jueves, 21 de marzo de 2013

“SED HACEDORES… NO SOLAMENTE OIDORES”


Lerma, Domingo, 10 de Marzo de 2013

“SED HACEDORES… NO SOLAMENTE OIDORES”
(Mateo 7:21-28) “21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, (Mat 17:16-21 “Por causa de vuestra poca fe… oración y ayuno”; Mar 9:17-38 “Oración”; Luc 9:39-42 “generación incrédula y perversa) y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. 24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. 28 Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina”.

La Biblia nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios. Es por esto que nos urge entender lo que es la fe, para poder agradar a Dios. En nuestro recorrido de la Biblia hemos llegado a la vida de un hombre que es el ejemplo por excelencia de la fe. Al conocer su vida, podemos descubrir lo que es la fe verdadera para poder imitarla y experimentar sus bendiciones en nuestra vida también.
(Génesis 12:1-4) “1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. 4 Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.

Observemos también que Dios toma la iniciativa con Abraham. La Biblia no nos habla de la excelencia de Abraham como lo primero, sino más bien es el llamado de Dios el que viene primero. Dios es el que decidió rescatarnos; nosotros sólo podemos responder a ese llamado. El se lleva el crédito. ¿Cómo respondió Abraham cuando Dios lo llamó? El partió, tal como el Señor le había ordenado.
(Génesis 15:1-6) “1 Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. 2 Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? 3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. 4 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”.

En el versículo 6 encontramos la clave de la vida de Abraham. "Abraham creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo." En otras palabras, Dios no trató a Abraham como un hombre justo y digno de recibir sus bendiciones porque fuera perfecto; de hecho, tuvo muchas fallas. Más bien, fue porque Abraham creyó la palabra de Dios que él fue tratado como justo.

(Romanos 4:1-5) “1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. 4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.
El apóstol nos habla de la forma de estar bien con Dios. No podemos quedar bien con Dios haciéndole favores. Sin embargo, esto es lo que hace la mayoría de la gente. Piensan que, si van a la iglesia de vez en cuando, dan un poco de dinero para ayudar a los pobres y se tratan de portar bien la mayor parte del tiempo, quedarán bien con Dios.


Pero con Dios las cosas no funcionan así. El mismo Abraham, el hombre con el que empezó el plan restaurador de Dios, no fue aceptado por Dios por los favores que le hizo. El patrón para ti y para mí es el mismo. Dios no nos va a aceptar porque le hacemos favores, sino simplemente si creemos lo que El nos dice. Si nosotros confiamos en su Palabra así como Abraham confió en la palabra que le llegó, Dios nos trata como justos.

En cambio, si nosotros estamos tratando de ganar el favor de Dios por medio de lo que hacemos, no lo vamos a poder hacer. Sólo la fe nos hace aceptables ante Dios. ¿Qué, entonces, es la fe verdadera? Hablemos primeramente de lo que no es. La fe verdadera no es legalismo o religiosidad. No se trata de hacer ciertas cosas religiosas, de ir a cierta iglesia. La fe no es algo que se hace.

LA BIBLIA habla a los que creen que con conocer ciertas cosas de Dios ya están bien aclarando que el diablo mismo también las cree - y tiembla. Tener fe no es simplemente conocer la Biblia, poder citar versículos o conocer algo acerca de la vida de Jesucristo. No es simplemente poder recitar el credo, por más bueno que sea eso. La fe verdadera tampoco es el simple optimismo. Es bueno ser optimista, pero no debemos de confundir el simple optimismo con la fe bíblica. A veces la gente dice: Tengo mucha fe de que todo va a salir bien. Esperemos que así sea, pero el optimismo no es lo mismo que la fe.

La verdadera fe no es la presunción. No es decir: Dios me tiene que dar esto o aquello porque lo creo con todo mi corazón, y si insisto, El se va a encontrar obligado a dármelo. Satanás le invitó a Jesús a lanzarse del templo confiando en que su Padre lo salvaría, pero Jesús respondió que no podemos poner a Dios a prueba. La fe no es presumir.
¿Qué, entonces, es la fe verdadera? LA FE VERDADERA ES CONFIANZA EN CRISTO QUE CREA UN CAMBIO. Abraham creyó lo que Dios le dijo, y esto produjo un cambio en su vida; él se mudó a otro lugar, esperando que el Señor cumpliera su promesa - y tuvo que ser muy paciente en esperar.

