DEVOCIONAL
CON LA FAMILIA SEMANA #23
DEVOCIONALES CON LA FAMILIA DÍA 1 (MATEO 8:2-4)
2
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres,
puedes limpiarme. 3 Jesús extendió
la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé
limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve,
muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
Vv.
2-4.
En estos versículos tenemos el relato de la limpieza de un leproso hecha por
Cristo; el leproso se acercó a Él y lo adoró como a Uno investido de poder
divino. Esta purificación no sólo nos guía a acudir a Cristo, que tiene poder
sobre las enfermedades físicas, para la sanidad de ellas; también nos enseña la
manera de apelar a Él. Cuando no podemos estar seguros de la voluntad de Dios,
podemos estar seguros de su sabiduría y misericordia. Por grande que sea la
culpa, en la sangre de Cristo hay aquello que la expía; ninguna corrupción es
tan fuerte que no haya en su gracia lo que puede someterla. Para ser
purificados debemos encomendarnos a su piedad; no podemos demandarlo como
deuda; debemos pedirlo humildemente como un favor.
Quienes por fe
apelan a Cristo por misericordia y gracia, pueden estar seguros de que Él les
está dando libremente la misericordia y la gracia que ellos así procuran.
Benditas sean las aflicciones que nos llevan a conocer a Cristo, y nos hacen
buscar su ayuda y su salvación. Quienes son limpios de su lepra espiritual,
vayan a los ministros de Cristo y expongan su caso, para ser aconsejados,
consolados y para que oren por ellos.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 2 (MATEO 8:5-13)
5
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, 6 y diciendo: Señor, mi criado está
postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 8 Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará. 9 Porque también yo soy hombre bajo
autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al
otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De
cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se
sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 mas los hijos del reino serán
echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 13 Entonces Jesús dijo al centurión:
Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Vv.
5-13.
Este centurión era pagano, un soldado romano. Aunque era soldado, no obstante,
era un buen hombre. Ninguna vocación ni posición del hombre será excusa para la
incredulidad y el pecado. Véase cómo expone el caso de su siervo. Debemos
interesarnos por las almas de nuestros hijos y siervos, espiritualmente
enfermos, que no sienten los males espirituales, y no conocen lo que es
espiritualmente bueno; debemos llevarlos a Cristo por fe y por la oración.
Obsérvese su
humillación. Las almas humildes se hacen más humildes por la gracia de Cristo
en el trato con ellos. Obsérvese su gran fe. Mientras menos nos fiemos de
nosotros mismos, más fuerte será nuestra confianza en Cristo. Aquí el centurión
le reconoce mando con poder divino y pleno sobre todas las criaturas y poderes
de la naturaleza, como un amo sobre sus siervos. Este tipo de siervos debemos
ser todos para Dios; debemos ir y venir, conforme a los mandatos de su palabra
y las disposiciones de su providencia. Pero cuando el Hijo del Hombre viene,
encuentra poca fe, por tanto, halla poco fruto. Una profesión externa hace que
se nos llame hijos del reino, pero si descansamos en eso, y nada más podemos
mostrar, seremos desechados. El siervo obtuvo la sanidad de su enfermedad y el
amo obtuvo la aprobación de su fe. Lo que se le dijo a él, se dice a todos:
Cree y recibirás; sólo cree. Véase el poder de Cristo y el poder de la fe. La
curación de nuestras almas es, de inmediato, el efecto y la prueba de nuestro
interés en la sangre de Cristo.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 3 (MATEO 8:14-17)
14
Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con
fiebre. 15 Y tocó su mano, y la
fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. 16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y
con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; 17 para que se cumpliese lo dicho por
el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó
nuestras dolencias.
Vv.
14-17.
Pedro tenía una esposa aunque era apóstol de Cristo, lo que demuestra que
aprobaba el estado del matrimonio, siendo bondadoso con la madre de la esposa
de Pedro. La iglesia de Roma, que prohíbe que sus ministros se casen,
contradice a este apóstol, sobre el cual tanto se apoyan. Tenía a su suegra
consigo en su familia, lo que es ejemplo de ser bueno con nuestros padres. En
la sanidad espiritual, la Escritura dice la palabra, el Espíritu da el toque,
toca el corazón, toca la mano. Aquellos que se recuperan de una fiebre suelen
estar débiles por un tiempo; pero para mostrar que esta curación estaba por
sobre el poder de la naturaleza, la mujer estuvo tan bien que de inmediato se
dedicó a los quehaceres de la casa.
