JEHOVÁ
ES UN GUERRERO Y SU CAPITÁN ES JESUCRISTO
Esto
que vamos a ver en esta predicación solo la podrán entender los elegidos por
Jehová Dios. (Mateo
13:11-17) “11 El respondiendo,
les dijo: Porque a vosotros os es
dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12 Porque a cualquiera que tiene, se
le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas:
porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que
dijo: De oído oiréis, y no
entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15 Porque el corazón de
este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han
cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con
el corazón entiendan, y se conviertan, y Yo los sane. 16 Pero bienaventurados
vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque de cierto os digo, que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y
no lo oyeron”. Hasta que nuestro
Señor Jesucristo venga por segunda vez, estaremos en guerra todos los días de
nuestra vida, dónde nuestro Padre Celestial es el Guerrero Principal que
nos guía por medio del Espíritu Santo y sabemos que nuestro Capitán es
Jesucristo: (1 Corintios 2:14) “Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Sólo el hombre
espiritual es una persona a quien Dios da el conocimiento de su voluntad.
(Josué 1:5) “Nadie te podrá hacer
frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no
te dejaré, ni te desampararé”. Lo que Jehová Dios decidió, darnos a conocer en
las Sagradas Escrituras de la mente de Jesucristo y de su mente en Jesucristo, están
Escritas.
SER
SOLDADO DE JESUCRISTO, es un privilegio, porque nuestro
Padre Celestial nos ha escogido (Juan
6:44) “Ninguno puede venir a mí,
si el Padre que me envió no le trajere; y Yo le resucitaré en el día
postrero”. El gran privilegio de los
cristianos es que tenemos la mente de Cristo, revelada por medio de su Espíritu
Santo. Experimentamos su Poder
santificador en nuestros corazones y damos buen fruto en nuestras
vidas. (Zacarías 10:5) “Y serán como valientes que en la batalla
huellan al enemigo en el lodo de las calles; y pelearán, porque
Jehová estará con ellos; y los que cabalgan en caballos serán
avergonzados”. ¡Qué poco se puede
conocer mediante el poder natural! ¡La Mente de Dios solo se conoce a
quien Él mismo la quiere revelar! El Espíritu Santo, capacitó a los
apóstoles para dar a conocer su mente. (1Tm.
6:12) “Pelea la buena batalla de
la fe, echa mano de la vida
eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena
profesión delante de muchos testigos”. Claramente no nos manda que con Su Autoridad Divina nos ordena
“pelear la buena batalla”. La Palabra
de Dios nos advierte, que nuestra condición terrenal debe ser de un estado de
alerta constante, para que permanentemente estemos apercibidos del
peligro que nos rodea. Pero también nos detalla en forma muy precisa, los
implementos que Dios nos ha entregado para que tengamos éxito en esta lucha
contra el mal. ¿Quiénes son los que
pelean la buena batalla? Naturalmente no son aquellos que consideran que su
responsabilidad es solamente instalarse cómodamente en el asiento de una
iglesia a escuchar, sino el que activamente y de una forma decidida y valiente
“contiende ardientemente por la fe”. (Judas 1:3) “Amados, por la
gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha
sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe
que ha sido una vez dada a los santos”. Las Sagradas Escrituras, describen
constantemente la condición del creyente en este mundo y la compara con la de
un soldado en el campo de batalla. Sabemos
que no existe otra situación más angustiosa y turbadora, que necesita de todos
los sentidos muy alertas, que cuando un combatiente se encuentra en el frente
de batalla. Naturalmente que esta analogía no va para aquellos tibios y
soñolientos que son arrastrados en la retaguardia por la inercia de las
mayorías y no alcanzan a oír ni prestar atención a la voz de su Capitán, Jesucristo
nuestro Señor.
