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de Octubre de 2016
UN
BUEN ÁRBOL NO PUEDE DAR FRUTO MALO
Creo firmemente que cada uno de
nosotros tenemos una comisión, y un propósito en la tierra. (Salmo 1:3) “Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae; y
todo lo que hace prosperará”. Jehová
Dios hará lo que tenga que hacer para cumplir su propósito en ti. Como
tú eres árbol del plantío de Jehová, ÉL tiene todo el derecho de plantarte en
el lugar donde solo ÉL sabe que darás fruto.
La
bendición que tenemos los árboles de Jehová Dios es que estamos destinados a
crecer y a llevar frutos. Estoy seguro que siempre habrá
corrientes de agua. (Isaías
41:18) “En las alturas abriré ríos y fuentes en medio de los valles, abriré
en el desierto estanques de agua, y manantiales de aguas en la tierra seca”.
Esta es la herencia de los árboles de Jehová Dios, que aun en el desierto
estamos destinados a crecer. ¿Dónde nos llevará?,
no sabemos. ¿Cómo lo hará? Tampoco lo sabemos. Jehová Dios, tiene un plan
bueno y perfecto. (Mateo 7:17-20) “17 De la misma manera, todo árbol
bueno da fruto bueno, pero un árbol malo da fruto malo. 18 Un buen árbol no puede
dar fruto malo ni tampoco un árbol malo puede dar fruto bueno. 19 Todo árbol que no dé fruto bueno,
será cortado y echado al fuego. 20 Por esto digo que reconocerán a los
falsos profetas por la clase de fruto que den”.
En
el contexto inmediato de esta Escritura, el Señor está hablando principalmente
de los falsos profetas (Mat 7:15) “Tengan cuidado
con los falsos profetas, pues ellos están disfrazados de mansas ovejas, pero
por dentro son lobos feroces”. Ellos parecen ser ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces. Así
como satanás se disfraza de ángel de luz, sus siervos también pueden tener la
apariencia externa de ser ministros de justicia (2Corintios 11:14,15) “14 Y no es maravilla, porque el mismo
satanás se disfraza como ángel de luz. 15 Así que, no es extraño si
también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin
será conforme a sus obras”. Por lo
tanto, estos falsos profetas pueden ser sumamente engañosos. Parecen
ser verdaderos, parecen predicar la justicia, parecen ser de la luz, de la
verdad; sin embargo, son impostores en la iglesia. A pesar de que, por fuera, dan la impresión de ser correctos, el
Señor Jesucristo nos advierte de que no seamos engañados. Y la forma en
que debemos probarlos para no ser engañados es conocerlos “por sus frutos”.
Entonces,
si tenemos que reconocer a los falsos profetas y maestros por sus frutos, esto
significa que debemos examinar a cada predicador del Evangelio por sus frutos,
ya que no podemos saber quiénes son falsos al menos que los examinemos.
Esto no contradice el mandamiento del Señor Jesucristo en (2Corintios 11:1-5) “1
¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. 2 Porque os celo con celo
de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como
una virgen pura a Cristo. 3 Pero temo que como la serpiente con su
astucia engañó a Eva, vuestros
sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.
4 Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos
predicado, o si recibís otro
Espíritu que el que habéis recibido, u otro Evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis; 5 y pienso que en nada he sido inferior
a aquellos grandes apóstoles”.
Aunque es malo y pecaminoso juzgar a
los demás cuando somos culpables de peores faltas, o juzgar según la “apariencia” con nuestra opinión, con
motivos injustos o con criterio equivocado, Jesús nos manda a juzgar con “justo juicio” (Juan 7:24) “No juzguéis según las
apariencias, sino juzgad con justo juicio”.
Debemos
usar las Sagradas Escrituras como el estándar y regla divina al juzgar con
justicia si queremos examinar los frutos de los predicadores del Santo Evangelio.
