LA SANA DOCTRINADE
CRISTO NOS ENSEÑA
A QUE NO
MENOSPRECIEMOS LA CORRECCION
(Job 5:17,18) “17 He aquí,
bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la
corrección del Todopoderoso. 18
Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan”.
Es muy importante
entender que la finalidad de la corrección es para nuestro bien porque es
aplicada con justicia divina y esto es motivo de gratitud, ya que no quiere que
nos perdamos y esto es muy provechoso en nuestro diario vivir. (Hebreos
12:4-13) “4 Porque
aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5 y habéis ya olvidado la exhortación
que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres
reprendido por él; 6 Porque el Señor
al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Si soportáis la disciplina, Dios os
trata como a hijos; porque ¿qué hijo es
aquel a quien el padre no disciplina? 8
Pero si se os deja sin disciplina, de la
cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros
padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no
obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos
días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de
gozo, sino de tristeza; pero después da
fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. 12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas
paralizadas; 13 y haced sendas
derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. Todo lo dicho y declarado por Jehová Dios anteriormente es para que
por medio del Poder de Dios que está en su Sana Doctrina de Cristo, estemos
mejor preparados para recibir toda su instrucción y la obedezcamos. Pues
vemos por qué no somos tan abiertos a la enseñanza como debiéramos, es decir,
porque no conocemos suficientemente la majestad de Jehová Dios para ser tocados
por el temor a Él.
Por esto tenemos
que saber cómo gobierna Dios al mundo, y tenemos que considerar su infinita
justicia, su poder y sabiduría. (Deu
6:25) “Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos
delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado”. Porque Dios no tiene
por qué constreñirnos a rendirle honor; es suficiente con darnos la ocasión y
con mostrarnos cómo es que hay motivos justos para hacerlo, y por qué nosotros
deberíamos venir por nuestra propia decisión.
De
manera entonces, tengamos en mente lo que ha sido previamente declarado, esto
es, que cuando los juicios de Dios son puestos ante nosotros, no es asunto de
reírnos o de bobear, sino que corresponde que todas las criaturas tiemblen ante
ellos.
Y
ahora dice que es "bienaventurado el hombre a quien Dios castiga y que por
eso no debemos rehusar la corrección del Todopoderoso".
¿Qué hemos de hacer
entonces? Debemos asegurándonos que es provechoso para nuestra salvación. De modo entonces,
que estemos dispuestos a temerle con toda humildad, ahora nos muestra que Dios
manifiesta amor, sin importar el rumbo que el mundo tome; y que, especialmente
al corregirnos, nunca es tan severo con nosotros que no nos haga sentir su bondad
y misericordia en ellos, a efectos de que nos acerquemos a Jesucristo y no
desmayemos, como aquellos que tienen temor de ser confundidos.
Dios
entonces, no tiene la intención de que su majestad sea tan terrible para
nosotros; su intención, en cambio, es acercarnos a sí mismo, para que le
amemos, no únicamente cuando nos hace bien, sino también cuando nos corrige por
nuestros pecados. Vemos entonces lo que debemos aprovechar de este texto.
Sin
embargo, pareciera que esta afirmación es contraria a lo que está escrito en el
resto de las Sagradas Escrituras: es decir, que todas las miserias y
calamidades de esta vida terrenal provienen del pecado y consecuentemente de la
maldición de Dios.
(Deuteronomio
11:26-28) “26
He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: 27 la bendición, si oyereis los
mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, 28 y la maldición, si no oyereis los
mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os
ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido”.
¿De
dónde proviene nuestra felicidad y gozo, sino de Dios? Y, por el contrario,
cuando Dios está contra nosotros vemos que nuestra vida está en maldición.
Nuevamente, cuando sentimos que por el hecho de corregirnos Dios está enojado
con nosotros, aparentemente no hay felicidad en ello. Pero hemos de notar que
aquí tenemos que tomar en cuenta la intención y el final que Jehová Dios
persigue al corregirnos.
Es
cierto que Dios indica cuanto aborrece el pecado, y es cierto que el orden por Jehová
Dios señalado en la creación del mundo es trastornado cuando no nos trata como
un Padre. Entonces ustedes ven, cómo todas las adversidades de la vida nos dan
una señal de la maldición de Dios, para que así entendamos que el pecado
desagrada a Dios, y que Dios lo odia y aborrece, y que no lo soporta puesto que
él es la fuente de toda justicia. (1Jn
3:9) “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. (1Jn 5:18) “Sabemos que todo aquel que
ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues
Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”.
