Lerma,
Domingo, 17 de febrero de 2013
COMPROBANDO
LO QUE ES AGRADABLE AL SEÑOR
El propósito central de nuestra vida
es llevar fruto para la gloria de Dios: y que todo lo demás es secundario.
(Efesios
5:9,10) “9 (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)”,
10 comprobando lo que es agradable al Señor”.
(Efesios
6:17) “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra
de Dios”.
(Romanos
13:4) “porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues
es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”.
Una
pregunta fundamental que debemos hacernos como cristianos es:
¿qué vamos a hacer con nuestra vida? ¿Qué quedará, de valor, en nuestro paso
por este mundo cuando ya no estemos aquí? ¿Cuál es el propósito de mi vida como
cristiano? Podemos responder, basados en la Escritura, que el propósito central de nuestra vida es llevar fruto para la gloria de
Dios: y que todo lo demás es
secundario. Nuestra obra y palabras serán juzgadas a la luz de la Palabra
escrita y del fruto que produjimos. Veamos algunos aspectos que surgen en este
pasaje de Juan 12, los cuales nos
permiten saber en qué consiste llevar fruto y cómo es posible hacerlo.
(Juan
12:20-26) “20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la
fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que
era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a
Jesús. 22 Felipe fue y se lo dijo a
Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24
De cierto, de cierto os digo, que si
el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva
mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su
vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí
también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.
MOSTRAR
A JESÚS (Juan 12:21)
El pasaje describe la siguiente
escena: El señor Jesús se presenta con sus discípulos en la celebración de una
fiesta religiosa, a la cual también han acudido ciertos griegos.
Más allá de que si se trataba de
judíos de origen griego o directamente gentiles griegos que habían abandonado
su culto politeísta y pagano y reconocían al Dios único, el Dios de Israel, lo
cierto es que estos griegos representan muy bien a la gente en general, a
aquellos del mundo que se encuentran en una búsqueda sincera del Señor.
Representan a las naciones que le fueron prometidas al Hijo de Dios desde antes
de que el mundo fuese (Salmo 2:1-12).
Estos griegos se acercan con un
ruego, un clamor: quieren “ver a Jesús”.
Cuán apropiado es que como pueblo de Dios entendamos nuestra razón de ser:
nuestra competencia de llevar fruto se medirá por lo que la gente alcance a ver
en nosotros del ¡carácter de Cristo!
Nuestro propio carácter no puede llevar fruto espiritual permanente. El mundo de hoy día, es escéptico con la
religión y a la vez abierto a todo lo alternativo: “Nueva Era”, ocultismo,
etcétera, este mundo posmoderno
no podrá ser convencido por nuestros
argumentos: debemos, como pueblo del
Señor, manifestar a Cristo y su poder, a Cristo y su carácter. El mundo no
quiere oír hablar del Amor de Dios, pero sí espera verlo manifestado entre
nosotros y extendido al mundo en general.
(1Corintios 14:14) “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora,
pero mi entendimiento queda sin fruto”.
Los griegos del relato bíblico
clamaban por ver a Jesús, pues percibían que no representaba al sistema
religioso, la religión institucional, las largas “palabrerías” de los escribas y los fariseos, sino que hablaba con
autoridad, obraba milagros y aparecía comprometido con Dios hasta la muerte.
Tu familia (tus hijos, tu esposa, tu
esposo), tus vecinos, tus compañeros del lugar donde trabajas, ¿pueden ver a
Cristo en tu vida? (Gálatas 5:22,23) “Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
(2Pedro
1:8) “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.
No podemos llevar fruto hasta el
momento en que la vida de Cristo se encarne en nosotros. No llevaremos fruto
por simplemente hablar. Lo que predicamos debe encarnarse en nosotros. (Tito 3:14) “Y aprendan también los
nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no
sean sin fruto”.
Los griegos del relato bíblico
podían vislumbrar que este hombre era mucho más que palabras: El Verbo, la
Palabra de Dios, se había hecho carne (Colosenses
1:4-6) “4 habiendo oído de vuestra fe en
Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, 5 a causa de la
esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por
la palabra verdadera del evangelio, 6 que ha llegado hasta vosotros, así
como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde
el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad”.
(Juan
1:14) “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
En este punto nos preguntamos: ¿qué
debo hacer para que la vida de Cristo se encarne en mí? La respuesta es
sencilla y tremenda a la vez. (2Juan 1:8)
“Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo,
sino que recibáis galardón completo”.
MORIR
PARA VIVIR (Juan 12:24)
Cristo explica la naturaleza de su
misión. Anuncia: “Ha llegado la hora
para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. Lo que afirma a continuación
se aplica primordialmente a Jesucristo (él es el Redentor que murió para que
obtengamos vida) pero, por extensión se aplica en sus demás aspectos a
nosotros, sus seguidores.