El
creyente que es movido por la fuerza del Espíritu Santo,
es uno que empuja, choca y rompe las filas del enemigo de nuestras almas, que
muchas veces ha logrado instalarse dentro de las mismas iglesias locales, como
ministros fraudulentos. (2Corintios
11:13) “13 Porque éstos son
falsos apóstoles, obreros
fraudulentos, que se
disfrazan como apóstoles de Cristo. 14 Y no es maravilla, porque el
mismo satanás se disfraza como ángel de luz. 15 Así que, no es extraño
si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo
fin será conforme a sus obras”. Porque nuestro Padre Celestial nos advirtió que
estos postreros tiempos de la iglesia “son tiempos peligrosos” (2Tim.3:1-5) “1 También
debes saber esto: que
en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, 3 sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, 4 traidores, impetuosos, infatuados,
amadores de los deleites más que de Dios, 5 que tendrán apariencia
de piedad, pero negarán la
eficacia de ella; a éstos
evita”. Donde hombres con apariencia de piedad están no solamente
ofreciendo “fuego extraño”, sino que aún desviando al pueblo de Dios hacia el
camino del error.
Por
medio del mismo apóstol Pablo nos previno sobre este peligro: (Hch.20:29,30)
“29 Porque yo sé que después de mi
partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos”. Cuando tomemos plena
conciencia de nuestra situación, y que nos encontramos en el frente de batalla,
donde se encuentran muchos focos de disturbio, conspiración y alzamiento; Todo
lo terrenal pierde su valor, y su único anhelo es llegar pronto a sus moradas
celestiales junto a nuestro Señor Jesucristo. Y poder decir como el apóstol Pablo: (2Tim.4:7,8) “7 Desecha
las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate
para la piedad; 8 porque el
ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. El
diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar, y para cumplir más exitosamente
su nefasta misión, se ha disfrazado como ángel de luz. (2Cor.11:15) “Así que, no
es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia;
cuyo fin será conforme a sus obras”. Muchas
veces he expuesto este versículo y se refiere a que sus ministros “pueden”
disfrazarse, pero la verdad es que Dios dice que “se disfrazan”, porque es un
hecho, no una posibilidad.
No
existe peligro mayor para el soldado que el exceso de confianza, porque esa
autosuficiencia le hará abandonar el estado de alerta que le permitió salir
airoso en la batalla frontal. El diablo conoce esta debilidad humana y
es muy sagaz para hacer sus arremetidas especialmente después de una victoria.
Pero nuestro Señor Jesucristo también lo sabe y no nos dejará en esos momentos
que más lo necesitamos. Necesitamos
siempre estar alertas a los dardos que el enemigo nos puede arrojar.
Caminamos sobre un terreno “minado”, debemos movilizarnos con mucho cuidado y
sigilo.
El
Señor Jesucristo nos dice: (Mt.10:16) “He aquí, yo os envío como a
ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes
como serpientes, y sencillos como palomas”. Pero para esta misión tan peligrosa, Jesucristo nos ha provisto de todos los elementos para asegurarnos
la victoria, porque nos dice que: (Rom.8:37)
“Antes, en todas estas cosas somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. ¿En cuales cosas
somos más que vencedores? Lo dice en
el versículo 35, donde nos
previene de los peligros que nos sobrevendrán: (Rom.8:35) “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución,
o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”. En todo esto, somos más que vencedores,
pero no olvidemos jamás, que esta victoria se logra “por medio de aquel que nos
amó”, Jesucristo, nuestro único Capitán a quien servimos en este ejército
vencedor. El poder y la fuerza de los victoriosos están en el Señor
Jesucristo. (Efe. 6:10) “Por lo
demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Hay quienes pretenden llegar a la ciudad
celestial, con sus propias fuerzas, pero siempre será más sabio utilizar la Fuerza
de Jesucristo.
Después
de aclarar la procedencia del poder y la fuerza que disponemos, nos entrega una
lista de los ARMAS DE NUESTRA MILICIA, que se nos
ha otorgado para ser usados en esta lucha contra los gobernadores de las
tinieblas de este mundo. (Efe. 6:13)
“Por tanto, tomad toda la armadura de
Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Porque
¿de qué nos serviría todo esto, si ante la menor arremetida del enemigo
saliéramos huyendo? Una de las cosas que debemos recordar, es que todo este equipamiento que se nos ha
entregado, es solamente para
hacer frente al enemigo. La armadura no tiene ninguna protección para
la espalda, porque no se considera la huida. El reino de Dios es de los
valientes. (Ap. 21:8) “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su
parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. La que sigue es arma, la más Poderosa
que usó Jesús: (Santiago 4:7)
“Someteos, pues, a Dios; resistid
al diablo, y huirá de
vosotros”.