Jehová
Dios no quiere que perezcamos y que nos solicita a volver a él. Porque las
correcciones son como testimonios de que Dios está dispuesto a recibirnos en
misericordia si reconocemos nuestras faltas y sinceramente pedimos que nos
perdone.
Siendo
esto el caso, no nos debe parecer extraño que la Sana Doctrina de Cristo diga
que es bienaventurado el hombre a quien Dios corrige. Dios corrige a aquellos a
quienes quiere mostrar su misericordia; pero vemos que también corrige a los
malvados, permitiendo que sigan pecando para su mayor condenación.
Dios
aflige tanto a buenos como a malos, Dios corrige como a hijos suyos, para
provecho de ellos, según lo declara con las palabras que siguen, afirmando que
él (Job 5:18) “Porque él es quien
hace la llaga, y él la vendará; el hiere, y sus manos curan”.
Y,
en efecto, tan malvada es la iniquidad de los hombres, tan testaruda, tan
desesperada que cuando Dios más los corrige, más blasfemias dicen, mostrándose
totalmente incorregibles, de modo que no hay forma de hacerles entrar en razón.
Aprendamos entonces, que hasta que Dios nos haya tocado con su Santo Espíritu
es imposible que sus correcciones sirvan para traernos al arrepentimiento, más
bien nos llevarán de mal en peor.
Y, sin embargo, no
se puede decir que Dios no sea justo el obrar de esta manera. ¿Y por qué?
Porque de esa manera los hombres se convencen.
De
modo que si Dios no nos mantuviera a raya, corrigiéndonos de nuestros pecados, todos
podrían argumentar ignorancia, afirmando que no los sabíamos, y que todos nos
excedemos por no haber sido invitados por Dios a reconocer nuestras faltas.
Entonces todos
podemos ver cómo Dios muestra su justicia cada vez que corrige a los hombres,
aunque dicha corrección resulta no ser para su enmienda. Porque ya
comienzan su infierno en este mundo, conforme a los ejemplos que tenemos en
todos aquellos que no cambian su malvada vida cuando Dios les envía
aflicciones; no dejan de mostrar una continua cólera.
O bien son como
caballos desbocados como se los compara en (Salmo 32:9) “No seáis como el
caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con
cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti”. También están completamente viciados de manera que no reconocen su
propio mal, quiero decir como para considerar la mano que los golpea, como dice
el profeta: (Amo 5:16-19) “16 Por tanto, así ha dicho Jehová,
Dios de los ejércitos: En todas las plazas habrá llanto, y en todas las calles
dirán: ¡Ay! ¡Ay!, y al labrador llamarán a lloro, y a endecha a los que sepan
endechar. 17 Y en todas las viñas
habrá llanto; porque pasaré en medio de ti, dice Jehová. 18 ¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este
día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz; 19 como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso;
o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una
culebra”.
Cuando
sentimos la corrección que Jehová Dios, y además somos enseñados a arrepentirnos
por todas nuestras ofensas, a suspirar y gemir por ellas en su presencia y a
refugiarnos en su misericordia; si éste es nuestro sentir en cuanto a las correcciones
de Dios, será señal de que Jesucristo ha obrado en nuestro corazón por medio
del Espíritu Santo. (2Tim 4:2) “que
prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
Percibamos
entonces que son bienaventurados aquellos a quienes Dios corrige, aunque
huyamos de la adversidad tanto como nos sea posible. De modo entonces que nunca
seremos capaces de consentir ésta Sana Doctrina y recibirla en nuestros
corazones hasta que la fe nos haya hecho comprender la bondad que Dios usa para
con sus siervos cuando los atrae de vuelta a sí mismo. (Juan 6:38,39) “38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo
que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.
De
modo que la mayor desgracia que nos puede ocurrir es que Dios permita que nos
revolquemos en nuestras iniquidades; porque en este caso, finalmente nos
pudriremos en ellas. (Jer 5:25) “Vuestras
iniquidades han estorbado estas cosas, y vuestros pecados apartaron de vosotros
el bien”.
Los
padres van aún más allá, porque les gusta adular a sus hijos mientras que ellos
se echan a perder; de esta manera Dios realmente nos ofrece pequeñas
ilustraciones de aquello que es mucho mayor en Dios. Porque si nos tratara
suavemente nos arruinaríamos del todo sin posibilidad de ser rescatados. Por esto,
para mostrarse como padre hacia nosotros tiene que ser severo viendo que somos
de una naturaleza tan rebelde que tratándonos gentilmente no seríamos capaces
de aprovecharlo. ¿Ven ustedes cómo podemos entender la verdad de esta Sana Doctrina,
de que es bienaventurado aquel a quien Dios castiga?
