo lugar, un argumento
para enfrentarse: “Pues ¿por qué
había de estar yo como errante junto a los rebaños de tus compañeros?”
Y, en tercer lugar, tenemos una
respuesta obtenida: “Si tú no lo
sabes, oh hermosa entre las mujeres, ve, sigue las huellas del rebaño, y
apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.”
I.
HAY AQUÍ UNA PREGUNTA FORMULADA.
Cada palabra
de la interrogación es digna de nuestra cuidadosa meditación. Primero, en lo
concerniente a ella, observarán que es hecha en amor.
Ella se
dirige a quien ama con un cariñoso título: “Oh
tú a quien ama mi alma.”
No importa
lo que ella sienta ser, sabe que lo ama. Ella es morena, y está
avergonzada de que miren su rostro, pero, aún así, ama a su Esposo.
No ha
guardado su propia viña como debía hacerlo, pero, aún así, lo ama; ella está
segura de eso, y, por tanto, lo declara audazmente.
Ella lo ama
como no ama a nadie más en todo el mundo. Jesucristo únicamente puede ser
llamado: “Tú a quien ama mi alma.”
Ella no conoce de nadie digno de ser comparado con Jesús, nadie que pudiera
rivalizar con Él. Jesucristo es el Señor de su corazón, el único príncipe y
monarca de todos sus afectos.
Ella siente
también que lo ama intensamente, lo ama desde lo más profundo de su alma. La
vida de su existencia está vinculada a Jesús; si hay alguna fuerza y poder y
vitalidad en ella, no es sino como un combustible para la gran llama de su
amor, que arde solamente para Jesucristo. Observen bien que no dice: “oh tú en quien cree mi alma.”
Eso es cierto, pero ella ha ido más lejos. No dice: “oh tú a quien honra mi alma.” Eso es también verdad, pero ella ha
sobrepasado esa etapa.
No es
simplemente: “oh tú en quien confía y a
quien obedece mi alma.” Ella hace eso, pero ha alcanzado algo más cálido,
más tierno, más lleno de fuego y entusiasmo, y es: “Oh tú a quien ama mi alma.”
Ahora,
amados hermanos y hermanas, yo confío que muchos de nosotros podamos hablarle
así a Jesús.
Jesucristo
es para nosotros el Bienamado, “señalado
entre diez mil”: “Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable,” y nuestra
alma está envuelta en Jesús, y nuestro corazón está completamente saturado por Jesucristo.
Nunca le serviremos rectamente a menos que así sea. Antes de que nuestro Señor le dijera a Pedro: “Apacienta mis corderos,” y “Apacienta mis
ovejas,” le hizo la pregunta: “Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”; y la repitió tres veces; pues
mientras esa pregunta no quede resuelta, somos ineptos para Su servicio, porque
amar a Jesucristo es una entrega total y sin reservas, obedeciendo a Jesús
antes que a los hombres.
Así que la
esposa, teniendo que cuidar tanto de ella misma como de su pequeño rebaño,
declara que ama al esposo y que siente que no se atrevería a cuidar una parte
de Su rebaño si no le amara; como si viese que su derecho a ser una Ayuda Idónea dependiera completamente de su amor al Grandioso Pastor.
Ella no
podía esperar Su ayuda en su trabajo, y mucho menos Su comunión en la obra, a
menos que primero hubiese en ella esa
idoneidad absolutamente esencial del
amor hacia Su persona.
Por tanto,
la pregunta se torna instructiva para nosotros, porque está dirigida a Cristo
bajo un título sumamente cariñoso; y yo le pido a todo obrero aquí presente que
procure hacer siempre su trabajo en un espíritu de amor, y
que siempre considere al Señor Jesús, no como un capataz, no como alguien que
nos ha dado una tarea que hacer pero que quisiéramos evadir, sino como nuestro
amado Señor, a quien es una bienaventuranza servir, y por quien es una ganancia
morir, (Mateo 11:25-30) “En aquel
tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las
revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno,
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
“Oh tú a quien ama mi alma,” es la expresión correcta por la cual un obrero de
Jesús ha de dirigirse a su Señor.
Ahora
observen que la pregunta, así como es hecha con amor, es también hecha a Jesucristo. “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
dónde apacientas.” Ella le pidió que le hiciera saber, como si temiese que
nadie, sino sólo Jesucristo, le darían la respuesta correcta; otros podrían
estar errados, pero Jesús no podría estarlo.
Ella le
preguntó a Jesucristo porque estaba muy segura que le daría la respuesta más
amable. Otros podrían ser indiferentes, y difícilmente se tomarían el trabajo
de responderle; pero si Jesús le respondiera con Sus propios labios, mezclaría amor
en cada palabra, y de esta manera la consolaría a la vez que la instruiría.
Tal vez sintió que nadie más podría responderle como Jesucristo,
pues otros hablan al oído, pero Jesús habla al corazón: otros hablan con un menor grado de influencia;
escuchamos lo que dicen pero permanecemos sin ser afectados; pero Jesús habla,
y el Espíritu acompaña cada palabra que nos expresa, y, por tanto, oímos para
nuestro beneficio cuando conversa con nosotros.
Yo no sé qué sientan ustedes, hermanos míos, pero yo ciento
en este momento que si pudiese recibir media palabra proveniente de Cristo,
satisfaría a mi alma durante muchos días. Me encanta oír el Evangelio, y leerlo, y predicarlo; pero ¡escucharlo fresco de Él mismo, aplicado
por la energía del Espíritu, oh, esto es un verdadero refrigerio! ¡Esto es energía y poder!