Tú y yo tenemos la revelación de todo lo que Cristo vino a este mundo a hacer. Jesucristo es el cumplimiento de esa promesa que Dios le hizo a Abraham, y es en Jesucristo que tenemos que confiar. Confiar en Jesucristo significa creer que El hará lo que ha prometido hacer; que si confiamos en El, nos perdonará, que estará con nosotros, que nos bendecirá si le obedecemos.

Cuando tenemos esta confianza en Cristo, crea un cambio en nuestro estilo de vida. No podemos seguir viviendo de la misma forma. Abraham dejó su hogar y se mudó a otro lado por la fe que tuvo en Jehová Dios. Nosotros también cambiaremos; tomaremos decisiones que otros no entienden, porque Dios nos ha llamado y confiamos en El.

Si tú tienes esa clase de fe, estás bien con Dios. Esto es lo que significa ser justificado por fe; es llegar a estar bien con Dios. El te ve como si nunca hubieras pecado, como si no le debieras nada. Así se empieza la vida cristiana, y así se vive también. Empezamos aceptando a Cristo por fe, y seguimos viviendo la vida cristiana por fe.

La forma en que comenzaste tu vida con Cristo es la misma forma en que debes continuar. (Rev 2:4) “Sin embargo, tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Dime: ¿Cuáles cosas te está llamando Dios a hacer que te parecen imposibles? ¿Cuáles son esas áreas de tu vida que Dios quiere transformar, si tan sólo puedes confiar en Él? Yo sé que Dios quiere cosas grandes para esta iglesia y para tu vida. Se volverán realidad sólo si, como Abraham, aprendemos a confiar en la Palabra de Dios.

LA BENDICIÓN DE LA OBEDIENCIA

Imaginemos, por un momento, que el presidente de una gran compañía está a punto de salir de viaje. El hace una reunión con todos los empleados y les dice: "Voy de viaje, y estaré fuera algún tiempo. Mientras estoy fuera, quiero que ustedes se encarguen del negocio. Les mandaré cartas con instrucciones detalladas. Quiero que sigan mis instrucciones al pie de la letra." Todos los empleados se muestran de acuerdo.

El presidente se va de viaje, y durante un par de años deja la compañía en manos de los empleados. Durante este tiempo les escribe con frecuencia, diciéndoles lo que quiere que hagan. Por fin, regresa a la compañía. Al llegar a la entrada, encuentra un desorden total. El patio del edificio está descuidado. Hay varias ventanas rotas en la fachada del edificio.

Al entrar, encuentra a la recepcionista pintándose la uñas, música a todo volumen sale de las puertas de varias oficinas y la mitad de los trabajadores se han tomado el día libre. En lugar de ganar dinero, el negocio ha sufrido enormes pérdidas. Al instante, convoca una reunión con todos los empleados.

"¿Qué pasó? ¿No recibieron mis cartas?" - les pregunta a todos. Ellos responden: ¡Claro! Aquí tenemos todas sus cartas. Las mandamos encuadernar, para que ninguna se perdiera. Algunos de nosotros hasta las hemos memorizado. Cada domingo, nos reunimos para estudiar las cartas. ¡Son muy bonitas! El presidente les pregunta: "Pero ¿qué hicieron con mis instrucciones?" Los empleados responden: "¿Qué hicimos? Buenos, no hicimos nada. ¡Pero las leímos todas!"