Y el estándar que usemos para juzgar a otros no debe ser nuestro propio
estándar, ni debe ser basado en
nuestras propias opiniones; más
bien, debe ser el estándar que se
encuentra en la Las Sagradas Escrituras que es la Palabra de Dios, y cualquier
conclusión que saquemos debe estar de acuerdo con el juicio que la Sana
Doctrina de Cristo, que es la enseñanza pura de la Palabra de Dios que
ya ha pronunciado sobre tales cosas (2Juan
1:9) “Cualquiera que se extravía, y no
persevera en la Doctrina de Cristo, NO
tiene a Dios; el que persevera en la Doctrina de
Cristo, ése sí tiene al Padre
y al Hijo”. De esta manera, estaremos obedeciendo la Verdad,
juzgando justamente y no con error. Dios es el juez, y mi juicio es verdadero
solo cuando está de acuerdo con, y conforme a, el justo juicio de Jehová Dios
que ya ha sido proclamado en Su infalible Palabra.
Habiendo
dicho esto, debemos examinar a cada predicador que escuchemos usando la Palabra
de Dios como el estándar (Hch 17:11) “Y éstos eran
más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con
toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas
eran así”. Si no cumplen con los
requisitos que se encuentran en las Sagradas Escrituras, entonces son falsos y
tienen que ser expuestos por lo que son para prevenir que hagan más daño al
rebaño de Dios. Y mientras que todo esto es cierto, y el contexto principal
de esta Escritura es la forma en que podemos reconocer los falsos profetas,
creo que hay una aplicación secundaria que se puede hacer, la cual se podría
aplicar a todos nosotros en una escala más extensa. Podemos hablar mucho más de los falsos profetas y como reconocerlos,
pero por el bien de esta corta exposición por favor permíteme examinar este
texto con una perspectiva más amplia que se aplique a todos nosotros. Especialmente como predicador de la sana
Doctrina de Cristo quiero ser juzgado por ti con las Sagradas Escrituras.
Sacaré ahora algunos puntos de
aplicación de este texto, en el contexto de cómo se relaciona a todos los que
dicen ser “cristianos”, porque, seamos realistas, los predicadores no son los
únicos que necesitan ser probados hoy en día; ya que hay tanta falsa profesión
y tanto cristianismo falso, que todos necesitamos ser examinados con las
pruebas de las Sagradas Escrituras para saber si verdaderamente somos hermanos de
Jesucristo. Y no solo esto, sino que cada uno de nosotros tenemos que
examinarnos para asegurarnos que pasemos las pruebas de las Sagradas Escrituras
en cuanto a la fe verdadera y la verdadera comunión con Jesucristo, como
nuestro Hermano Mayor, (Hebeos 2:11,12)
“11 Porque el que santifica y los
que son santificados, de uno son todos; por
lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu Nombre, en medio de la
congregación te alabaré”.
Volvamos
a lo de los árboles porque; ¿Verdad que se puede conocer a un árbol por su
fruto? Jehová Dios No está interesado en discernir cada árbol literal de un
bosque literal, sino en discernir entre cristianos verdaderos y falsos.
Cada persona que profesa ser creyente es
un árbol en el sentido de que habla de las Sagradas Escrituras. Y cada creyente
profesante da algún tipo de fruto, ya sea bueno o malo. Por tanto, así
como un falso profeta, la persona que se llama “cristiana” puede ser conocida
por el fruto que produce. Por “fruto”, el Señor está hablando de nuestras
obras. Entonces, en el sentido
general, normalmente podemos determinar quién es un cristiano genuino y quién
es uno falso al examinar el fruto del creyente profesante contra la Palabra de
Dios, por las cosas que hacen, por las obras que se manifiestan en sus vidas.
No siempre se puede hacer esto, porque hasta cierto grado las cizañas (falsos creyentes) en la iglesia
muchas veces se parecen mucho al trigo (verdaderos
creyentes), y Jehová Dios nos ordena a dejarlos crecer juntos pues no sea
que arranquemos y dañemos a un grano bueno de trigo (Mat. 13:29,30) “29 Él
les dijo: No, no sea que al arrancar
la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro
hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el
trigo en mi granero”. Pero al mismo
tiempo, cuando el fruto sea manifiesto y obvio, debe ser discernido y
debemos tratar el malo debidamente, conforme a las Sagradas Escrituras (1
Cor. 5:12,13) “12 Porque ¿qué razón
tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? 13 Porque
a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. El
fracaso completo de la mayoría de la iglesia profesante con respecto a esto ha
resultado en multitudes de cizañas,
muchas más cantidades de ellas que de
trigo, y esto ha destruido el testimonio que se supone que la iglesia
debe tener en el mundo.