Considerando
cuál es nuestra naturaleza, cuan testarudos somos, y cuán difícil es ponernos
en orden, y que, si Dios nunca nos castigase no nos sería provechoso; y que por
eso es menester que él nos mantenga bajo control, y nos dé tantos azotes como
sean necesarios para que nos acordemos de Él. (Salmos 2:9) “Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de
alfarero los desmenuzarás”.
Entonces,
finalmente llegaremos a la conclusión de que es bienaventurado el hombre a
quien Dios castiga; ciertamente, tanto más si añade la segunda gracia, esto es,
para ser precisos, si aplica sus varas y sus correcciones enviando al Espíritu
Santo para obrar de tal modo en el corazón del hombre que éste ya no se
empecine en su oposición a Dios sino que pueda tener la consideración de
reflexionar sobre sus propios pecados y ser dócil y humillarse verdaderamente. (Salmos 89:32) “Entonces castigaré con
vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades”. (Salmos 23:4) “Aunque ande
en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu
vara y tu cayado me infundirán aliento”.
Ustedes
ven entonces por qué dije que el mayor beneficio que podemos recibir es ser
corregidos por la mano de Dios a tal extremo que la corrección que nos envía
nos sea más útil que el pan que comemos.
Porque sabemos que
no es sin razón que el Espíritu Santo haya hecho esta afirmación. (Hebreos
12:11)
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido
ejercitados”. Dios también nos hará sentir las punzadas que nos causen dolor. Y
este dolor es transformado en nuestro beneficio demostrándonos Dios que nos
ama, no obstante, será necesario que haya algunas punzadas y dolores en ellas a
efectos de que percibamos la ira de Dios y nos disgustemos con nosotros mismos
en nuestros pecados.
Porque
cuando decimos que somos bienaventurados al ser castigados por la mano de Dios,
ello debe llevarnos a la humildad viendo que Dios no puede procurar nuestra
salvación sino revelándose contrario a nosotros. (Proverbios 22:15) “La necedad está ligada en el corazón del
muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él”. ¿Acaso no hay que
decir con justicia que en el hombre hay una corrupción extraña, de tal modo que
Dios no pueda ser nuestro Salvador y Padre excepto tratándonos ásperamente? (Proverbios 23:13,14) “13 No rehúses corregir al muchacho;
Porque si lo castigas con vara, no morirá. 14
Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol”. Porque su naturaleza
es revelarse lleno de gracia y gentileza a sus criaturas y él sigue este orden
que también seguiría con respecto a sí mismo puesto que no hace sino derramar
su bondad sobre nosotros de modo que seamos llenos de su gracia y completamente
cautivos por ella.
Pero
sucede que si nos trata gentilmente conforme a su propia naturaleza e
inclinación, estamos perdidos. (Proverbios
26:3) “El látigo para el caballo, el cabestro para el asno, y la vara para
la espalda del necio”. De modo que debe, por así decirlo, cambiar de parecer,
es decir, mostrarse distinto hacia nosotros de lo que es. ¿Y cuál es la causa
de ello? Nuestra desesperante maldad. (Proverbios
29:15) “La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho consentido
avergonzará a su madre”. Por esto tenemos buenos motivos aquí para ser
confundidos de vergüenza, viendo que Dios si quiere evitar que perezcamos.
Pero
puesto que no podemos hacer una buena aplicación de esta enseñanza a nuestro
uso sin añadir lo que sigue, procedamos a unir ambas cosas. Dice: (Job 5:19b) "Por tanto, no
menosprecies la corrección del Todopoderoso”. (Job 5:18) “porque él es quien hace la llaga, él la vendará; él
hiere y sus manos curan”. Aquí se no exhorta a no rehusar las correcciones de Dios,
y las razones se exponen claramente: esto es, para ser claros, porque Dios
quiere hacer las cosas bien. Aprendamos aquí cuando Dios quiere exhortarnos a
la paciencia no solamente nos dice que no podemos evitar su mano, que perdemos
el tiempo rebelándonos contra él, que a pesar nuestro tenemos que transitar ese
camino, y que no podemos resistir esa necesidad; de lo contrario sería como la
llaman, si crujimos los dientes y nos levantamos contra Dios, cuanto podemos,
de modo de no practicar la paciencia sino por la fuerza.