Por tanto,
Salvador, cuando Tus obreros desean saber dónde apacientas, diles Tú mismo,
habla a sus corazones por medio de Tu Espíritu, y permite que sientan como si
fuera una revelación para su naturaleza más íntima.
“Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma.” La pregunta es formulada en amor: es hecha a Jesucristo.
Ahora observen cuál es la pregunta. Ella desea saber cómo hace Jesús Su
trabajo, y dónde lo hace.
Parecería,
partiendo del versículo ocho, que ella
misma tiene que apacentar un rebaño de cabritas. Ella es una Ayuda Idónea, y quisiera apacentar su rebaño; de esto
brota su pregunta: “¿Dónde apacientas?”
Ella desea que esos pequeñitos suyos obtengan tanto reposo como alimento, y
está turbada por ellos; por tanto dice: “Hazme
saber dónde sesteas al mediodía,” pues si pudiera ver cómo hace Jesús Su obra,
y dónde la hace, y de qué manera, entonces estará satisfecha de que está
haciendo su trabajo de manera correcta, si lo imita muy de cerca y permanece en
comunión con Jesús.
La petición
parecería ser justamente esta: “Señor,
hazme saber cuáles son las doctrinas que hacen fuertes a los débiles y alegran
a los tristes: hazme saber cuál es ese precioso alimento que Tú sueles dar a
los espíritus desfallecientes y hambrientos, para revivirlos y mantenerlos
vivos; pues si me lo dices, entonces yo le daré a mi rebaño la misma comida; hazme
saber dónde están los pastos donde apacientas Tus ovejas, y de inmediato
conduciré a mis ovejas a esas mismas tierras felices. Luego, hazme saber cómo
haces descansar a Tu pueblo. ¿Cuáles son esas promesas que destinas para el
consuelo de su espíritu, de tal forma que todos sus cuidados y dudas y temores
y agitaciones, se apaciguan? Tú tienes dulces prados donde haces que Tu amado
rebaño sestee y repose. Hazme saber dónde están esos prados para que vaya y
traiga al rebaño que me ha sido encargado: los que lloran, que yo he de
consolar, los turbados, que tengo la obligación de aliviar, los desalentados,
que me he esforzado por animar; hazme saber, mi Señor Jesús, donde sesteas con
tu rebaño, pues entonces, con Tu ayuda, iré y haré que mi rebaño sestee allí
también. Es por mí, pero también por muchos otros, que hago esta pregunta: ‘Hazme
saber, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía.”
No dudo de
que la esposa, en efecto, deseara información para ella misma y para su propio
bien, y creo que captó algo del espíritu del pasaje cuando cantó— “Deseo
apacentar en medio de Tus ovejas, Reposar entre ellas, entre ellas sestear.” Pero
me parece que el pasaje está muy, muy lejos de ese único significado.
La esposa
dice: “Hazme saber dónde apacientas tu
rebaño; Dónde sesteas con Tu
rebaño,” como si ella quisiese sestear allí también: pero me parece que el
verdadero contenido es este: que ella quería llevar a su rebaño a apacentar donde
apacentaba el rebaño de Cristo, y llevar a sus cabritas donde los corderitos de
Cristo estaban sesteando; ella deseaba, de hecho, hacer su tarea en Su
compañía; ella quería mezclar su rebaño con el rebaño del Señor, su tarea con
Su tarea, y sentir que lo que estaba haciendo lo estaba haciendo para Jesucristo,
sí, y con Jesús y por medio de Jesús.
Evidentemente
se había encontrado con muchísimas dificultades en lo que había intentado
hacer. Ella quería apacentar su rebaño
de cabritas, pero no podía encontrar pastos para ellas.
Tal vez
cuando comenzó su trabajo como Ayuda
Idónea, se consideró competente para la tarea, pero ahora el mismo sol que
ha bronceado su faz ha secado los pastos, y así dice: “oh tú que conoces todos los pastos, hazme saber dónde apacientas, pues
yo no puedo encontrar herbaje para mi rebaño”; y sufriendo ella misma por
causa del calor del mediodía, se da cuenta de que su pequeño rebaño sufre
también; y, entonces, pregunta: “¿dónde
sesteas al mediodía? ¿Dónde hay sombras frescas de grandes rocas que resguarden
de los sofocantes rayos cuando el sol está en su cenit y derrama torrentes de calor?,
pues no puedo abrigar a mi pobre rebaño y darle consuelo en sus múltiples
pruebas y tribulaciones. Quisiera poder hacerlo. Oh Señor, hazme saber el arte
secreto de la consolación; entonces intentaré consolar a los que están a mi
cargo por medios idénticos.”
Queremos
conocer los bosques de la promesa y los frescos torrentes de la paz, para que
podamos conducir a otros al descanso.
Si podemos seguir
a Jesús, podemos guiar a otros, y, entonces, tanto nosotros como ellos,
encontraremos consuelo y paz.
Ese es el
significado de la petición que tenemos ante nosotros. Noten bien que ella dijo
muy particularmente: “Hazme saber.”
“Oh, Maestro, no le digas solamente a Tus ovejas dónde apacientas, aunque ellas
quieran saberlo; sino que hazme saber dónde apacientas, pues yo quiero instruir
a otros.”
