Lerma, Domingo, 02 de diciembre de 2012
LA TRANSFIGURACIÓN
DE JESÚS
PEDRO DIJO A JESÚS: Maestro, bueno es
para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para
Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía… Y vino una voz desde la
nube, que decía: Este es mi Hijo amado, a él oíd. Y cuando cesó la voz, Jesús
fue hallado solo (Lc. 9: 28-36; 33,
35 y 36).
“28 Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan
y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la
apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y
resplandeciente. 30 Y he aquí dos
varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31
quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús
a cumplir en Jerusalén. 32 Y Pedro y
los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos,
vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33 Y sucedió que apartándose ellos de
él, Pedro dijo a Jesús: Maestro,
bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti,
una para Moisés, y una para Elías; no
sabiendo lo que decía. 34
Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al
entrar en la nube. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía:
Este es mi Hijo amado; a él oíd. 36
Y cuando cesó la voz, Jesús fue
hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a
nadie de lo que habían visto”.
LA TRANSFIGURACIÓN
COMO CAMBIO DE FORMA.
1. Quitar el velo.
2. Revelación de Dios.
3. Revelación de Cristo.
4. Revelación del misterio del hombre.
LA ORACIÓN CONDUCE
A LA VISIÓN.
1. Dios irrumpe en el mundo de los hombres.
2. Transformados de gloria en gloria.
EL EGOÍSMO DE
PEDRO.
Una palabra vale
más que mil imágenes.
CONTENIDO
¡Qué pasaje tan
singular y misterioso! La
transfiguración de Jesús constituye uno de los acontecimientos más
extraordinarios de la Biblia por sus importantes repercusiones teológicas. Ante
todo se trata de una visión de lo sobrenatural compartida por tres
discípulos de Jesús.
Frente
a ella es lógico preguntarse: ¿cómo
sería este evento? ¿Qué es lo que realmente debió ocurrir allí, sobre aquel
monte? Y, en cualquier caso, ¿qué
implicaciones o enseñanzas tiene tal visión para el ser humano de la actual
aldea global?
LA TRANSFIGURACIÓN
COMO CAMBIO DE FORMA.
La
transfiguración de Jesús tiene que ver, ante todo, con la vista y con la
imagen. “Transfiguración” significa “cambio de forma o de figura”. Estas dos figuras en verdad representan el
Antiguo Testamento mismo: Moisés representa a la Ley, y Elías a los
Profetas. Y Cristo es el cumplimiento de la Ley y de los Profetas
(Mateo 5:17) “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”.
“metamorfosis
de Cristo”. Numerosos estudiosos del texto sagrado intentaron desvelar cómo
habría afectado semejante experiencia a los tres discípulos más íntimos del
Maestro. No obstante, lo que resulta más
evidente es que la escena de la transfiguración proporciona una triple
revelación. Ellos también representan a los vivos y a los muertos, pues Moisés falleció y se conoce su lugar de sepultura, mientras Elías fue llevado al cielo vivo para
aparecer nuevamente a anunciar el tiempo de la salvación de Dios en Cristo.
Entonces,
apareciendo juntos a Jesús en el Monte de la Transfiguración, Moisés y Elías
confirman que el Mesías-Salvador está aquí, y que Él es el Hijo de Dios de quien el Padre mismo da testimonio, el
Señor de la Creación, del Antiguo Testamento y del Nuevo, de los vivos y de los
muertos.
La Transfiguración
de Cristo en sí es el cumplimiento de todas las manifestaciones de Dios, una consumación perfeccionada y completada
en la persona de Jesucristo.
La Transfiguración
de Cristo nos revela nuestro propio destino como cristianos, el destino final
de todos los seres humanos y de la creación entera, el de la transformación radical del ser
y su glorificación por el majestuoso esplendor de Dios.
QUITAR EL VELO
“Revelación” significa literalmente
“quitar el velo”; revelar es
quitarle el velo a aquello que puede estar oculto y que a primera vista no se
comprende. De ahí que la revelación bíblica es entender lo que muchas personas
no lo ven y es cuando el velo todavía está puesto. (2Co 3:14-16) “14 Pero el entendimiento de ellos se embotó;
porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto,
les queda el mismo velo no
descubierto, el cual por Cristo
es quitado. 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee
a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero
cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará”.