Por
eso, si queremos ser pacientes con respecto a Dios tenemos que acercarnos a él
por otros medios: esto es, para ser claros, al final tenemos que ser
consolados, como lo dice la Sana Doctrina de Cristo a través del apóstol Pablo
en (Romanos 15:3,4) “3 Porque ni aun
Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de
los que te vituperaban, cayeron sobre mí. 4
Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se
escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras,
tengamos esperanza”.
Donde
une, como inseparables, estas dos cosas: es decir, (1) a efectos de que podamos
tener paciencia en todas nuestras adversidades, es preciso que gustemos la
bondad de Dios, recibiendo gozo por medio de su gracia, y (2) debemos
convencernos de que las aflicciones provenientes de su mano son para nuestra
salvación. Existen dos tristezas y las
dos nos producen malestar en nuestros cuerpos: (2Corintios 7:10) “Porque la tristeza que es según Dios produce
arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la
tristeza del mundo produce muerte”.
Tanto más debemos
meditar en la Sana Doctrina de Cristo que se nos muestra aquí: es decir, que
Dios al afligirnos quiere someternos a sí mismo, sí, para nuestro beneficio y
para nuestra salvación. Las correcciones están en todas partes; pero, ¿dónde está
el arrepentimiento? No lo hay; en cambio vemos que aparentemente los hombres se
conspiran a resistirse, hasta el límite, a Dios. ¿Por qué es esto? Es porque
hay muy pocos que entienden ésta Sana Doctrina de Cristo.
Aquí se nos muestra
una doble gracia: (1)
Cuando Dios nos aflige es porque procura nuestro beneficio; nos lleva al
arrepentimiento, nos purga de nuestros pecados y aún de los que nos son
ocultos. Porque Dios no se conforma con remediar meramente los males ya
existentes, sino que considera que en nosotros se oculta mucha semilla mala.
Entonces pone, anticipadamente, las cosas en orden; es una bendición especial
que nos otorga cuando aparentemente se vuelve contra nosotros con su espada
desenvainada, para darnos una señal; de su enojo; cada vez que lo hace nos
muestra que es nuestro médico. Esta es
la primera gracia. (2) Luego, esta
es la segunda gracia, que también se nos muestra claramente: es decir, que
Dios sana la herida que nos ha causado y la cura. (1Corintios 10:13) “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no
sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida,
para que podáis soportar”. Que no nos
permite ser tentados más allá de lo que podemos llevar, sino que él hace una
buena obra con todas nuestras tribulaciones.
Entonces,
aunque las correcciones sean útiles para nosotros, incluso necesarias, y aunque
Dios tiene que invitarnos de diversas maneras a volver a él, no obstante nos
guarda, no considerando solamente lo que nuestros pecados requieren, sino lo
que somos capaces de soportar. Y es por
eso que dice que nos castiga por medio de manos humanas, que su ira no es tan
grande como su poder. Porque, ¿qué pasaría si Dios extendiese su mano
contra nosotros? Ciertamente, ¿qué criatura podría subsistir delante de él?
Ciertamente, con sólo mostrar el enojo de su rostro todo el mundo perecería; y
aunque no lo hace, con sólo quitarnos su Espíritu, todo perecería como dice el (Salmo 104:29) “Escondes tu rostro, se
turban; Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo”.
En
cambio, nos trata amablemente, y al mismo tiempo también retira su mano de
sobre nosotros cuando nos ve tan molidos y doblegados bajo la carga; él nos
guarda, siempre y cuando seamos de espíritu humilde, tendiendo la correcta
disposición. Porque sabemos lo que declara en su ley que si venimos atacándole
él vendrá de la misma manera contra nosotros, como también lo dice el (Salmo 18:25-27) “25 Con el misericordioso te mostrarás
misericordioso, y recto para con el hombre íntegro. 26 Limpio te mostrarás para con el limpio, y severo serás para con
el perverso. 27 Porque tú salvarás
al pueblo afligido, y humillarás los ojos altivos”.
En
vano pensamos que vamos a llegar a alguna parte con el perverso, es decir, será
duro cuando los hombres empleen tan obstinada malicia contra él, y bajo su
dureza serán totalmente deshechos. Pero cuando tenemos buena disposición para
sujetarnos a la mano fuerte de Dios, es cierto que siempre hallaremos en él lo
que aquí se dice. (1 Pedro 5:5-7) “5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a
los ancianos; y todos, sumisos unos a
otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia
a los humildes. 6 Humillaos, pues,
bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 7 echando toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros”.