Ella
quisiera saber muchas cosas, pero principalmente dice: “Hazme saber dónde apacientas,” pues quería apacentar
a otros.
Nosotros
necesitamos un conocimiento práctico, pues nuestro deseo es que seamos ayudados
a conducir a otros al descanso; queremos ser los instrumentos que hablen de paz
a las conciencias de los demás, así como el Señor ha hablado paz a nuestras
conciencias.
Por tanto,
la oración es “Hazme saber.” “Tú eres mi
modelo, oh Grandioso Pastor; Tú eres mi sabiduría. Si he de ser un pastor o
pastora para Tus ovejas, sigo siendo a la vez una oveja bajo Tu Pastorado, por
tanto, hazme saber, para que pueda enseñar a otros” (Juan 10:9) “Yo soy la
puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos”.
No sé si les estoy hablando claramente, pero deseo
expresarlo muy sencillamente. Tal vez me estoy predicando
mucho más a mí mismo que a ustedes. Estoy predicando a mi propio corazón.
Siento que
tengo que venir, domingo a domingo, y día de semana tras día de semana, para comentarles
muchísimas cosas preciosas de revelación acerca de Cristo Jesús, y todas las
veces, yo mismo las disfruto; y si nadie más recibe bendición por medio de ellas,
yo sí la recibo, y regreso a casa y alabo al Señor por ello; pero mi temor diario es que yo sea un
manejador de textos para ustedes, y predicador de cosas buenas para otros, y,
sin embargo, que permanezca sin ningún beneficio en mi propio corazón.
Mi oración
es que el Señor Jesús me muestre dónde apacienta a Su pueblo, y me permita
apacentar con ellos, para que entonces pueda conducirlos a los pastos donde Jesucristo
mismo está, y que esté yo mismo con Jesús al mismo tiempo que los conduzco a esos
pastos verdes. Mis queridos y sinceros hermanos,
ustedes que son maestros en la escuela dominical y evangelistas, y otros, por
quienes doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo, siento que el punto más
importante que tienen que vigilar, es que no pierdan su propia espiritualidad
mientras intentan hacer que los demás sean espirituales.
El punto importante es vivir cerca de Dios. Sería algo terrible para ustedes que estuvieran muy ocupados
en lo tocante a las almas de los hombres y descuidaran su propia alma. Apelen
al Bienamado, y suplíquenle que les permita apacentar a su rebaño allí donde Jesús
está apacentando a Su pueblo; que les permita sentarse a Sus pies, como María,
incluso mientras están trabajando en el hogar, como Marta. (Juan 12:3) “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo
puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume”.
No han de hacer menos, sino han de hacer más; pero pidan hacerlo en tal comunión con Jesucristo,
que su trabajo sea fundido en el Suyo, y lo que estén haciendo sea realmente
únicamente Su obra en ustedes, y ustedes se gocen en derramar para otros lo que
Jesús derrama en su propia alma. Que Dios les conceda que así suceda con todos
ustedes, hermanos y hermanas mías.
II.
EN SEGUNDO LUGAR, AQUÍ CONTAMOS CON UN
ARGUMENTO UTILIZADO.
La esposa
dice: “¿Por qué había de estar yo como
errante junto a los rebaños de tus compañeros?” Si tenía que conducir a su
rebaño a prados distantes, lejos del lugar donde Jesús apacienta a Su rebaño,
no sería bueno.
Como una
pastora que naturalmente es más bien dependiente, y que necesita asociarse con
otros por protección, supongan que se apartara junto con otros pastores, y
dejara a su Esposo, ¿sería eso correcto?
Ella habla de esto como de algo aborrecible para su
mente, y bien que lo es. Pues, primero, ¿no se vería como algo muy
impropio que la esposa se esté asociando con otros que no sean su Esposo?
Cada uno de ellos tiene su rebaño: allá está Jesucristo con Su gran rebaño, y
aquí está ella con su pequeño rebaño. ¿Tendrían
que buscar pastos lejanos el uno del otro? ¿No habría conversaciones al
respecto? ¿No dirían los espectadores: “esto no es apropiado: debe haber alguna
falta de amor aquí, pues de lo contrario estos dos no estarían tan divididos”?
Se podría
poner énfasis, si ustedes quisieran, en esa pequeña palabra “yo.” ¿Por qué yo, Tu esposa
comprada con sangre; yo, desposada contigo desde antes de que la tierra
existiese, yo, a quien Tú has amado; por qué habría de seguir a otros y
olvidarte a Ti?
Amados
hermanos y hermanas, harían bien en poner el énfasis justo allí, en su propia
lectura de este pasaje. ¿Por qué yo, a
quien el Señor ha perdonado, a quien el Señor ha amado, a quien el Señor ha
favorecido tanto; yo, que he gozado de comunión con Él durante muchos
años; yo, que sé que Su amor es mejor que el vino; yo, que en
otros tiempos me he embriagado con Su dulzura, por qué habría de apartarme?
Que otros lo
hagan, si quieren, pero sería impropio e indigno que yo lo hiciera.
La Buena Ayuda Idónea Les ruego, hermanos y
hermanas, que procuren sentir esto: que para ustedes trabajar apartados de
Cristo reflejaría un feo aspecto; que si su trabajo los apartara de la comunión
con Jesús, eso mostraría una muy fea apariencia: no estaría entre las cosas que
son honestas y de buen nombre.