REVELACIÓN DE DIOS
La
transfiguración es la revelación de un Dios fiel que mantiene sus promesas a lo
largo de la Historia; un Dios que ha
hecho pacto con el ser humano y del que se puede uno fiar, a pesar de permanecer
escondido para muchos, pero que se revela a su pequeño remanente, y que nos
permite oír su voz aunque sea desde la nube de su presencia.
REVELACIÓN DE
CRISTO
La transfiguración
es también la revelación de la divinidad de Jesucristo. Él no fue sólo
hombre, sino también Dios, el Hijo de Dios hecho persona. Este Cristo transfigurado, pocos días después, se vio desfigurado por
causa del pecado de la propia humanidad en el Calvario. De la gloria de
Dios, Cristo pasó a la Pasión, es decir, a la debilidad, al sufrimiento, a la
humillación. Por eso el Padre dirá:
“Este es mi Hijo amado: a él oíd”.
REVELACIÓN DEL
MISTERIO DEL HOMBRE
La transfiguración
es la revelación del misterio del hombre. ¿Qué es el hombre? El ser humano es un peregrino aquí abajo, en la
Tierra. Es caminante que no va a vivir eternamente en este mundo, que no hunde
sus raíces como los árboles en el suelo, para existir siempre arraigado; por el contrario, el hombre es temporal,
está de paso en esta vida y eso es precisamente lo que viene a decir también la
transfiguración: el ser humano es un peregrino que puede llegar a ser ciudadano
del más allá.
Como cristianos,
ahora vivimos en la fragilidad del cuerpo, a la espera de nuestra propia
transfiguración en cuerpo glorioso. Esto es precisamente lo que representan
aquí los discípulos de Jesús: al propio ser humano: Pedro, Jacobo y Juan rendidos
de sueño, mas permaneciendo despiertos. A veces transitamos por la vida de
esta forma, somnolientos, casi sin darnos
cuenta de lo que está ocurriendo a nuestro lado. Pero el Señor quiere que estemos despiertos, con los ojos bien
abiertos, mirando cuál es la esencia de nuestra vida, qué es lo fundamental de
nuestra existencia, cuál es el sentido que Dios quiere para nosotros:
permaneciendo despiertos.
LA ORACIÓN CONDUCE
A LA VISIÓN.
“Aconteció como
ocho días después de estas palabras…” (Lc.9:28). ¿De qué palabras se trata? Del anuncio
de la muerte de Jesús. Veamos el versículo
(Lc.9:22), el maestro les había dicho: “Es
necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los
ancianos, por los principales sacerdotes .Y por los escribas, y que sea muerto
y que resucite al tercer día”. Y además Jesús dice: “Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios” (Lc.9:27). ¿Cuándo vieron el reino de Dios los que estaban allí? ¿Qué
significa este texto? Precisamente Cristo se está refiriendo a la
transfiguración. Esos “algunos”
fueron Pedro, Juan y Jacobo,
quienes en la escena de la transfiguración (vieron
la gloria de Jesús) es decir, el reino de Dios, como dice el versículo (Lc.9:32). “Jesucristo tomó a estos tres hombres y subió con ellos a orar al monte”.
Dice el texto (Lc.9:29) “y
entretanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra y su vestido
blanco y resplandeciente”.
Lucas es el único
evangelista que no pronuncia la palabra “transfiguración”. Esto tiene un motivo muy concreto.
Lucas era consciente de la mentalidad que posen los cristianos que vienen del mundo pagano. Estos tienen todavía
en su mente pensamientos mundanos, a
pesar de haberse convertido al Cristianismo, muchos conceptos propios
de las antiguas religiones. En tales
religiones abundan las leyendas acerca de hombres que se transfiguraban en
dioses o se convertían en semidioses. Estas ideas eran muy comunes en las
religiones, de ahí que Lucas desea dejar bien claro que lo que le ocurrió a
Cristo en aquel monte no fue un mito parecido a los que tienen otras doctrinas
que no sean de la doctrina de Cristo, sino una realidad histórica.