Me pregunto si esta situación imaginaria, tendrá algún parecido con la situación actual de la iglesia. La respuesta la dejo a criterio de cada uno. Hoy hablaremos de la obediencia, y las bendiciones que trae la obediencia. La pregunta para cada uno de nosotros es ésta: ¿Me estaré perdiendo bendiciones por mi desobediencia? Abramos la Biblia en el (Salmo 112:1-10) “1 Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, Y en sus mandamientos se deleita en gran manera. 2 Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los rectos será bendita. 3 Bienes y riquezas hay en su casa, Y su justicia permanece para siempre. 4 Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; Es clemente, misericordioso y justo. 5 El hombre de bien tiene misericordia, y presta; Gobierna sus asuntos con juicio, 6 Por lo cual no resbalará jamás; En memoria eterna será el justo. 7 No tendrá temor de malas noticias; Su corazón está firme, confiado en Jehová. 8 Asegurado está su corazón; no temerá, Hasta que vea en sus enemigos su deseo. 9 Reparte, da a los pobres; Su justicia permanece para siempre; Su poder será exaltado en gloria. 10 Lo verá el impío y se irritará; Crujirá los dientes, y se consumirá. El deseo de los impíos perecerá”.

Podemos vivir en obediencia a Dios, o podemos vivir siguiendo nuestra propia ambición. Vemos aquí la comparación entre estas dos formas de vivir, con más atención puesta en las bendiciones de la obediencia, y sólo una mención breve de los resultados de la desobediencia. Me doy cuenta que a ti y a mí muchas veces nos falta la sabiduría, porque nos enfocamos demasiado en la vida de los malvados. Vemos a una persona que parece vivir bien sin Dios, y queremos saber por qué - en lugar de fijarnos en la bendición que Dios tiene para nosotros, si sabemos obedecer.

Vamos a enfocarnos, entonces, en las cosas que nos dice Jehová Dios acerca de la bendición de la obediencia. Consideremos primeramente las cualidades de la persona obediente, la persona justa. El versículo uno la describe así: "Dichoso el que teme al Señor, el que haya gran deleite en sus mandamientos".

¿Qué significa temer al Señor? Pensemos en un ejemplo. Todos hemos manejado por la carretera en alguna ocasión, cuando de repente vemos a lo lejos que las luces de freno de todos los carros que van adelante se empiezan a alumbrar en cierto lugar. ¡Ya sabemos qué hay allí! Hay un policía escondido. Los conductores le temen al policía, y ajustan su velocidad.

Si nosotros tememos al Señor, ajustaremos nuestra vida - no sólo en ciertos momentos o ciertos lugares, sino en todo tiempo y todo lugar. El Señor está presente siempre y en todas partes, y si le tememos, nuestra obediencia no tendrá limitaciones de lugar o de momento. Cuando viene una tentación, cualquiera que sea, responderemos como lo hizo José: (Génesis 39:9) "¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?".

La obediencia va más allá del temor, sin embargo, porque la segunda mitad del verso 1 dice que la persona bendecida, la persona dichosa, "halla gran deleite en sus mandamientos". Considera, por un momento, esa frase. ¿Consideras que los mandamientos del Señor son agradables? No son una carga, ni un peso. Al contrario; conocer la voluntad del Señor es algo delicioso, pues trae bendición.

La persona sabia y bendecida tiene hambre por conocer más de la Palabra de Dios porque reconoce que es buena. No es pesada o desagradable. Es como una receta para una vida bendecida. Cuando una mujer sigue una receta, no lo ve como algo pesado. Sabe que, si sigue las instrucciones, resultará un delicioso pastel o un sabroso caldo. Así es con la Palabra también.

Los versos 5 y 9 nos dan otras cualidades del justo. Se trata de su forma de usar el dinero. Para empezar, el justo es generoso con sus bienes. El verso 5 dice: "Bien le va al que presta con generosidad". El verso 9 repite la idea: "Reparte sus bienes entre los pobres".

Esto no significa que la persona bendecida da sin discernimiento; sabe reconocer cuándo hay verdaderas necesidades, y cuándo no. Más bien, esta persona entiende que lo que Dios le ha dado no es sólo para su propio deleite, sino también para compartir con otros. Comprende lo que dice (Proverbios 11:24) "Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria".

Además de ser generoso, el hombre bendecido es íntegro en sus finanzas. La segunda mitad del verso 5 dice: "Maneja sus negocios con justicia". El verso 9 repite la idea: "Su justicia permanece para siempre". La persona bendecida no recibe sus bendiciones porque hace tranzas en su negocio, porque le roba al patrón o porque se aprovecha de los demás. Alguien puede enriquecerse de esta forma por un tiempo, pero no es la bendición de Dios. No durará.