Pues si la
esposa apacentara su rebaño en otra compañía, reflejaría infidelidad para con
su esposo. ¡Cómo!, ¿acaso la esposa de
Cristo habría de abandonar a su Amado? ¿Acaso será ella incasta para con su Señor?
Y, sin
embargo, parecería que así fuera, si se volviera compañera de otros, y olvidara
a su Amado.
Nuestros
corazones podrían volverse incastos para con Cristo aun cuando fuesen celosos
en la obra misionera cristiana, (Hebreos 13:20) “Y el Dios de paz que resucitó de los
muertos a nuestro Señor Jesucristo, el
gran pastor de las ovejas, por la sangre
del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su
voluntad, haciendo él en vosotros lo que
es agradable delante de él por Jesucristo;
al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente”; (1 Pedro 1:16-23)
“Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre
a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos
en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis
rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros
padres, no con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del
mundo, pero manifestado en los postreros
tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado
gloria, para que vuestra fe y esperanza
sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por
la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”
Me aterra mucho la tendencia a hacer el trabajo de
Cristo con un espíritu mecánico y frío; pero incluso por sobre eso, tiemblo porque pudiera sentir afecto por la
obra misionera de Cristo y sin embargo ser frío para con el propio Señor.
Me temo que
tal condición de corazón es posible: que podemos encender grandes fogatas en
las calles para despliegue público, y difícilmente guardar un carbón encendido
en nuestro corazón para que Jesús caliente Sus manos allí.
Cuando nos
congregamos en la Iglesia, la buena compañía nos ayuda a calentar nuestros
corazones, y cuando estamos trabajando con otros para el Señor, ellos nos
estimulan y hacen que invirtamos toda nuestra energía y toda nuestra fortaleza,
y entonces pensamos: “en verdad mi
corazón se encuentra en una saludable condición para con Dios.”
Pero, amados
hermanos y hermanas, tal emoción podría ser un pobre indicativo de nuestra
condición real.
A mí me
encanta ese fuego santo y tranquilo que resplandece en el aposento y que resplandece
en la alcoba cuando estoy solo, y ese es el punto que temo más que ninguna otra
cosa, tanto en cuanto a mí como en cuanto a ustedes, es decir, que estemos
haciendo la obra misionera de Cristo sin Cristo (Marcos 16:13-20) “Ellos
fueron y lo hicieron saber a los otros;
y ni aun a ellos creyeron. Finalmente se apareció a los once mismos,
estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de
corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les
dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo;
mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los
que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán
en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre
los enfermos pondrán sus manos, y
sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y
se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes,
ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”; que hagamos muchas cosas
pero sin pensar mucho en Jesucristo; que estemos oprimidos por el mucho
servicio pero olvidándolo a Jesucristo.
Vamos, eso pronto
redundaría en que hiciéramos un Cristo de nuestro servicio, un anticristo de
nuestras propias labores.
¡Cuídense de eso! Amen su trabajo, pero amen más a
su Señor; amen a su rebaño, pero amen todavía más al grandioso Pastor, y
manténganse cerca de Jesús, pues será una señal de infidelidad si no lo
hiciesen.
Y adviertan,
otra vez, la pregunta, “¿Por qué había
de estar yo como errante junto a los rebaños de tus compañeros?” Podemos
leer esto como significando: “¿por qué
habría de ser tan infeliz como para tener que trabajar para Ti, y, sin embargo,
no tener comunión contigo?”
Es algo muy desdichado
perder la comunión con Jesús, pero tener que continuar con los ejercicios
religiosos.
Si le quitaran las ruedas a tu carruaje, no tiene
mayor importancia si nadie quiere viajar, pero, ¿qué pasa si te llaman para que
guíes el carruaje? Cuando el pie de un hombre está lisiado, tal vez no lo
lamente mucho si está sentado sin moverse, pero si está obligado a correr una
carrera, ha de ser compadecido en gran manera.
Hizo que la
esposa se sintiese doblemente infeliz, incluso al suponer que ella, con un
rebaño que apacentar y necesitando ella misma alimento, tuviera que andar como
errante junto a los rebaños de los otros y La
Buena Ayuda Idónea perderse de la presencia de su Señor.
De hecho, la
pregunta parece ser formulada de esta manera: “¿qué razón hay para que deba dejar a mi Señor? ¿Qué ensalzamiento
podría hacer, qué excusa podría ofrecer para hacerlo? ¿Hay alguna razón por la
que no deba permanecer en constante comunión con Jesucristo? ¿Por qué habría de
ser yo como alguien que se aparta?