Los milagros que
hizo Jesús fueron publicados ampliamente, de modo que muchos se agolparon
viniendo a Él, y sanó a todos los que estaban enfermos, aunque el paciente
estuviera muy débil y el caso fuera de lo peor. Muchas son las enfermedades y
las calamidades del cuerpo a las que estamos propensos; y hay más en esas
palabras del evangelio que dicen que Jesucristo llevó nuestras enfermedades y
nuestros dolores, para sostenernos y consolarnos cuando estamos sometidos a
ellos, que en todos los escritos de los filósofos. No nos quejemos por el
trabajo, el problema o el gasto al hacer el bien al prójimo.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 4 (MATEO 8:18-22)
18
Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. 19 Y vino un escriba y le dijo:
Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. 20 Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo
nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. 21 Otro de sus discípulos le dijo:
Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. 22 Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus
muertos.
Vv.
18-22.
Uno de los escribas se apresuró a prometer; se dice cercano seguidor de Cristo.
Parece muy resuelto. Muchas decisiones religiosas son producidas por una súbita
convicción de pecado, y asumidas sin una debida reflexión; estas llegan a nada.
Cuando este escriba ofreció seguir a Cristo, se podría pensar que Jesús debió
sentirse animado; un escriba podía dar más crédito y servicio que doce
pescadores; pero Cristo vio su corazón, y respondió a sus pensamientos, y,
enseña a todos cómo ir a Cristo. Su resolución parece surgir de un principio
mundano y codicioso; pero Cristo no tenía dónde reclinar su cabeza, y si él lo
seguía, no debía esperar que le fuera mejor. Tenemos razón para pensar que este escriba se alejó.
Otro
era demasiado lento. La demora en hacer es, por
un lado, tan mala como la prisa para resolver por el otro. Pidió permiso para
ocuparse de enterrar a su padre, y luego se pondría al servicio de Cristo. Esto
parecía razonable aunque no era justo. No tenía celo verdadero por la obra.
Enterrar al muerto, especialmente a un padre muerto, es una buena obra, pero no
es tu obra en este momento. Si Cristo requiere nuestro servicio, debe cederse
aun el afecto por los parientes más cercanos y queridos, y por las cosas que no
son nuestro deber. A la mente sin disposición nunca le faltan las excusas.
Jesús le dijo: Sígueme, y, sin duda, salió poder con esta palabra para él como
para los otros; siguió a Cristo y se aferró de Él. El escriba dijo, yo te
seguiré; a este otro hombre Cristo le dijo: Sígueme; comparándolos, se ve que
somos llevados a Cristo por la fuerza de su llamado personal, Romanos 9:16.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 5 (MATEO 8:23-27)
23
Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que
las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25
Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que
perecemos! 26 El les dijo: ¿Por qué
teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y
al mar; y se hizo grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron,
diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
Vv.
23-27.
Consuelo para quienes se hacen a la mar en barcos, y suelen peligrar allí, es
reflexionar que tienen un Salvador en quien confiar y al cual orar, que sabe
qué es estar en el agua y estar en tormentas. Quienes están pasando por el
océano de este mundo con Cristo, deben esperar tormentas.
Su naturaleza humana, semejante a
nosotros en todo, pero sin pecado, estaba fatigada y se durmió en ese momento
para probar la fe de sus discípulos. Ellos fueron a su Maestro en su temor. Así
es en el alma; cuando las lujurias y las tentaciones se levantan y rugen, y
Dios está, al parecer, dormido a lo que ocurre, esto nos lleva al borde de la
desesperación. Entonces, se clama por una palabra de su boca: Señor Jesús, no
te quedes callado o estoy acabado. Muchos que tienen fe verdadera son débiles
en ella. Los discípulos de Cristo eran dados a inquietarse con temores en un
día tempestuoso; se atormentaban a sí mismos con que las cosas estaban mal para
ellos, y con pensamientos desalentadores de que vendrá algo peor. Las grandes
tormentas de la duda y temor en el alma, bajo el poder del espíritu de
esclavitud, suelen terminar en una calma maravillosa, creada y dirigida por el
Espíritu de adopción.
Ellos quedaron estupefactos. Nunca
habían visto que una tormenta fuera de inmediato calmada a la perfección. El
que puede hacer esto, puede hacer cualquier cosa, lo que estimula la confianza
y el consuelo en Él, en el día más tempestuoso de adentro o de afuera, Isaías 26:4.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 6 (MATEO 8:28-34)
28
Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su
encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera,
tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de
Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? 30 Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. 31 Y los demonios le rogaron diciendo:
Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. 32 El les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he
aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y
perecieron en las aguas. 33 Y los
que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas,
y lo que había pasado con los endemoniados. 34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le
vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.