“Si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere lleva
mucho fruto”. ¿Qué es morir? ¿Qué significa para nosotros la figura del grano
de trigo que cae a tierra y muere? Cada vez que mi voluntad se cruza o
contrapone con la voluntad revelada de Dios y yo elijo obedecer a Dios, aunque
humanamente me desagrade, me duela o me perjudique, el grano de trigo cae a
tierra y muere. Es la muerte a los intereses personales, al prestigio
de este mundo, a los planes y proyectos propios.
Es poder confesar con el Apóstol
Pablo: (Gálatas 2:20) “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí”.
Es formativo el ejemplo que el Señor
Jesús nos presenta. Si el grano no cae a tierra, se conserva, siempre será
identificable. Será un grano ahora y por muchísimo tiempo, solo uno. Se han
hallado semillas en excavaciones arqueológicas, por ejemplo en las pirámides
egipcias. Esas semillas, luego de miles de años no han perdido su
individualidad pero tampoco han producido nada.
El egoísmo es, en la vida
espiritual, el gran obstáculo que evita la rotura del grano. Sin rotura, sin
quebrantamiento no habrá fruto. El grano, cuando cae a tierra, se va
desintegrando, pierde su individualidad, en un sentido ese grano se va a
perder, pero al cabo de los años ha originado miles y miles de semillas. (Hebreos 12:11) “Es verdad que ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después
da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
Cristo, en la última cena, antes de
ser entregado: (Lucas 22:19) “Habiendo
tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: esto
es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”. Hacer
memoria del Señor no es solo participar de la cena sino también romper nuestro
egoísmo y entregarnos sacrificialmente por nuestros hermanos. Desde Abraham en
adelante, oír el llamado de Dios y obedecerlo implica salir sin saber a dónde
va uno, despojándose y dejando de lado el proyecto propio de vida, es la
decisión de que nuestro yo muera para que Cristo viva en nosotros.
CONVERSIÓN
DE NUESTROS VALORES (Juan 12:25)
Encarnar en nosotros la vida de
Cristo significa una conversión que no se limita a lo que creemos
doctrinalmente, sino que revoluciona y transforma nuestra concreta forma de
vida, nuestros valores. (Santiago 3:18) “Y
el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.
Amar
la vida y sus tradiciones de este mundo y seguir a Cristo resulta incompatible.
¿Cuáles son tus prioridades y tus objetivos en la vida? La
respuesta a esa pregunta responde exactamente a la cuestión de que si amas la
vida de este mundo o la aborreces por causa de Cristo; o sea, si has muerto o
no, para que la vida Cristo se encarne en la tuya; si el grano de trigo ha
caído a tierra o permanece intacto y estéril. Que Cristo esté en nosotros y con
nosotros en eso consiste la vida abundante (Juan
10:10) “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, lo demás solo
resultará en vacío, vanidad y muerte.
¿Qué será de ti al final de tu vida
cuando se haga el balance final? Lo único que permanecerá en esa hora será el
fruto que hayas podido llevar en el poder del Espíritu Santo para la gloria de
Dios.
(2Juan
1:9-11) “9 Cualquiera que se extravía, y no persevera
en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la
doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a
vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11 Porque el que le dice:
¡Bienvenido! Participa en sus malas
obras”.
En
(Juan 17:1-26), cuando la cruz era inminente, Cristo, el Señor, se regocija, no en
los milagros, no en la enseñanza en sí misma (esos eran medios, pero no el fin)
sino en las vidas salvadas, formadas y
conducidas: en el fruto.
La vida de aquellos que te reconocen
autoridad espiritual (tus hijos físicos y espirituales) son tu tesoro y tu
objetivo. Cooperar con la obra del
Espíritu Santo para su desarrollo y formación en Cristo y edificarlos con la
sana doctrina de Cristo es nuestra tarea: ellos constituirán el fruto. Es
una tarea con responsabilidades individuales pero que abarca a toda la
comunidad de fe y solo puede cumplirse
en la Doctrina de Cristo porque es la única que produce fruto aceptable a
Jehová Dios y a nuestro Rey Cristo Jesús.
EL
QUE LLEVE FRUTO TENDRÁ LA HONRA DEL PADRE (JUAN 12:26)
Cuando todo haya pasado, cuando
nosotros no estemos en este mundo, cuando este mundo también haya pasado, ¿qué
otra cosa será valiosa? El Padre honrará a quienes hayan llevado fruto, lo
demás, el prestigio y la opinión humana, habrán dejado de ser. (Lucas 3:9) “Y ya también el hacha está
puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se
corta y se echa en el fuego”.