Tal vez
pueda decirse que otros se apartan, pero, ¿por
qué habría de ser yo como uno de ellos? Puede haber excusas para un acto de
tal naturaleza en otros, pero no hay ninguna excusa para mí: Tu rico amor, Tu
gratuito amor, Tu inmerecido amor, Tu especial amor hacia mí, me ha atado de
pies y manos: ¿cómo podría separarme? Podría haber algunos profesantes que te
deban poco, pero yo, que una vez fui el primero de los pecadores, te debo
tanto, que, ¿cómo podría separarme? Podría ser que algunos con quienes has
tratado duramente, pudieran apartarse, pero Tú has sido tan tierno, y tan
amable conmigo, que ¿cómo podría olvidarte? Podría haber algunos que sepan muy
poco de ti, cuya experiencia de Ti sea tan escasa que su separación no ha de
sorprendernos; pero, ¿cómo puedo apartarme cuando Tú me has mostrado Tu amor, y
me has revelado Tu corazón? Oh, anhelo la casa del banquete donde he festejado contigo,
los hermonitas y el monte de Mizar, (Salmo
42:1-6) “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por
ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de
día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me
acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la
multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de
alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas
dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios
mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por
tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de
Mizar.” Donde has manifestado Tu amor, extraño el lugar donde un abismo
llamaba a otro, y, entonces, la misericordia llamó a la misericordia; recuerdo
aquellas potentes tormentas y los destructores huracanes en los que fuiste el
abrigo para mi cabeza y las miles y miles de misericordias pasadas, que han
sido mi bendita porción, ¿por qué habría
yo de estar como errante junto a los rebaños de tus compañeros?”
Permítanme dirigirme a los miembros de esta iglesia, y
decirles: si todas las
iglesias de la cristiandad se apartaran del Evangelio, ¿por qué habrían de hacerlo ustedes?
Si en
cualquier otro lugar el Evangelio fuese descuidado, y se hiciese resonar un
incierto sonido; si el Ritualismo se tragara a la mitad de las iglesias, y el
Racionalismo al resto, ¿por qué habrían
de apartarse? Ustedes han sido particularmente un pueblo de oración; han
seguido también al Señor plenamente en doctrina y en ordenanza; y, por
consiguiente, han gozado de la presencia divina, y han prosperado más allá de
toda medida.
Nos hemos
apoyado plenamente en el Espíritu Santo para recibir fortaleza, y no hemos
confiado en la elocuencia humana, ni en la música, ni en las bellezas del
color, ni en la arquitectura.
Nuestra sola
arma ha sido el claro, el sencillo, el pleno Evangelio, y, ¿por qué tendríamos que apartarnos? ¿Acaso no hemos sido favorecidos
todos estos años con un éxito sin par? ¿Acaso no ha agregado el Señor tan
abundantemente a nuestros números que no hemos tenido suficiente espacio para
recibirlos? ¿No ha multiplicado al pueblo, y no ha incrementado el gozo?
Sostengan firmes su primer amor (Revelación 2:2-5) “Yo conozco tus
obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y
has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente
por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado
tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz
las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres
arrepentido.”, y no permitan que
ningún hombre les arrebate su corona.
Doy gracias
a Dios porque todavía hay iglesias, unas cuantas en el Toluca y sus alrededores
y todavía un mayor número en México nuestro país amado, que sostienen con
firmeza las doctrinas del Evangelio y no se apartan de ellas.
A ellas quiero decirles: ¿por qué
habrían de andar como errantes? ¿No debería enseñarles su historia, tanto en La
Buena Pastora como en sus capítulos problemáticos como en sus capítulos
jubilosos, a retener la forma de las sanas palabras? Sobre todo, ¿no deberíamos procurar vivir como una
iglesia, e individualmente, también, en comunión permanente con Jesús?
Pues si nos apartamos
de Jesucristo, le robaríamos a la verdad su aroma, sí, su fragancia esencial.
Si perdemos
la comunión con Jesús, tendremos el estandarte, pero ¿dónde está el portaestandarte? Podemos retener el candelero, pero,
¿dónde está la luz?
Seremos
despojados de nuestra fuerza, de nuestro gozo, de nuestro consuelo, de todo, si
perdiéramos la comunión con Jesucristo.
Que Dios nos
conceda, por tanto, que no seamos nunca como aquellos que se apartan.
III.
EN TERCER LUGAR, TENEMOS AQUÍ UNA RESPUESTA
DADA POR EL ESPOSO A SU AMADA.
Ella le preguntó dónde apacentaba, dónde sesteaba al mediodía, y Jesucristo le
respondió. Observen cuidadosamente que su respuesta es dada en delicadeza hacia
su flaqueza; responde sin ignorar su ignorancia, pero tratando
delicadamente con ella. “Si tú no lo
sabes,” es una sugerencia que ella debía saberlo, pero es una sugerencia
como la que dan los gentiles amantes cuando quieren evitar la reprensión.
Nuestro Señor es muy tierno con nuestra ignorancia. Hay muchas cosas que desconocemos, pero que debíamos
saber.
Somos niños
cuando deberíamos ser hombres y mujeres, y se tiene que hablar con nosotros
como a carnales, como a niños en Cristo, cuando debíamos habernos convertido en
padres (1 Corintios 3:1-11) “De manera
que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales,
como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais
capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre
vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?
Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois
carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los
cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que
riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una
misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque
nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo.” ¿Hay alguien en medio de nosotros que pueda decir: “yo no soy deficiente
en mi conocimiento”?
Me temo que
la mayoría de nosotros debe confesar que si hubiéramos cumplido mejor con la
voluntad del Señor, habríamos conocido mejor Su doctrina; si hubiéramos vivido
más cercanamente a Jesucristo, habríamos conocido más de su palabra.
Sin embargo,
cuán delicada es la reprensión. El Señor perdona nuestra ignorancia, y
condesciende a instruirnos.
Noten a
continuación que la respuesta es dada en gran amor. Jesucristo dice: “Oh hermosa entre las mujeres.”
Ese es un bendito licor para su angustia. Ella dijo: “Morena
soy”; pero Jesucristo dice: “oh
hermosa entre las mujeres.”
