lunes, 12 de noviembre de 2012

LA UNION DEL ESPIRITU SANTO


LA UNION DEL ESPIRITU SANTO
"Para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, y en todas riquezas de cumplido entendimiento para conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo, en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento. Y esto os digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas" (Col. 2:2 4).
Hace ya cerca de 20 siglos que el apóstol de los Gentiles, Pablo, con la autoridad doctrinal que le fue conferida por el Señor, declara "el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo" en sus cartas a las iglesias. Hasta este día los que por voluntad de Dios tuviéremos de recibir revelación sobre este supremo misterio, podemos también ser participantes con el apóstol precisamente de esos "tesoros escondidos de sabiduría y conocimiento" a que él se refiere.
Después de transcurridos más de 21 siglos, en vez de que el misterio esté hoy más claro en las mentes del profesante cristianismo, por lo contrario está más confuso. Y la razón para que prevalezca tal confusión es que desde los primeros años de la edad de la Iglesia, el enemigo usó a los "indoctos e inconstantes" para que "torcieran las Escrituras" (2 Ped. 3:16). Así que desde aquellos primeros siglos se inició la confusión, estableciéndose "oficialmente" para el siglo 4to. una interpretación errónea de la Divinidad conocida hasta hoy como "La Trinidad".
La doctrina de "La Santísima Trinidad" sostiene que ciertamente Dios es Uno, pero lo dividen en "Tres Personas" enseñando que el Padre es la Primera Persona, el Hijo es la Segunda Persona, y el Espíritu Santo la Tercera Persona. Declaran hasta hoy los seguidores de esta interpretación errónea que las Tres Personas en la Deidad no son realmente Tres Dioses, sino que son "Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero". Después de todos los siglos que tiene de edad esta absurda interpretación, sus mayores promotores confiesan que ellos mismos no entienden cómo puede ser tal cosa de que Dios es Tres, pero a la vez es Uno. Y al no encontrar una explicación satisfactoria para este razonamiento, se amparan diciendo que precisamente por eso San Pablo lo llama un misterio. Porque según ellos es un misterio que nadie puede entender.
Un misterio que solamente Dios entiende como está. Pero con todo lo irrazonable y lo absurdo de éste y otros razona-miento, los promotores de la falsa doctrina de la Trinidad la defienden con una tenacidad admirable. No se avergüenzan de proclamarla por todos los medios a su alcance, antes se glorían en ella basados en el hecho de que esta enseñanza es aceptada y creída hasta hoy por una inmensa mayoría entre el cristianismo. Mas gracias al Señor que este "grande misterio" (1 Tim. 3:16) no es algo de que se nos habla en la Palabra de Dios para que permanezca oculto, mas para ser revelado por Dios mismo a quienes a Él le place. Porque ciertamente no es posible poder entenderlo con nuestra capacidad humana, con nuestra intelectualidad, o con estudio únicamente.
Invariablemente tiene que ser por revelación Divina. Por lo tanto, si los creyentes en la Trinidad se esfuerzan para anunciar y sostener esta enseñanza que es contraria a lo declarado en la Palabra del Señor, los que por misericordia de Dios hemos recibido revelación sobre el misterio con más razón, y aun con mayor tenacidad, debemos de anunciar y sostener la verdad de la Unicidad en la Divinidad. Pues ciertamente que aun llevaríamos juicio ante el Señor "si tuviéremos en poco una (revelación) tan grande" (Heb. 2:3), porque tenemos una sagrada obligación de compartirla con los que nos oyeren.
Mas aquí cabe a la vez una advertencia que es también de suma importancia, y esta es el que debemos de tener mucho cuidada de no impartir la revelación del misterio aludido para enjuiciar, y mucho menos para condenar a los cristianos que no entendieren. Tengamos siempre presente que la revelación tiene que venir de Dios, y recordar que ninguno de los que la hemos recibido ha sido por nuestros méritos o por nuestra capacidad, más sola y únicamente por misericordia de Dios. San Pedro nos advierte que debemos estar "siempre aparejados para responder con mansedumbre y reverencie a cada uno que os demande razón de la esperanza (y también de la revelación) que hay en nosotros" (1 Ped. 3:15).