Recuerdo, en cierta ocasión, que Laly mi Esposa le dieron cambio de más en una panadería. Al darse cuenta de lo que había sucedido, mi esposa regresó el exceso. ¿Sabes por qué lo hizo? Porque mi esposa tiene a Jesús en su corazón. Sabía que Jesús la estaba viendo, y que Cristo se complace en la integridad y la honestidad.

Estas son las cualidades del justo: Teme al Señor, y se deleita en sus mandamientos; es generoso, y es justo en sus negocios. Hablemos ahora de las bendiciones del justo. Los versos 2 y 3 nos dicen que su hogar será bendecido. Sus hijos serán personas de bien, de influencia en la sociedad. En su casa no faltan riquezas.

Sin embargo, lo que podemos decir es que, si tú vives en obediencia, esto traerá bendición para tus hijos. Traerá bendición a tu hogar. Es mucho más probable que tus hijos sean personas de bien si tú obedeces al Señor. Tendrás la dicha de sentirse orgulloso de ellos porque toman buenas decisiones y forman familias felices, si tú caminas en obediencia al Señor.

La segunda bendición del justo es estar seguro, aun en tiempos difíciles. El verso 4 dice: "Para los justos la luz brilla en las tinieblas". Aun cuando las cosas se ven muy oscuras, Dios brilla su luz sobre el justo. Los versos 7 y 8 repiten la misma idea. Observa lo siguiente: este salmo no dice que el justo no recibe malas noticias, sino que dice que su corazón confiará en el Señor cuando los reciba.

Tampoco dice que el justo jamás enfrentará tiempos de oscuridad y dificultad; dice que, en medio de la oscuridad, habrá una luz para él. El verso 8 dice: "Al final verá derrotados a sus adversarios". No siempre es al instante; no siempre es de la noche a la mañana. A veces tenemos que perseverar en obediencia por mucho tiempo mientras parece que nuestros adversarios se salen con la suya. Sin embargo, al final, veremos la derrota de nuestros adversarios.

No creas la mentira de que el obediente nunca sufre. Más bien, la obediencia trae bendición, a pesar de las pruebas y los problemas que vienen. Trae bendición al hogar, trae seguridad en los tiempos de prueba y trae buena fama. El verso 6 lo dice. El justo, el que obedece a Dios, es recordado.

Ahora bien, ¿Qué será del malvado? El verso 10 lo describe muy brevemente. Lo que nos dice es esto: ¡todos sus deseos vendrán a la nada! Todo lo que tanto se esforzó por lograr se quedará en la nada. Toda su ambición será frustrada. Podemos ver muchos casos de esto ahora. Lo veremos en su cumplimiento total cuando Jesús regrese para establecer su reino.

¡Qué gran ironía! La persona que vive obedeciendo sus propios deseos, siguiendo su propia ambición, quedará totalmente frustrada y en la nada. En cambio, la persona que obedece la voluntad del Señor será establecida, bendecida y fructífera. Como dijo Jesús, el que quiera salvar su vida la perderá, y el que la pierda por mi causa, la salvará.

La pregunta para ti y para mí, entonces, es ésta: ¿Cómo viviremos? ¿Viviremos en obediencia, aunque nos cueste, aunque el mundo se burle, aunque no entendamos el por qué? Si lo hacemos, podremos confiar en la bendición de Dios. ¿O seguiremos nuestra propia ambición? El final será la frustración. ¿Cómo nos encontrará Jesús, cuando El regrese? ¿En obediencia, o en maldad?

(Mar 13:13) “Y seréis aborrecidos de todos, por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.

PREDICA en Lerma por:
Pr. Víctor R. Preciado Balderrama

Buen día les invito con mucho respeto a visitar el BLOGSPOT que Dios me ha regalado y que, con mucho amor he puesto algunos estudios que Dios me ha regalado en revelación, Efesios 3:8.
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