Noten
que un árbol no es conocido por la plenitud de sus hojas, sino por sus frutos.
Un árbol puede parecer sano por fuera, lleno de ramas gruesas y muchas hojas
coloradas, y sin embargo dar malos frutos, mostrando que es un árbol malo a
pesar de su apariencia. Lo que quiero
decir con esto es que un supuesto cristiano puede profesar larga y ruidosamente
que cree en Cristo, e incluso presentar muchas evidencias exuberantes
con el intento de tratar de respaldar su profesión de fe. Pero si está dando malos frutos, entonces tiene que ser un árbol
malo. El hecho que diga que
sea un cristiano que ama a Jesús no cambiará la realidad de que es un árbol
malo y un creyente falso. El fruto es la evidencia. Debemos recordar
que el Señor Jesucristo mismo dijo esto en: (Mateo 7:21-23) “21 No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de
mí, hacedores de maldad”. Las emociones de muchos hermanos engañados
está precisamente en estas tres cuestiones: profetizamos, echamos
fuera demonios, y hicimos
muchos milagros.
Evidentemente,
una profesión de fe, aun siendo combinada con “muchos milagros”,
no significa nada ante Dios si la persona está practicando la iniquidad.
Entonces si alguien dice ser cristiano y hace muchas obras maravillosas, pero
vive un estilo de vida que habitualmente practica el pecado, produciendo el mal
fruto de hacer continuamente lo que es perverso a los ojos de Dios, entonces no
significa nada cuando dice que ama a Jesús. Eso no lo salvará. Tiene una fe adulterada; no es la verdadera, aquella fe que
justifica al pueblo de Dios, e inevitablemente resulta en un estilo de vida de
santidad y justicia habitual (Rom. 6:15-19) “15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos,
porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. 16 ¿No sabéis que si os sometéis a
alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque
erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de Doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis
a ser siervos de la justicia. 19
Hablo como humano, por vuestra humana
debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para
servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación
presentad vuestros miembros para servir a la justicia”.
El
árbol produce el fruto; el fruto no produce el árbol. El fruto no determina qué
clase de árbol un cierto árbol será. Más bien, el fruto sirve para identificar
el tipo de árbol que es a las personas de afuera. En realidad, es la naturaleza
del árbol la que produce el fruto. Es importante saber esto porque si no lo
entendemos así, intentaremos solucionar el problema de una forma equivocada.
Por ejemplo, si un pecador reconoce que su vida está llena de pecados
horribles, y sabe que tiene que ponerse a cuentas con Dios y dejar tal vida
pecaminosa, sería una necedad que intente tratar primero con sus pecados. Si levanta el hacha contra las ramas de todos los frutos
de pecado en su árbol, y las corta y destruye, podrá experimentar un cierto
grado de victoria por un tiempo, y posiblemente aun jactarse de lo que sus
propias manos han logrado. Pero estará
muy decepcionado cuando, en poco tiempo, los frutos empiecen a crecer de nuevo.
Él puede tratar constantemente con esos frutos, pero continuarán creciendo. Por
tanto, un pecador no puede dejar de vivir un estilo de vida pecaminoso por
tratar con su pecado y resistirlo. Necesita
haber una obra más profunda en su vida.
A
ver si me puedo explicar hermanos; El pecador necesita reconocer que no es
un pecador porque peca; él peca porque es un pecador. El problema
verdadero no son las manifestaciones del pecado en tu vida. El problema verdadero es tu corazón
engañoso, malo y perverso, de donde salen todos estos pecados (Lucas 13:25-28)
“25 Después que el padre de familia
se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo
os dirá: No sé de dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a decir:
Delante de ti hemos comido y bebido,
y en nuestras plazas enseñaste.