Ahora
veamos el ejemplo de Jesús, de la forma en que Él, se sometió a Dios,
resistió al diablo, y huyó de El: (Mateo 4:3-11) “3 Y vino a él el tentador, y le
dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que
estas piedras se conviertan en pan. 4 El respondió y dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá
el hombre, sino de toda Palabra que sale de la Boca de Dios. 5 Entonces el diablo le llevó a la
santa ciudad, y le puso sobre el
pináculo del templo, 6 y le
dijo: Si eres Hijo de Dios, échate
abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y, en sus manos te sostendrán,
para que no tropieces con tu pie en
piedra. 7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. 8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo
y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares. 10 Entonces
Jesús le dijo: Vete, satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a
él sólo servirás. 11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.
CONTINUEMOS
CON LAS ARMAS DE NUESTRA MILICIA: (Efe. 6:14) “Estad, pues, firmes,
ceñidos vuestros lomos con la Verdad,
y vestidos con la coraza de justicia”.
El versículo de (Ap. 21:8) que recién
cité, donde los cobardes…tendrán su parte en el lago de fuego, está
encabezado por los cobardes, y concluye esta lista con los mentirosos. La Verdad
es un elemento imprescindible en el testimonio del cristiano para mantenerse
firme, porque si dices o estás en una creencia falsa saldrá a la luz, (Mr.4:22) “Porque no hay nada oculto
que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. “Vestidos con la coraza de justicia”. Se
refiere a la justicia de Dios, esto es lo que cubre el pecho del verdadero
soldado de Jesucristo. Es más efectivo que el mejor chaleco a prueba de
balas, nada lo puede penetrar.
(Efe.
6:15) “Y calzados los pies con el apresto del Evangelio de la paz”. (Isa. 52:7) dice: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies
del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica
salvación, del que dice a Sion: ¡Tu
Dios reina!”. ¿Para qué se utiliza el calzado? Naturalmente que, para
caminar, y en este caso, para caminar y llevar las buenas nuevas del Santo Evangelio de Dios. Pero
lamentablemente en nuestros días, la gran mayoría de los que se autodenominan
“cristianos” andan descalzos, total, para estar sentados en la silla de una
iglesia los días Domingo, no lo necesitan, porque no están ocupados en “llevar”
el Evangelio como ordenó Jesucristo.
(Efe.
6:16) “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno”. Con justa
razón, nuestro texto inicial dice: “Pelead la buena batalla de la fe”, porque
es imposible agradar a Dios sin fe (Heb.11:6)
“Pero sin fe es imposible agradar a
Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,
y que es galardonador de los que le buscan”. Sin embargo, el autodenominado “cristianismo” del día de hoy,
descansa primordialmente sobre lo que ven. ¿Cuántos son los que dicen que están en un lugar u otro porque han
visto grandes señales y milagros? Aunque sabemos que la fe es (Heb.11:1) “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve”.
Seguramente que a esto se debe a que muchos “miembros” de iglesias, han
sido consumidos por el fuego de la duda y confusión, porque andan por vista, y no por fe. No tuvieron ese
escudo para protegerlos.
(Efe.
6:17) “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que
es la Palabra de Dios”. Soldados que cogen su espada únicamente para
sacarle brillo y se preocupan de lucirla reluciente en su vaina, no son verdaderos soldados. El
guerrero eficaz llevaba su espada desenvainada, muchas veces sucia con la
sangre de sus enemigos, porque la utilizaban para hacer cortes e inferir el
mayor daño posible al contrincante. Hoy
el enemigo se ríe de muchos cristianos, porque pretenden enfrentarlo sin la Espada del Espíritu, que es la Palabra
de Dios. “El yelmo de la
salvación”. El yelmo es el
casco que protege la cabeza del guerrero. El enemigo pretenderá atacar con muchas dudas al cristiano,
pero si tiene bien puesto el yelmo de la salvación, sus estocadas no tendrán
efecto. La seguridad de nuestra salvación es indispensable para mantener los
sentidos espirituales bien despiertos. Incluso en nuestro texto dice: 1Tim.6:12
“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna…”. Una vez que
hemos subido en el barco cuyo Capitán es Jesucristo, no hemos de temer a las tormentas ni huracanes; los vientos de las tribulaciones no
podrán hacernos naufragar. Jehová
Dios dice con absoluta claridad: (Jn.