Yo prefiero
confiar en los ojos de Cristo que en los míos. Si mis ojos me dicen que soy
negro, voy a llorar, pero si Jesucristo me asegura que soy hermoso le voy a
creer y a regocijarme.
Algunos
santos son más propensos a recordar su pecaminosidad, y a afligirse por ella,
que a creer en su justicia en Cristo Jesús y triunfar en ella.
Recuerden,
amados hermanos y hermanas, que es tan cierto hoy que ustedes son hermosos y sin
mancha como que son negros porque el sol los ha mirado.
Debe ser cierto, porque Jesús lo dice. Permítanme compartir con ustedes uno de los dichos
del Esposo para su esposa: (Cantar de
los Cantares 4:7) “Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha.”
“Ah, esa es una figura,” dices tú.
Bien, te
daré una cita que no es una figura. El Señor Jesús, después de lavar los pies de
Sus discípulos, dijo: (Juan 13:10) “El
que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio”;
y luego agregó: “Y vosotros limpios
estáis.”
Si desean una palabra apostólica con el mismo propósito,
permítanme darles esta: “¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? (Romanos
8:33) Cualquier cosa La Buena Ayuda Idónea queda excluida, ya sea
una cosita o algo muy grande.
Jesús ha
lavado a Su pueblo y lo ha dejado tan limpio que no hay ninguna mancha, ni arruga,
ni nada parecido en ellos, en materia de justificación delante de Dios—“Con
Su Fianza tú eres libre, Sus manos amadas fueron traspasadas por ti; Con Su
vestidura sin mancha sobre ti, Santo eres como el Santo.”
Cuán glorioso es esto. Jesús no exagera cuando encomendaba de esta manera a
Su iglesia. Expresa una verdad clara y sobria. “Oh hermosa entre las mujeres,” dice.
Alma mía, ¿no sientes amor por Cristo cuando
recuerdas que te considera hermosa? Yo no puedo ver nada en mí que se pueda
amar, pero Jesucristo sí, y me llama: “Toda
tú eres hermosa.” Creo que ha de ser porque te mira a los ojos y se ve a Sí
mismo, o si no, es por esto, porque sabe lo que habremos de ser, y nos juzga en
esa balanza.
Así como el artista, ve el bloque de mármol y mira en
la piedra la estatua que pretende esculpir en ella con habilidad sin par, así
también el Señor Jesús ve la perfecta imagen de Sí en nosotros, de la cual
eliminará las imperfecciones y los pecados hasta que resalte en todo su
esplendor.
Pero todavía
es la piadosa condescendencia la que lo impulsa a decirle: “Oh hermosa entre las mujeres,” a alguien que se lamentaba por su
rostro quemado por el sol.
La respuesta
contiene mucha sagrada sabiduría. A la esposa se le dice dónde ir para que
pueda encontrar a su amado y conducir su rebaño adonde está Jesucristo.
“Ve, sigue las huellas del rebaño.” Si quieres encontrar a Jesús, lo encontrarás en la
senda que siguieron los santos profetas, en la senda de los patriarcas y en la
senda de los apóstoles.
Y si tu
deseo es apacentar a tu rebaño, y hacerlo descansar, muy bien, ve y apaciéntalo
de la manera que han hecho otros pastores: los propios pastores de Cristo, a
quienes Jesucristo ha enviado en otros días para apacentar a Sus escogidos.
Me alegra mucho, hablando de este texto, que el Señor no da a Su esposa, en respuesta a
su pregunta, algunas direcciones singulares de gran dificultad, algunas
prescripciones novedosas, especiales y notables.
Justo así
como el Evangelio es simple y llano, así es esta exhortación y dirección para
la renovación de la comunión con el Espíritu Santo.
Es fácil y clara. Tú quieres ir a Jesús, y quieres llevar a aquellos que están bajo tu cargo.
Muy bien, entonces, no busques un nuevo camino, sino simplemente sigue la ruta
que han seguido todos los demás santos.
Si quieres caminar con Jesús, camina donde otros santos han caminado; y si quieres conducir
a otros a la comunión con Cristo Jesús, guíalos con tu ejemplo adonde otros han
ido. ¿Qué es eso? Si quieres estar
con Jesús, sigue a Abraham en la senda de la separación. Mira cómo vivió, como
un peregrino y un viajero con su Dios.
Si quieres
ver a Jesús, “Sal y acércate y ponte en
medio de ellos, y apártate, y no toquéis lo inmundo.”
Encontrarás a Jesús cuando hubieres dejado el mundo. Si quieres
caminar con Jesús, sigue el sendero de la obediencia a su palabra escrita. Los
santos no han tenido jamás una comunión con Jesús cuando le han desobedecido.
Guarda Sus
estatutos y observa Sus testimonios, cuida
La Buena Ayuda Idónea celosamente tu conducta y tu carácter; pues el camino
de la obediencia es el camino de la comunión.
Asegúrate de
seguir las sendas antiguas del primer amor en relación a las ordenanzas cristianas:
no las alteres, sino mantente en los
buenos caminos transitados.
Anda e investiga lo que hicieron los apóstoles, y haz
lo mismo. Jesús no te bendecirá en el uso de
caprichosas ceremonias producto de la invención humana. Aférrate a aquellas
que Cristo Jesús ordena, aquellas que Su Espíritu sanciona, y que practicaron
Sus apóstoles.