El mundo habrá pasado y sus deseos,
pero el que haya hecho la voluntad de Dios permanecerá para siempre. En el
centro de la voluntad de Dios para nuestra vida está el que llevemos fruto. ¡Que Dios nos ayude a invertir nuestra
vida, a “perderla” en el concepto del mundo, de tal modo que seamos el grano de
trigo que cae a tierra y muere y así consigamos llevar mucho fruto!
Lo que Dios quiere que entendamos es
que Él nos quiere hacer fructificar. Dios tiene beneficios para nosotros. Jehová Dios es el que sana, el que rescata,
el que te levanta, el que te corona. Él nos va a saciar de bien, no olvides
ninguno de sus beneficios, todo lo contrario, piensa en ellos.
José
fue un hombre de éxito, José es uno de los personajes más grandes y más admirados
de Biblia. José fue un gran triunfador. El problema es
que algunas personas solo ven el éxito de José y no sus aflicciones. José tenía
un sueño, y ese sueño tenía que cumplirse. Si Dios te ha dado sueños debes comprender
que vas a recibir un trato para llegar a tener el carácter que necesita Dios
que tengas para que se cumpla ese sueño.
Todo
sueño necesita una persona y toda persona para cumplir un
sueño necesita carácter y Dios va a trabajar en tu vida para hacerte
fructificar y que el sueño no se pierda. Dios quiere que tus sueños se cumplan
pero también quiere formarte y Dios tuvo que formar a José para el sueño que le
dio.
El problema es que normalmente los
sueños vienen antes que el carácter y necesitamos ser formados en carácter. Dios
nos quiere hacer fructificar. Hay una tierra en la que somos afligidos y las
aflicciones son personales e intransmisibles, José dijo: “Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”.
Todos tenemos aflicciones, de
diferentes maneras o formas pero todos tenemos aflicciones, no creas que eres
el único afligido. Si sabes aprovechar esa aflicción va a producir fruto en ti.
Debes aprender a manejar tu propia aflicción, pensar que sólo tú tienes
aflicciones es incorrecto, todos tenemos una tierra en donde somos afligidos,
José lo reconoció y por eso dijo que a su segundo
hijo lo llamaría Efraín porque quería recordar que a pesar de haber pasado
por la tierra de sus aflicciones en medio de todo Dios lo había hecho prosperar
y fructificar. José estaba dispuesto a
recordar el fruto y no las aflicciones. Las aflicciones las olvidaremos y sólo
veremos el fruto que trajo esa aflicción.
(Mateo
13:20-21) “20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la
palabra, y al momento la recibe con gozo; 21pero no tiene raíz en sí, sino que
es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de
la palabra, luego tropieza.”
La
aflicción no la tienes que buscar, siempre llega sola.
José no buscó problemas ni buscó las aflicciones, lo único que él hizo fue
tener un sueño dado por Dios y las aflicciones le vinieron por haber soñado. José
tuvo el sueño, él quería lograrlo y contó el sueño a sus hermanos, todos
sabemos lo que los hermanos le hicieron, José jamás fue puesto en la cárcel por
robar, fue a la cárcel por no querer fornicar, muchos de nosotros hacemos lo
correcto y a pesar de eso nos vienen las aflicciones, puedes ser la persona más
santa o correcta del mundo que de todas maneras tendrás aflicciones, pero si
las aflicciones vienen por hacer lo correcto en medio de todo dobla tus
rodillas, levanta las manos, adora a Dios.
Da
el fruto que debes dar, la única razón por la cual José sufrió fue por haber
soñado. El oro en piedra, rústico, en bruto no
sirve de nada, el oro que sirve es el que está purificado, para que el oro sea
útil debe aceptar que lo metan al horno y ya del horno varias veces hasta que
sale listo para ser una joya, la aflicción nos prepara para ser una de las
joyas más preciosas que Dios pueda usar.
Dios quiere usarte como una obra de
su mano, para eso vas a pasar por la aflicción, la obra que hizo José en Egipto
fue una obra maravillosa, Dios uso a uno de su pueblo para combatir el hambre
de los egipcios y luego el hambre del pueblo del Señor, tu puedes ser usado
para bendecir aún a aquellos que no conocen al Señor, José fue una bendición
para Egipto, para Israel y para nosotros.
Si quieres ser de bendición para
alguien vas a tener que aprender a soportar y manejar las aflicciones. Es difícil tener ánimo cuando uno está
afligido. Tenemos que ser como José, hicieron de todo con él pero nunca perdió
el ánimo y fructificó.
Vemos en Mateo 13 en la parábola del sembrador que algunos no fructificaron
por la aflicción, y es que la aflicción compite con el fruto.
Génesis
39:2 “Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su
amo el egipcio.”