DIOS IRRUMPE EN EL
MUNDO DE LOS HOMBRES
El mundo de Dios
atravesó como un relámpago fugaz el mundo de los hombres. Semejante acontecimiento se da en el
Evangelio, en cuatro ocasiones distintas: en la transfiguración de Jesús, en la anunciación a la virgen María, en el bautismo de Cristo y después de la resurrección, cuando el Maestro se apareció a los discípulos y comió con ellos. No sólo se abre
la historia de la salvación, sino que el tiempo se concentra y aparecen figuras del pasado como Elías y
Moisés. Se muestra la historia divina del tiempo, pero también del espacio.
El milagro no está solamente en el
esplendor de Dios, pues que Dios sea Dios no es una gran sorpresa. El milagro está precisamente en que Dios
sea hombre, en que haya elegido encarnarse en un ser humano y morir mediante un
humillante martirio como si fuera un vulgar malhechor. ESO SÍ ES MILAGRO: LA HUMILLACIÓN DE JESÚS. El hecho de que el Dios Creador de
todas las galaxias del universo, venga a la Tierra porque ama al ser humano,
conoce su debilidad y desea rescatarle de esa situación, ESO SÍ ES EL MAYOR MILAGRO DEL COSMOS.
TRANSFORMADOS DE
GLORIA EN GLORIA
En ocasiones el
mundo de Dios se abre a los humanos. ¿Acaso
no es eso lo que ocurre cuando se ora de todo corazón? El apóstol Pablo,
escribiendo a los corintios les dice: “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18). Al hacernos cristianos somos configurados según la imagen de Cristo,
estamos unidos a Él por la fe, avanzamos
a una mayor perfección ayudados por el Espíritu Santo pero, sobre todo, a
través de la oración.
El motivo por el
que Jesús subió al monte fue, ante todo, para orar. Su transfiguración ocurre
mientras oraba, entre tanto que oraba. Y esto nos lleva a preguntarnos:
1)
¿cuál es nuestro
monte particular?
2)
¿Hay en mi vida un
lugar íntimo de transfiguración, donde puedo orar y crecer como persona, como
cristiano, donde le pido al Señor perdón por mi error, por mi pecado o mi
maldad?
3)
¿O quizás ese lugar
no existe, o se trata de un paraje desértico en el que nunca me apetece
permanecer demasiado tiempo?
4)
¿Hay en mí alrededor
de mi vida un lugar espiritual, un montículo de oración desde donde vislumbro
la imagen de Cristo y sus palabras resuenan con fuerza en mis oídos?
5)
¿O acaso estoy
descuidando mi vida de oración?
Contra todo lo que
se diga, la oración no es fuga o huida de este mundo, sino transfiguración
de la realidad.
Porque cuando oramos de verdad, no
tenemos más remedio que cambiar nuestro mundo. Al orar, cambio mi realidad y recupero fuerzas para superar las dificultades
que el Señor permite en mi vida; al orar, descanso en Cristo y aprendo a perdonar; al orar, estoy siendo como el hijo pródigo que
llega arrepentido al hogar del Padre.
El hombre y la
mujer de oración son personas que van más allá de las cosas materiales e,
incluso, son capaces de cambiarlas de aspecto, porque descubren el lado
positivo de cada acontecimiento.
Quien sabe orar así
se da cuenta de que, en el fondo, todo, absolutamente todo, ayuda a bien. La oración sincera
puede hacer que el orante capte una impresión de la eternidad, es decir, la presencia de Dios en las cosas comunes,
que apreciamos como positivas o negativas, de cada día. La oración de fe
rompe los barrotes fuertes de esa
prisión de incredulidad y duda en que nos encarcelamos con demasiada
frecuencia, porque acaba con la frustración y la soledad. La oración es un torbellino hacia la eternidad, como una puerta
hacia las estrellas, ya que nos introduce en el otro lado de la realidad del
tercer Cielo.