Por encima de todo, si quieres caminar con Jesús,
continúa en la senda de la santidad; persevera en el sendero de la gracia.
Convierte al Señor Jesús en tu modelo y ejemplo; y al pisar donde son visibles las huellas del rebaño,
te salvarás tú y a quienes te oyen: encontrarás a Jesús, y ellos también
encontrarán a Jesús.
Podríamos
suponer que el Señor hubiese dicho: “si
quieres guiar correctamente a tu rebaño, vístete con ropas suntuosas, o anda y
trae tu música y tus excelentes himnos; por medio de estas bellas cosas, podrás
atraer fascinado a tus santuarios al Salvador”; pero no es así.
El incienso que
agrada al Señor Jesús es el de la santa oración y de la alabanza, y el único
Ritualismo que es aceptable para Jesucristo, es este: una religión pura y sin mancha delante de Cristo y del Padre; es este:
visitar a los huérfanos y a las viudas, y guardarse limpio del mundo.
Esto es todo lo que Jesucristo quiere. Sigue eso, y podrás avanzar rectamente y conducir a
otros rectamente.
Luego el
Esposo agregó: “Apacienta tus cabritas
junto a las cabañas de los pastores.” Ahora, ¿quiénes son estos pastores? Hay muchos en nuestros días que se
erigen como pastores, pero apacientan a sus ovejas con pastos venenosos.
Manténganse alejados de ellos. Pero hay otros
a quienes es seguro seguir. Permítanme
conducirlos a los doce pastores principales que siguieron al grandioso Pastor
de todos.
Ustedes
quieren bendecir a sus hijos, y salvar sus almas, y tener comunión con Cristo
al hacerlo; entonces enséñenles las verdades que los apóstoles enseñaron. ¿Y qué enseñaban ellos? Tomen a Pablo
como ejemplo. (1 Corintios 2:2) “Me
propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado.”
Eso es apacentar a las cabritas junto a las cabañas de
los pastores, cuando a sus niños le enseñan a Cristo, mucho de Cristo, todo de
Cristo, y ninguna otra cosa sino a Cristo.
Preocúpense por apegarse a ese bendito tema. Y cuando les estén enseñando a Cristo, enséñenles todo
acerca de Su vida, Su muerte, Su resurrección; enséñenles de Su Deidad y de Su
humanidad.
Nunca
gozarán la compañía de Cristo, si dudan acerca de Su divinidad. Preocúpense por
apacentar a su rebaño con la doctrina de la expiación. (Isa 53:10-12) “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a
padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá
linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano
prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por
su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades
de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes
repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado
con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los
transgresores”.
Cristo no
tendrá comunión con un obrero a menos que le represente adecuadamente, y no
podemos representar a Cristo verazmente a menos que vean el color carmín de Su
sangre expiadora así como la pureza, blanca como la azucena, de Su vida.
“Apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los
pastores,” y entonces les
enseñarán el sacrificio de expiación, y la justificación por fe, y la justicia
imputada, y la unión con la Cabeza resucitada, y la venida del Grandioso día de
su segunda venida, cuando recibiremos la adopción, es decir, la redención del cuerpo
de la tumba.
Digo la verdad y no miento cuando afirmo que si La
Buena Ayuda Idónea queremos juntos enseñar a una congregación
para bendecirla, y permanecer en comunión con Cristo nosotros mismos, al mismo
tiempo, hemos de ser muy específicos en enseñar únicamente la verdad: no una
parte de ella, sino toda ella.
Prediquen
esa bendita doctrina de la elección. ¡Oh,
los abismos del amor divino que están contenidos en esa bendita verdad!
No la eludan ni la mantengan en un segundo plano. No
pueden esperar la presencia de Cristo si lo hacen. Enseñen la doctrina de la
depravación del hombre. Abatan al pecador. Dios no bendice un ministerio que
exalte a los hombres. Prediquen la doctrina del llamamiento eficaz del Espíritu
Santo, pues si no magnificamos al Espíritu de Dios, no podemos esperar que haga
que nuestra obra se sostenga. Prediquen la regeneración. Que sea visto cuán
completo es el cambio, para que glorifiquemos la obra de Dios. Prediquen la
perseverancia final de los santos. Enseñen que el Señor es inmutable: no
desecha a Su pueblo, amándolo hoy y odiándolo mañana. Prediquen, de hecho, las
doctrinas de la gracia tal como las encuentran en su santa palabra escrita en
la biblia. Apaciéntenlos junto a las cabañas de los pastores.
Yo comienzo
a sentir cada vez más que es un error separar a los niños de la congregación.
Creo en los servicios especiales para los niños, pero quiero también que adoren
con nosotros. SI NUESTRA PREDICACIÓN NO
ENSEÑA A LOS NIÑOS, CARECE DE ALGÚN ELEMENTO QUE DEBERÍA POSEER. La
predicación que es la mejor de todas para los adultos, es aquella en la que los
niños se deleitan. Me gusta ver que la congregación esté conformada no solamente
por jóvenes y no solamente por adultos; no solamente por maduros y no solamente
por faltos de experiencia, sino que sea una congregación conformada por todos
esos grupos.
Si les estamos enseñando a los niños la salvación por
obras, y a los adultos la salvación por gracia, estamos desmantelando el salón de clases que
edificamos en la iglesia, y eso no funcionará nunca.