Vv.
28-34.
Los demonios nada tienen que ver con Cristo como Salvador; ellos no tienen ni
esperan ningún beneficio de Él. ¡Oh, la profundidad de este misterio del amor
divino: que el hombre caído tenga tanto que ver con Cristo, cuando los ángeles
caídos nada tienen que ver con Él! Hebreos
2:16. Seguramente que aquí sufrieron un tormento, al ser forzados a
reconocer la excelencia que hay en Cristo, y aún así, no tener parte con Él.
Los demonios no desean tener nada que ver con Cristo como Rey. Véase qué
lenguaje hablan quienes no tendrán nada que ver con el evangelio de Cristo.
Pero no es verdad que los demonios no tengan nada que ver con Cristo como Juez,
porque tienen que ver, y lo saben; así es para con todos los hijos de los
hombres.
Satanás y sus instrumentos no pueden
ir más allá de lo que el Señor permita; ellos deben dejar la posesión cuando Él
manda. No pueden romper el cerco de protección en torno a su pueblo; ni
siquiera pueden entrar en un cerdo sin su permiso. Recibieron el permiso. A
menudo Dios permite, por objetivos santos y sabios, los esfuerzos de la ira de
Satanás. Así, pues, el diablo apresura a la gente a pecar; los apura a lo que
han resuelto en contra, de lo cual saben que será vergüenza y pena para ellos:
miserable es la condición de los que son llevados cautivos por él a su
voluntad. Hay muchos que prefieren sus cerdos al Salvador y, así, no alcanzan a
Cristo y la salvación por Él. Ellos desean que Cristo se vaya de sus corazones,
y no soportan que Su Palabra tenga lugar en ellos, porque Él y su palabra
destruirían sus concupiscencias brutales, eso que se entrega a los cerdos como
alimento. Justo es que Cristo abandone a los que están cansados de Él; y
después diga: Apartaos, malditos, a quienes ahora le dicen al Todopoderoso:
Véte de nosotros.
DEVOCIONALES
CON LA FAMILIA DÍA 7 (MATEO 9:1-8)
1
Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. 2 Y sucedió que le trajeron un paralítico,
tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten
ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este
blasfema. 4 Y conociendo Jesús los
pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué
pensáis mal en vuestros corazones? 5
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los
pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu
cama, y vete a tu casa. 7 Entonces
él se levantó y se fue a su casa. 8
Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal
potestad a los hombres.
Vv.
1-8.
La fe de los amigos del paralítico al llevarlo a Cristo era una fe firme; ellos
creían firmemente que Jesucristo podía y querría sanarlo. Una fe fuerte no
considera los obstáculos al ir en busca de Cristo. Era una fe humilde; ellos lo
llevaron a esperar en Cristo. Era una fe activa. El pecado puede ser perdonado,
pero no ser eliminada la enfermedad; la enfermedad puede ser quitada, pero no
perdonado el pecado: pero si tenemos el consuelo de la paz con Dios, con el
consuelo de la recuperación de la enfermedad, esto hace que, sin duda, la
sanidad sea una misericordia. Esto no es exhortación para pecar. Si tú llevas
tus pecados a Jesucristo, como tu enfermedad y tu desgracia para ser curados de
esto, y librados de aquello, es bueno; pero ir con ellos, como tus amores y
deleites, pensando aún en retenerlos y recibirlo a Él, es un tremendo error, un
engaño miserable. La gran intención del bendito Jesús en la redención que obró,
es separar nuestros corazones del pecado.
Nuestro Señor Jesús tiene perfecto
conocimiento de todo lo que decimos dentro de nosotros mismos. Hay mucho mal en
los pensamientos pecaminosos, que es muy ofensivo para el Señor Jesús. A Cristo
le interesa mostrar que su gran misión al mundo era salvar a su pueblo de sus
pecados. Dejó el debate con los escribas y pronunció las palabras de salud al
enfermo. No sólo no tuvo más necesidad de que lo llevaran en su lecho, sino que
tuvo fuerzas para llevarlo él. Dios debe ser glorificado en todo el poder que
se da para hacer el bien.
ESTUDIO
en Lerma por él
Pr.
Victor R. Preciado Balderrama
No hay comentarios.:
Publicar un comentario