No
existe el ambiente perfecto para prosperar, hay gente que quiere cambiarse de
trabajo porque no hay buen ambiente, si no aguanta el ambiente de su trabajo,
cámbielo usted. José prosperó en un ambiente de
esclavitud, siendo esclavo prosperó, él no miraba el lugar donde estaba, él
miraba quién estaba con él en ese lugar, él no decía “soy esclavo de Potifar”, le
decía “soy hijo del Dios Altísimo,
bendecido por él, todo lo que hago prospera, lo que toco sale bien, no importa
dónde me pongan Dios va conmigo a dónde quiera que vaya”.
José prosperó en la casa de su amo,
no necesitas ser empresario para prosperar. Génesis 39:3 “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que
él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.” José fue prospero en medio
de las circunstancias, tienes que entender que no vas prosperar porque te
quejes las circunstancias Dios no te bendice por lástima.
Pero te tengo buenas noticias, no
importan las circunstancias, si crees que Dios está contigo allí donde estás,
de allí te levantará el Señor. Cuando José le pone el nombre a su hijo, allí
declaró que Dios lo había hecho fructificar en el tiempo de la aflicción, eso
me dice a mí lo que lo que había en la mente de José no era la aflicción que
estaba viviendo, lo que había en su mente era dar fruto para Dios.
Si
José no hubiera dado fruto a Dios nunca hubiera gobernado Egipto, José estaba
bien afligido pero bendecido, en otras palabras, José estaba en problemas pero
gozoso.
No
veas lo feo que puede ser un momento lo que tienes que ver es que Dios está
allí para hacerte prosperar. No veas la dificultad sino la manera en que Dios
te va a sacar de ella, no le hables a Dios de tus problemas, háblale a tus problemas
del Dios tan grande que tienes.
(Romanos
8:16-19) “16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. 17Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. 18Pues
tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con
la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.”
Debes comprender que las aflicciones
son temporales, todas terminan, la aflicción se va, se va cuando te refugias en
la Torre fuerte de Jehová Dios, y la palabra de Dios es clara y debemos
comprender que las aflicciones son temporales y la más fuerte de ellas no se
puede comparar con la gloria que se va a manifestar en nosotros. Se van a
manifestar en nosotros las aflicciones pero jamás tan intensas como la gloria
que Dios va a manifestar en nosotros. Las aflicciones que vivió José no fueron
tan intensas como la gloria que vivió administrando todo Egipto y las aflicciones
que pasamos por hacer lo bueno no son nada comparables con la recompensa que
Dios te da por haberlo hecho.
Salmo
34:19 “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará
Jehová.” Aquí no dice que los justos no vamos a
tener aflicciones, dice que vamos a tener “muchas”
pero también dice que de todas nos librará Jehová, mientras estás en la
aflicción pon tu mirada en gloria que Dios te va a dar. (Juan 16:33) “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En
el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
El Señor Jesús no dijo que íbamos a
estar exentos de tener aflicción, Él dijo que de todas nos iba a librar. El
dijo tendrán aflicciones, sólo una cosa les pido “confíen en mí”.
El Señor nos pide que confiemos en
Él en medio de la aflicción porque a veces son tan grandes o vienen tan
seguidas que tenemos la tentación de desconfiar de Dios, Jesús dulcemente dijo:
“Yo te voy a librar de las aflicciones,
sólo ten paciencia”.
Tú puedes tener aflicciones por dos
razones, por hacer lo malo o por hacer lo bueno. Por ejemplo, quieres beber
alcohol, quieres drogarte, quieres fumar, puedes decidir no hacerlo entonces sufres la aflicción al ejercer
el dominio propio, o bien, decides beber, drogarte o fumar, en este
caso sufrirás la aflicción de morirte, de dañar a la gente que te rodea o de un
cáncer.
Puedes
sufrir aflicción de que el novio te corte porque no te acuestas con él o sufrir
la aflicción de ser madre soltera porque el que te está pidiendo que te
acuestes con él antes de tiempo seguramente te va a abandonar, el que te ama te
espera.
Puedes sufrir la aflicción de
abstenerte de hacer cosas malas o la aflicción de hacer las buenas, puedes
abstenerte de la aflicción de no querer ser un cristiano consagrado porque no
quieres que digan que eres fanático o sufres la aflicción en el día del juicio
cuando Él te diga “Por cuanto no fuiste
ni frío ni caliente sino tibio te vomitaré de mi boca”. Si vas a sufrir o
vas a ser afligido que sea por hacer lo bueno y por someterte a la voluntad de
Dios. El propósito central de nuestra vida es llevar fruto para la gloria de
Dios: y que todo lo demás es secundario.
PREDICA en Lerma
por:
Pr. Víctor R.
Preciado Balderrama
http://viclaly5757.blogspot.com/?spref=fb
viclaly5757.blogspot.com
Buen día les
invito con mucho respeto a visitar el BLOGSPOT
que Dios me ha regalado y que, con mucho amor he puesto algunos estudios que
Dios me ha regalado en revelación, Efesios
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