27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de
mí todos vosotros, hacedores de maldad. 28 Allí será el llanto y
el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los
profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos”. No aprovechará mucho usar el hacha para
cortar solo los frutos. Necesita ser puesta a la raíz del árbol. El
pecador necesita confesar ante Dios que está totalmente perdido y necesita
dejar que Dios haga una obra profunda en su corazón, permitiendo que el
Espíritu Santo destruya el dominio del pecado en su mismo trono donde reina: el corazón. Cuando el corazón
haya sido purificado por fe (Hechos 15:8,9)
“8 Y Dios, que conoce
los corazones, les dio
testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9 y ninguna diferencia hizo entre
nosotros y ellos, purificando por la
fe sus corazones”. A través del Evangelio por un poder real y
sobrenatural obrando en él, el amor para los deleites pecaminosos será dominado
y remplazado con un amor para las cosas santas. El viejo árbol del amor al pecado necesita ser cortado, y el poder
sobrenatural del Creador necesita crear un nuevo árbol, un nuevo corazón que
ama y desea todo lo que es santo y puro. Entonces, y solo entonces,
dejará el fruto corrupto de manifestarse exteriormente.
De
la misma manera, un árbol bueno no es bueno por su fruto. La razón que el fruto
es bueno es porque el árbol mismo lo es. Esto significa
que un cristiano no es salvado por sus propias obras, no importa cuán bueno
sea. Más bien, él es salvo solo por gracia por medio de solo la fe en Cristo
solamente; y como resultado, glorifica a Dios a través de los buenos frutos que
Dios produce en él. Primero, viene la
salvación solo por gracia (Ef.2:8,9) “8 Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se
gloríe”. Y después vienen los frutos
buenos y esenciales de obras que glorifican a Dios y demuestran que la gracia
realmente ha salvado (Ef.2:10) “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas”. Este orden no
puede ser revertido; es
imposible. Cualquier intento
de hacerlo y poner las obras antes de la salvación por gracia resultará en la
herejía y promoverá la auto-justicia, que para nada es buena, sino amontona
pecado encima de pecado (Isa.
30:1) “¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y
no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi Espíritu, añadiendo
pecado a pecado!”. No, los buenos frutos son resultados cuando Jehová Dios
está obrando a través de Jesucristo y el Espíritu Santo en la naturaleza pecaminosa de los santos
haciéndolos renacer de nuevo por medio del bautismo en el Nombre de Jehová
Dios, en El Nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo. Porque esta es la orden
de Jesucristo: (Mat 28:19,20) “19 Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en
el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén”. Y para entender
esto se necesita discernimiento en el siervo de Dios, de otra manera siempre
estará haciendo lo que solo dice la letra y no lo que le está diciendo el
Espíritu en esta orden.
Por
tanto, un pecador que no ha sido justificado por la fe en Jesús, que no ha
nacido de nuevo, cuyo corazón no ha sido regenerado por el Espíritu de Dios por
una obra de gracia, no puede hacer nada que sea bueno y agrade a Dios.
Cada fruto y obra que produce es corrupta, saliendo de un corazón depravado
y oscuro. Todo lo que hace nace de motivos impuros que no son aceptables
para nuestro Padre Celestial. Ninguna de sus acciones fluyen de un corazón de
fe verdadera en Jesucristo, y todo lo que no se hace en fe es pecado, aún si es
algo inocente (Rom.14:23) “Pero el
que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado”.
Nada de lo que hace fluye de un verdadero amor al Señor Jesucristo, y por lo
tanto hay un “anatema” pronunciada sobre ÉL; y por consiguiente, ya que el
hombre está maldito, todo lo que hace también lo está (1 Cor. 16:22) “El que no
amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene”.
Todavía
está bajo la maldición de la Ley porque no le ha rendido a Jehová Dios perfecta
obediencia como debe ser (Gál. 3:10) “Porque todos los que dependen de las
obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere
en todas las cosas Escritas en el libro de la ley, para hacerlas”,
y todavía está bajo la misma ira de Dios (Juan
3:36) “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
Es una persona impura (Isa. 64:6) “Si
bien todos nosotros somos como
suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la
hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”, y cualquier ser impuro que
intenta a acercarse a Jehová Dios y tener Su favor solo se dará cuenta que Su
ira es la única cosa que le espera.