"Humillaos," dice, "bajo la poderosa mano de Dios"; porque
todo aquel que humilla su cabeza, todo aquel que dobla sus rodillas ante Dios
para rendirle homenaje, si cae, sentirá la mano de Dios levantándolo; pero
aquel que se opone a Dios tiene que sentir su mano contra sí mismo.
¿Queremos
sentir entonces la mano de Dios entre nosotros para ayudarnos? Humillémonos;
pero, todo aquel que se oponga necesariamente dará contra la mano de Dios entre
nosotros para ayudarnos. De modo que recordemos bien esta enseñanza encerrada
en las palabras: "No rehúses la
corrección del Todopoderoso". Cuando hayamos captado el significado de
la bondad de Dios, cuando hayamos conocido su amor paternal, ello endulzará
para nosotros las aflicciones que de otra manera nos parecerán severas y
amargas.
Sin
embargo, cada uno de nosotros tiene que aplicar esta enseñanza a su propio uso.
Porque será muy fácil decir: "Bendito sea Dios que así castiga a los
hombres" pero al ser castigados nosotros, no elevan alabanzas, sino más
bien, murmuraciones contra Jehová Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Ahora
bien, nunca debemos hacer semejante cosa; en cambio, cuando somos afligidos
privadamente, recibamos con paciencia la corrección, y apliquemos a nosotros
mismos las exhortaciones que sabemos dar tan bien a otros. (2Timoteo 4:1-5) “1 Te encarezco delante de Dios y del Señor
Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su
reino, 2 que prediques la palabra;
que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no
sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán
maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta
las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”.
Puesto
que entonces, que Dios anhela este arreglo de remediar nuestros vicios
afligiéndonos, (Salmo 119:64-69) “64
De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; Enséñame tus estatutos. 65 Bien has hecho con tu siervo, oh
Jehová, conforme a tu palabra. 66 Enséñame buen sentido y sabiduría, porque
tus mandamientos he creído. 67 Antes
que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra. 68 Bueno eres tú, y bienhechor;
Enséñame tus estatutos. 69 Contra mí
forjaron mentira los soberbios, mas yo guardaré de todo corazón tus
mandamientos”.
David
no está hablando de otros como diciendo, "Señor, has hecho bien en
castigar a los transgresores," sino que comienza consigo mismo. Es así
como debemos hacerlo. Y es esto lo que aquí se nos muestra por el Espíritu
Santo, "he aquí bienaventurado el hombre a quien Dios castiga." ¿Y por qué? Porque los humanos no pueden
admitir por sí mismos ser gobernados por Dios; se resisten y siguen
incorregibles; por esto les es necesario y provechoso que Dios los castigue.
Ahora,
puesto que hoy vemos la mano de Dios levantada, tanto en general como en
particular, debemos ser tanto más afectados por esta enseñanza. Se ven cosas
tan absurdas. Entonces, ¿vamos a mostrarnos asombrados si Dios manifiesta tal
severidad? Es cierto que aparentemente no castiga a los malvados como a nosotros,
aunque son tan rebeldes y obstinados. Tres
últimos consejos de parte de Dios (1)
(Pro 13:24) “El que detiene el
castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. (2) (Pro 16:6) “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con
el temor de Jehová los hombres se apartan del mal”. (3) (Pro 29:17) “Corrige
a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”. Y este es consejo para ti que oyes esta Palabra (Pro 29:19) “El siervo no se corrige
con palabras; Porque entiende, mas no hace caso”.
Ahora,
de nuestra parte, oremos a Dios que no permita que nos endurezcamos tanto, sino
que tan pronto nos dé muestras de su ira, el
Espíritu Santo obre de tal modo en nosotros que la dureza de nuestro corazón
sea atenuada, a efectos de dar lugar a su gracia, habiéndonos recibido en
su misericordia, según tenemos necesidad
de ella, y según podemos percibirla, si no somos demasiado necios. Ahora,
inclinémonos en humilde reverencia ante el rostro de nuestro Dios Jehová.
Predica: Pastor
Víctor Ramón Preciado Balderrama
Hola
hermanos les saludo con mucho amor en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y
con un solo propósito de que sean edificados sus vidas y sus ministerios, me
gozo el saludarles y el que Dios me dé la oportunidad de servirles si me lo
permiten, y con todo respeto a su doctrina o denominación, mi único interés es
que corra la Sana Doctrina de Cristo.
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