10:28) “Y Yo les doy vida eterna;
y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi Mano”.
El que Nuestro Padre Celestial nos sostenga de su Mano es una Arma Poderosa: (Isa 41:10-13) “10 No temas, porque Yo
estoy contigo; no desmayes, porque
Yo Soy tu Dios que te esfuerzo; siempre
te ayudaré, siempre te
sustentaré con la Diestra de Mi Justicia. 11 He aquí que todos los
que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como
nada y perecerán los que contienden
contigo. 12 Buscarás a los
que tienen contienda contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como
cosa que no es, aquellos que te hacen la guerra. 13 Porque Yo Jehová Soy
tu Dios, quien te sostiene de
tu mano derecha, y te dice: No
temas, Yo te ayudo”. Con justa razón la define como “vida eterna”, para
siempre. Incluso llega a prometernos
en (2Tm.2:13) “Si fuéremos
infieles, Él permanece Fiel; Él
no puede negarse a Sí Mismo”. Aunque el verdadero hijo de Dios, a quien
el Señor a lavado con Su Sangre Bendita, jamás podrá desertar de sus filas,
porque permanecemos junto a Él cual el niño que camina tomado de la mano de su
padre; no es la fuerza del niño la que le hace caminar junto a él, sino la
fuerza de la mano de su padre. Como
amorosamente lo dice en (Oseas11:4) “Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el
yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida”. Por esta razón
también nos asegura en (2Tes.3:3) “Pero Fiel es el Señor, que os afirmará y
guardará del mal”. La seguridad que tenemos en las batallas y en la
guerra, es fundamental, el yelmo para todo guerrero. Ser un soldado de Jesucristo significa ser un guerrero, uno que
pelea la buena batalla de la fe. ¿Es
Ud. un combatiente de este ejército? Entonces revisa si llevas el calzado
del apresto del Evangelio, obviamente si es uno de aquellos que se ha
conformado solamente con permanecer sentado, no lo necesitará. Pero de lo contrario, examina tu atuendo
¿llevas toda la armadura que le ha provisto Jesucristo? La vida del verdadero creyente es una constante lucha, por este motivo la compara con la vida
de un guerrero. El Evangelio
es un mensaje de paz, pero al
mismo tiempo produce una reacción violenta en aquellos que lo rechazan,
a esto se refiere Jesucristo cuando
habla de la paz.
Una
es la paz que deja en el corazón del hijo de Dios,
al saber que todos sus pecados han sido perdonados y que le aguarda una
eternidad gloriosa junto a Jesucristo. Esta es la paz de Jehová Dios que
también nos transmite Jesucristo. Pero
también nos dice Jesucristo que no vino a traer paz para con los inconversos,
sino lucha y confrontación. (Mat.
10:34) “34 No penséis que he
venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
35
Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija
contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del
hombre serán los de su casa”. La
vida del creyente verdadero, es una constante lucha. Esto lo podemos
ver aún con nuestros propios familiares inconversos como dijo Jesucristo.
También
es casi inconcebible considerar que en los lugares de trabajo el creyente, aún
destacando por su seriedad, responsabilidad, puntualidad y eficiencia, deba
sufrir la persecución más despiadada de sus jefes y compañeros.
Esto se debe a que haga lo que haga el creyente por no molestar a nadie, esta luz de santidad que irradia, es la
que irrita a los inconversos, porque
esta luz deja al descubierto sus propias faltas y eso lo transforma en un
enemigo peligroso. (Jn.3:20)
“Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece
la luz y no viene a la luz, para
que sus obras no sean reprendidas”.
Otro
elemento muy importante que dispone el soldado,
es cuando sabe que la guerra pronto
terminará, cuando el Príncipe de paz ponga fin para nosotros esta confrontación
con la carnalidad, los falsos hermanos y los inconversos en general.
Hermanos,
recuerden, esta guerra pronto se acabará, (Apo 21:4) “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Pero que en
aquel día podamos decir como el apóstol Pablo al finalizar: “He peleado la buena batalla”. Que
así sea. Amén.
Predicador de la Sana Doctrina de Cristo: Víctor. Si usted no tiene la
intención de guardar esta hoja, tenga la amabilidad de entregarla a otra
persona interesada. Para la difusión gratuita entre cristianos, se permite fotocopiar
esta hoja (por favor no cambiar el texto).
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