De ahí que, cuando el
diablo roba la oración, se pierde la costumbre de orar y meditar a solas, se aleja
la realidad con tonos tan lúgubres y pesimistas llenos de razonamientos de
hombres.
Pero
quien ora es capaz de decir con Pedro: Maestro,
bueno es para nosotros que estemos aquí. Lo verdaderamente hermoso no es huir
de la realidad sino acampar en lo cotidiano, es decir, en nuestras
responsabilidades individuales.
Se
trata de hablar con Dios pero sin olvidarse de nuestro puesto en la Tierra.
Desempeñar la función de padres, hijos, hermanos, obreros, empresarios, etc.,
sabiendo que el Señor nos ve y nos oye. Hablar
con Dios, pero sin perder de vista la realidad de cada día, ya que no son dos
mundos incompatibles sino íntimamente ligados. Es imposible acceder a las
cosas del Señor sin experimentar a la vez lo humano. No se puede amar de
verdad a Dios si, en el fondo del alma, hay odio hacia el hermano. Se trata
de la misma cosa, no hay posibilidad de lo uno sin lo otro.
EL TEXTO DICE: “Y he aquí dos varones que hablaban con él,
los cuales eran Moisés y Elías, quienes aparecieron rodeados de gloria y
hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lc.9:30-31). Como es sabido, Moisés y
Elías eran dos grandes personajes del Antiguo Testamento, cuyo regreso a la
Tierra era una expectativa del pueblo judío. Todos los hebreos estaban convencidos de que tales figuras iban a
volver de nuevo al mundo de los hombres. Sin embargo, en el acontecimiento de
la transfiguración vienen pero no para quedarse entre los mortales, sino
precisamente para indicar que no hay que esperarles a ellos. Su misión fue
sólo indicar el camino a los hombres. Quien en verdad se quedó fue Jesucristo.
En
efecto, Moisés había prefigurado la muerte de Cristo por
medio de la celebración de la Pascua y los sacrificios de animales;
como también Elías había anticipado el poder de la resurrección
del Señor, al resucitar al
hijo de la sunamita. Por tanto,
la presencia de estos dos personajes históricos era oportuna. No obstante,
ellos se desvanecieron después de señalar a Cristo, quien sería realmente el
vencedor definitivo de la muerte.
EL EGOÍSMO DE PEDRO
Sin embargo, una
vez más hace su aparición también la torpeza del ser humano: “Y sucedió que apartándose ellos de él,
Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos
tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo
que decía” (Lc.9:33). Las enramadas eran chozas o cabañas
hechas con ramas vegetales donde los pastores solían pasar las noches. También se realizaban tales construcciones,
improvisadas, durante la fiesta de la cosecha.
Pedro, Jacobo y
Juan,
ante la posibilidad de construir tres enramadas, pensarían en lo bien que se lo
pasaban durante estos festejos. Lo
cierto es que no supieron captar el sentido de aquella visión. ¡Cómo detener
en la Tierra a los moradores del cielo, y querer hacerlo ofreciéndoles chozas
hechas con ramas! ¡Cuántas criaturas pretenden hacer hoy lo mismo con lo
divino: encerrar a Dios en templos, iglesias, capillas, cruces, amuletos o
productos supuestamente milagrosos, como si lo divino, pudiera encerrarse en lo
material!
JESÚS LES HABLA DE
MORIR EN JERUSALÉN, pero ellos sólo
piensan en gozar de aquella gloria deslumbrante, pretenden pararse,
establecerse, acampar precisamente en el lugar que debe ser punto de partida
para la misión que les espera, desean una morada definitiva a salvo del riesgo
de la cruz, quieren la luz pero sin
pasar por las tinieblas del Calvario, por eso el evangelio indica que Pedro no
sabía lo que decía.
A
veces, los creyentes nos comportamos también como Pedro, ya que nos gusta
instalarnos y acomodarnos en el grupo, olvidando que ser discípulos de Cristo significa vivir como peregrinos. Ser cristiano es como estar suspendido
entre el cielo y la Tierra. Nunca podremos “CONTAR LAS ESTRELLAS” si primero no
afrontamos la oscuridad de la noche.