Enfatizo esta advertencia porque me consta que han sido y aun son muchos los que en vez de compartir con el amor del Señor esta verdad con los que no la entendieren, usan el grado de revelación que profesaren tener para insultar, golpear, y aun condenar. De cierto que con esa manera de "compartí" la revelación, en vez de que sea honrada y ensalzada la revelación de este maravilloso misterio en el sentir del cristiano humilde y sincero que escuchare, opera lo contrario. Me consta que son muchos los creyentes Trinita- rios que han sido víctimas de esta negativa actuación, y que por lo tanto han cerrado sus oídos a toda explicación. Mas cuando a estos mismos se les ha compartido "con mansedumbre y reverencia" una explicación sobre esta maravillosa verdad, la han recibido con todo su corazón.
El editor es testigo de lo dicho, pues habiendo creído en mis principios en la doctrina de la Trinidad, cuando alguien con altanería y orgullo denominacional quiso compartir conmigo su revelación, mi corazón se cerró aun más. Solamente a su tiempo, y por misericordia, el Dios de amor habló a mi corazón en Su Palabra y mis ojos espirituales fueron abiertos para ver que Él es UNO.
LA HISTORIA ANTIGUA TRAS EL MISTERIO
La revelación de este misterio viene ciertamente "de lo Alto" (Sant. 1:16-17), pero desde el momento en que se trata de la manifestación de Dios en carne (1 Tim. 3:16), el misterio viene envuelto con el elemento humano. Y esto ciertamente en una forma muy directa con la humanidad de ese Pueblo que Dios escogió desde el principio para dar a conocer al mundo Su Palabra. Con ese Pueblo del cual vino nuestro Salvador, Jesús el Señor. Con Israel, el Pueblo Judío. Por cierto que fue el Señor mismo quien a su vez declaró que: "la salvación viene de los Judíos" (Juan 4:22).
Por tanto al tratar de explicar este misterio por nuestra parte ahora, como cristianos entre los Gentiles, nos es imperativo ir más atrás del tiempo de la Iglesia y principiar desde sus raíces. Y estas raíces las encontramos en los Escritos del Antiguo Testamento, y más particularmente en los Libros del Tora que son los cinco primeros libros de la Biblia que para el estudiante cristiano se reconoce como "El Pentateuco". Pues en el Torah, que el Pueblo Judío reconoce como Divino por cuanto le fue dado a Israel directamente de Dios por medio de Moisés, está la declaración que por cerca de cuatro milenios los sabios Judíos han reconocido como el corazón de la Biblia, y ciertamente lo es: "OYE ISRAEL, EL SEÑOR NUESTRO DIOS, EL SEÑOR UNO ES" (Deut. 6:4).
Alrededor de esta maravillosa declaración gira no solamente todo el mensaje del Antiguo Testamento, mas el Libro Santo en su totalidad. Alrededor de esta Suprema Verdad gira también el universo entero. Inclusive aun los mismos demonios saben y "creen que Dios es Uno, y tiemblan"(Sant. 2:19).
En el libro del Génesis se nos da razón de que "en el principio crió Dios (Él, no ellos) los cielos yla tierra" (Gén. 1:1). Y es en este reconocimiento de la Unicidad de Dios en el que permanece hasta hoy el Pueblo Judío. Por medio de los profetas y visionarios en Israel, el Señor mismo hace la declaración de Su Unicidad muchas veces.
En el libro del profeta Isaías muy particu- larmente Dios lo declara en una forma muy enfática en las siguientes citas: Caps. 43:11 - 44:6 y 8 - 45:5, 6, 18, 21 y 22 - 46:9. Y es por medio del "Profeta Mesiánico" por el que Dios anuncia también varias veces Su manifestación en carne: Isa. 9:6 - 43:10- 45:14 y 15 - 53:2-12. Es a la vez también Isaías quien mira "la imagen visible" (Col. 1:15) del único Dios, sentado en Su trono de gloria.
De igual manera el profeta Daniel (7:9), mira también al mismo y Único Dios, y lo describe por cierto en la misma manera en que mira San Juan (Apoc. 1:14) a nuestro Señor Jesucristo. En prov. 30:4, es la única parte en el Antiguo Testamento donde hay un asomo sobre el misterio que Dios presenta en el Nuevo Testamento.



Predica en Lerma por él
Pr. Victor R. Preciado Balderrama

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