Apacienten las
cabritas con el mismo Evangelio de las ovejas adultas, aunque no sea exactamente
en los mismos términos; su lenguaje ha de ser apropiado para ellas, pero debe
ser la misma verdad.
Dios no
permita que nuestras escuelas dominicales sean un semillero del arminianismo (Específicamente esta
teología sustenta la salvación en la fe del Hombre y no en la Gracia (Jesucristo),
es decir, si pierdes la fe, pierdes la salvación, negando así la presciencia de
Dios como conocimiento de quien se salva y quien no se salva), mientras nuestras iglesias son huertos del
calvinismo (es un sistema teológico protestante y un enfoque de la vida
cristiana que pone el énfasis en la autoridad de Dios sobre todas las cosas[).
Si es así, pronto tendremos una división en el
campamento. La misma verdad ha
de ser para todos; y no pueden esperar que Cristo esté con ustedes cuando
apacientan sus pequeños rebaños, a menos que los apacienten donde Cristo nos
apacienta.
¿Dónde nos apacienta sino allí donde
crece la verdad? Oh, cuando escribo algunos sermones de enseñanza, me
recuerdan algún pedazo de tierra comunal junto al camino, después de que una
horda hambrienta de ovejas ha devorado cualquier mancha verde; pero cuando escribo
un sólido sermón evangélico de los puritanos (El dogma central del puritanismo era la autoridad suprema
de Dios sobre los asuntos humanos. Para
algunos, tal autoridad se expresaba hasta el grado de la predestinación
enseñada por Juan Calvino,
pero no todos compartían esta opinión. Además, los puritanos subrayaban que el
individuo debía ser reformado por la gracia de Dios. Cada persona, a la que
Dios mostraba misericordia, debía comprender su propia falta de valor y confiar
en que el perdón que está en Cristo le había sido dado, por lo que, por
gratitud, debía seguir una vida humilde y obediente),
me recuerda de un campo mantenido para heno, que un
granjero es por fin obligado a entregar a las ovejas.
La
hierba ha crecido casi tan alta como ellas mismas, y así se acuestan sobre
ella, y comen y también descansan.
Denme las doctrinas de la gracia, y
entonces viviré en la abundancia. Si tienen que apacentar a otros, llévenlos
allí. No los conduzcan a los famélicos pastos del pensamiento y la cultura
modernos. Los predicadores y La Buena Ayuda Idónea hacen pasar hambre al pueblo
de Dios en nuestros días.
¡Oh, pero exponen tal vajilla
hermosa de la China, tales cuchillos y tenedores sorprendentes, tales
maravillosos jarrones y manteles de damasco!
Pero
en cuanto al alimento, parecería que los platos fueron tallados con un plumero,
pues hay demasiado poco alimento en ellos.
La enseñanza real del Evangelio es
demasiado escasa. No nos proporcionan nada para aprender, nada para digerir,
nada que nos alimente; todos son desperdicios y no hay nada sustancial. Oh,
anhelamos el trigo del reino; necesitamos eso, y estoy persuadido de que cuando
las iglesias regresen al viejo alimento nuevamente, cuando comiencen a
apacentar sus rebaños junto a las cabañas de los pastores, y cuando en una vida
de práctica cristiana, los santos regresen al viejo método puritano, y sigan
una vez más las huellas de las ovejas, y las ovejas sigan las huellas de
Cristo, entonces pondremos a la iglesia en comunión con Jesús, y Jesús hará
maravillas en nuestro medio.
Pero para llegar a eso,
cada individuo tiene que tener el propósito de lograrlo; y si el Señor nos lo
concediera a cada uno de nosotros, entonces será concedido a la totalidad, y
los buenos tiempos que deseamos ciertamente habrían llegado.
Amado hermano mío y hermana, ¿deseas
trabajar con Cristo? ¿Quieres sentir que Jesús está a tu diestra?
Entonces
anda y trabaja a Su manera. Enseña lo que Jesucristo quiere que enseñes, no lo
que tú quieras enseñar.
Anda
y trabaja para Cristo Jesús, como quiere que trabajes, no según te lo
prescriban tus prejuicios.
Sé obediente.
Sigue las huellas del rebaño. Sé
diligente también para mantenerte firme junto a las cabañas de los pastores, y
que el Señor te bendiga más y más, a ti y a tus hijos, y Suya sea la gloria.
He hablado únicamente al pueblo de
Dios: hubiese deseado tener el tiempo para
hablarles a los inconversos también, pero a ellos sólo les puedo decir esto: que Dios les conceda gracia para conocer
las bellezas de Jesús, pues entonces ustedes lo amarán también.
Que también les muestre las
deformidades de ustedes mismos, pues entonces desearán ser limpiados y ser
hechos hermosos en Cristo.
Y
recuerden que, si alguno de ustedes desea a Cristo, el Espíritu Santo de
Dios los desea a ustedes; si tienen un anhelo por Jesucristo, el
Espíritu
SANTO DE DIOS TIENE UN ANHELO POR
USTEDES.
SI LO BUSCAN, JESÚS LOS ESTÁ
BUSCANDO.
SI AHORA CLAMARAN A CRISTO, EL
ESPÍRITU SANTO
DE DIOS YA ESTÁ CLAMANDO POR
USTEDES.
“El que quiera, tome del agua de la
vida gratuitamente.”
Que Dios los salve por Jesucristo
nuestro Señor. Amén
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