Es un esclavo al pecado y por esto
está libre en cuanto a la justicia (Rom.
6:20) “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia”. No hay favor para tal
pecador; nunca ha sido creado de
nuevo por la gracia transformadora de Jehová Dios, y nada que haga puede hacerle
obtener Su favor. Es imposible que esta persona cambie su propia naturaleza en
su propia fuerza y produzca frutos que sean aceptables ante Dios. (Romanos 3:12) “Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; No hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Que esto quede claro una vez por todas. Ha sido atribuido erróneamente
muchas doctrinas falsas “sé salvo y
serás salvo para siempre” por
demasiado tiempo. Esta es una falsa doctrina que el hombre inventó
cientos de años atrás; es una doctrina que se basa en una pequeña porción de la
Palabra de Dios. El hombre es por
naturaleza un hijo de ira, una criatura depravada, una cosa maldita, sucia, y
libre en cuanto a la verdadera justicia. Así lo describe la Palabra de
Dios en las Sagradas Escrituras. Nada que pueda hacer podrá agradar a Jehová Dios.
No hay ni un solo ser humano no regenerado en este mundo que hace el bien. ¡No, NI SIQUIERA UNO! La gracia
soberana tiene que regenerar su corazón y convertirle en una criatura nueva,
creada en la imagen de Dios, impartiéndole fe para creer en lo más profundo de
su alma que podrá ver a Cristo y ser salvo; y después de ser convertido
ciertamente producirá buenos frutos.
Aquellos que reconocen que son
árboles malos necesitan ser creados de nuevo en la imagen de Dios. La
condenación ha pasado a todo hombre, porque todos han pecado (Rom. 5:12) “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos
pecaron”. Cada hombre es un
árbol corrupto y condenado por naturaleza. Y solo aquellos que son
creados de nuevo y transformados en árboles nuevos heredarán el Reino de Dios. Necesita haber una obra de gracia en los
corazones de los que están viviendo en pecado; una obra que cambie sus
corazones, los limpie de sus pecados, y les dé una nueva naturaleza para
obedecer a Cristo. Sino, morirán en sus pecados. Necesitan nacer de Nuevo (Juan 3:3) “Respondió Jesús y le
dijo: De cierto, de cierto te digo, que
el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios”.
CONCLUSIÓN
Amada
alma, te preguntaré ahora:
¿Serás un árbol bueno o un árbol malo? No escuche su profesión de fe, más
bien permita que los frutos lo demuestren. Examínese honestamente y vea si las
cosas que usted está haciendo nacen del simiente divino de Dios en su corazón,
resultando en una vida santa y piadosa, o si nacen de un corazón malo de
incredulidad que resulta en practicar el pecado y la iniquidad. Y si tú
sabes que has sido transformado a una nueva criatura, y el fruto de tu vida lo
demuestra sin duda alguna, entonces regocíjate y recibe la seguridad de fe por
medio de estas palabras del Señor Jesús. El
tiempo de ser convertido es ahora, antes que el gran Señor de la cosecha
regrese con un hacha en Su mano. (Mat.
3:10) “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por
tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”.
PREDICADOR
DE LA SANA DOCTRINA DE CRISTO: Pastor Víctor Ramón Preciado Balderrama; Mi interés es que me des la oportunidad de servirles pues me
queda muy claro que mi llamado no es de ser titular sino el de servir y que la
Sana Doctrina de Cristo corra como un río poderoso arroyando toda basura de
ignorancia. Por favor si les interesan estos materiales escríbanme pidiéndomelos a
cualquiera de los siguientes correos, y con mucho gusto y en el amor a Cristo
se los enviaré inmediatamente sin cuestionar nada y que el Espíritu Santo los dirija y los lleve por buen camino, solo
les pido en este mismo amor NO LO
VENDAN: lo recibes de gracia dalo de gracia. 52 (722) 506-3660
https://viclaly5757.blogspot.com https://www.bible.com/es/bible/149/jhn.6.rvr1960
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