“Mientras él decía
esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y
vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd”. (Lc.9:34-35). En la escenografía
bíblica, las nubes son casi siempre
símbolo de la presencia y la gloria de Dios. La voz divina que proclama la identidad del Hijo y la necesidad de
oír sus palabras significa que se
puede prescindir de Moisés y de Elías, con tal de tener a Jesucristo en la vida, ya que sólo Cristo es el elegido que
morirá por nosotros en el Calvario.
UNA PALABRA VALE MÁS QUE MIL IMÁGENES
En
estos versículos se tiene la impresión de que a Pedro y a los demás apóstoles
les causa más respeto la voz, que la
visión. Al ver la
transfiguración de Cristo, inmediatamente tratan de movilizarse para construir tres enramadas, sin
embargo, la voz desde la nube les
produce temor. Suele decirse que
una imagen vale más que mil palabras, pero aquí más bien es al revés: una palabra vale más que mil imágenes.
Es como si los apóstoles quedaran más sorprendidos por la palabra de Dios que
por la imagen de la transfiguración.
El “ver” queda supeditado al “escuchar”. ¡Qué
gran enseñanza para nosotros hoy! La
fiebre de visiones, apariciones, o revelaciones particulares nunca podrá
sustituir a la Escritura. También Jesús dijo: (Juan 20:29) “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”. Hoy hay
visiones, pero el escuchar y la meditación
de la palabra de Dios; supera el que andemos anhelando espejismos o apariciones
especiales, sino la voz que sale de la nube de la Escritura. La
única visión consentida aquí en la Tierra es la que está ligada a la escucha, y
si le cerramos los oídos, nunca veremos nada.
¿Porqué hay tantos
problemas hoy en las iglesias? ¿Será porque no se escucha la verdadera voz de
la nube?
Por el contrario, sólo se desean visiones, imágenes, superficialidades o
apariencias.
“Y cuando cesó la
voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no
dijeron nada a nadie de lo que habían visto” (Lc.9:36). La soledad de
Jesús nos indica que la ley dejó de ser el ayo que nos cuidó, y a partir de
ahora, la Iglesia debe concentrarse en el mensaje de Jesucristo y en la
evangelización del mundo. (Gal 3:23-29)
“23 Pero antes que viniese la fe, estábamos
confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser
revelada. 24 De manera que la ley ha
sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados
por la fe.
25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo
ayo, 26 pues todos sois
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos. 28 Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús. 29 Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa”.
CONCLUYENDO, LA
TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
NOS REVELA TRES
COSAS FUNDAMENTALES:
1. Que Dios es
fiel,
2. que Jesús es el
Cristo y
3. que el hombre
puede llegar a ser hijo de Dios.
1)
¿Cómo está nuestro
“MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN”, es decir, nuestra relación personal con
Dios?
2)
¿Nos transfiguramos
de vez en cuando o acaso intentamos instalarnos en la comodidad de nuestra
enramada, como deseaba Pedro?
3)
¿Somos conscientes
de nuestro peregrinaje espiritual?
4)
¿Damos más
importancia al ver que al escuchar?
La
palabra de Dios es clara y cortante como espada de dos filos.
¡QUIERA JEHOVÁ DIOS
QUE SEPAMOS CORREGIR
NUESTROS CAMINOS Y QUE
ENDERECE NUESTROS PASOS,
TENER LA SUFICIENTE
SABIDURÍA DE PARTE DE DIOS
JEHOVÁ COMO PARA
SEGUIR SIEMPRE SÓLO A JESÚS!
PREDICA en Lerma
por:
Pr. Víctor R.
Preciado Balderrama
Les invito con mucho respeto a
visitar el BLOGSPOT que Dios me ha regalado (Mat 10:8b) “…de gracia
recibisteis, dad de gracia”. Y que, con mucho amor he puesto algunos estudios
que Dios me ha revelado. (Efesios 3:8) “A mí, que soy menos que
el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre
los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. (Efesios 4:29) “Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.
http://viclaly5757.blogspot.com/?spref=fb
viclaly5757.blogspot.com
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